I Love You Rose

Capítulo 20: al carajo.

Suelto una carcajada ante las ocurrencias del personaje principal de la novela que estoy mirando. Solo sé que es turca, y la protagonista está muy loca.

—¡Hola!

Giro el rostro y le sonrío a mi hermana. Ayer se quedó a dormir en casa de una amiga, por lo que, después de que Jaxon, Effy y Kota se marcharon, quedé sola hasta que llegaron mis padres.

—¿Qué tal tu día? —le pregunto.

—Bien —se sienta a mi lado y me roba helado, aunque me duele la garganta—. Hoy Matthew fue a hablar conmigo.

Me atraganto con el helado.

—¿Qué?

—Sí. Estaba molesto, dijo que eras irresponsable por no haber ido a ensayar ayer —Harper se pone tensa; está molesta—. Me dio rabia y le dije: “Por actitudes como la tuya no va a ensayar en toda la semana”.

Le sonrío como puedo. Ella siempre me ha cuidado; es menor por dos años, pero mucho más valiente que yo.

—Voy a llamar a Theo. Hoy los ensayos comienzan temprano, es miércoles.

Mi hermana me sonríe.

Subo las escaleras para ir a buscar mi celular y llamar a Theo.

Busco en contactos y no lo encuentro. Joder, no tengo su número.

¿Aisha o Matthew? Solo tengo a ellos. Debo elegir bien.

Suspiro y marco. Suena un par de veces.

—¿Rose?

—Aisha —suspiro nuevamente—. ¿Está Theo? Necesito hablar con él.

—Sí, está, pero Matt está molesto. No llegaste a ensayar hoy tampoco.

—Por eso necesito hablar con Theo.

—¿Con quién hablas?

Mi corazón se acelera cuando escucho la voz de Matt.

—¡Aisha, pásame a Theo!

Silencio. Solo se escucha silencio desde la otra línea.

—¿Hola? —sonrío al escuchar la voz de Theo.

—Theo, soy Rose.

—¡Chica increíble! —grita, y yo me golpeo la frente.

—No grites.

—Está bien, lo siento. ¿Dónde estás? ¿Por qué no has venido a ensayar?

Muerdo mi labio inferior.

—Estoy enferma, iré cuando esté mejor.

—¿Qué estás qué? ¿Tienes fiebre? ¿CUÁNTOS GRADOS? ¿QUIERES UNA SOPA? ¡YO TE HAGO SOPA! Pero no me dejes.

Suelto una carcajada ante las palabras de Theo.

—Estoy bien, solo sufre mi nariz —Theo ríe—, pero ya estoy mejor, gracias.

—Está bien, recupérate, chica increíble. Te voy a extrañar.

—Yo también. Adiós.

Cuelgo y bajo a la sala de estar. Mi hermana se ríe mirando el televisor.
Me siento a su lado y comienzo a reír. La protagonista es muy graciosa: tiene dos jefes, uno bueno y uno malo. Ella cree que el malo es bueno y que el bueno es malo, porque sigue órdenes del “bueno”, según ella. Pero se está enamorando de su jefe “malo”.

—¡Qué estúpida! —suelto una carcajada. Su jefe “malo”, que en realidad es bueno, la ha ido a buscar a su casa y, para evitarlo, ha saltado por la ventana. Pero él la ha descubierto.

El sonido del timbre me hace protestar.

—¿Quieres ir a abrir? —le pido a Harper, y esta me fulmina con la mirada.

Sigo mirando la novela; la tipa es muy ingenua.

—¿Rose? —volteo a mirar a mi hermana—. Es Matthew.

Abro los ojos sorprendida.

—Dile que no estoy.

—Eso no será posible. Dije que no querías verlo en cuanto abrí la puerta.

Golpeo mi frente con la mano. Froto mi rostro y mi vista se posa en el televisor. Miro a mi hermana y al televisor sucesivamente. Debo dejar de ver novelas que me dan ideas estúpidas.

—Está bien, necesito una sábana para saltar por la ventana.

Miro mi atuendo: llevo un buzo verde oscuro y un polerón gris. Camino hacia la estancia donde mi padre guarda los zapatos que menos usa y me coloco unos bototos grandes.

No puedo salir por las ventanas delanteras; él me vería. Tampoco voy a saltar del segundo piso: es muy alto.

Me coloco una chaqueta para la lluvia y miro la altura de las ventanas que dan al patio trasero. Mi casa no tiene puerta de atrás, solo una ventana grande que da al patio, pero este tiene un desnivel, por lo que la ventana queda a dos metros del suelo.

—Deséame suerte.

—Estás loca, hermana —Harper ríe—. Suerte.

Tomo impulso y me agarro de la sábana.

—No se te ocurra soltarla.

Harper asiente con la cabeza. Comienzo a bajar.

El sonido de una persona tocando con fuerza la puerta me asusta. Miro a Harper, quien suelta la sábana.

—¡AH! —grito cuando siento el impacto de mi espalda contra la tierra.

—¡Lo siento! —Harper se disculpa.

—¡Oye, hermana de Rose! —el grito de Matthew retumba en mis oídos—. Creo que hay alguien en tu patio. Voy a ver.

Abro los ojos sorprendida, miro a mi alrededor y me pongo de pie. Cierro los ojos y maldigo. La única forma de salir del patio es pasando por adelante.

—¡No! —Harper grita.

No lo pienso dos veces y corro. Él debe estar en la puerta de entrada. Paso al lado de la casa y corro hacia la vereda.

—Ella no está. Se fue y no quiere verte. Será mejor que te vayas.

Suspiro y comienzo a caminar por las lluviosas calles de la ciudad. El día refleja mi estado de ánimo: me encanta cuando estoy feliz y hay sol, pero también me agrada un poco cuando estoy triste y llueve.

Agacho la cabeza y froto mi cara con las manos. Soy muy estúpida. Acabo de hacer lo más estúpido del mundo solo para no ver a un estúpido sin corazón.

El sonido de una bocina me hace sobresaltar. Miro a mi lado y niego con la cabeza.

—¿Por qué no estás en tu casa?

—No te importa.

—Sí me importa. Te estás mojando y estás enferma.

Me detengo, y Matt también detiene su auto. Me encontró.

Matthew se baja de su jeep rojo y queda frente a mí.

—¿Por qué no fuiste a ensayar?

—Tú lo dijiste, estoy enferma.

—¿Pero estás caminando bajo la lluvia?

—Maldito chino —golpeo mi pie contra el cemento.

—¡Ey! Es coreano. Tengo descendencia coreana, es obvio.

Niego con la cabeza y sonrío.

—No para mí.

—Hay muchas cosas que son obvias y tú no las notas.

—¿Ah, sí? —me cruzo de brazos—. ¿Como qué?




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