I Love You Rose

Treinta y Cuatro – Tardes de Feria

Capítulo Treinta y Cuatro – Tardes de Feria

Miro cómo las nubes se mueven lentamente en el cielo; el sol llega a mi cara y me hace sentir una sensación tan gratificante que se me olvida lo exhausta que estoy.

El sonido del timbre suena como un zumbido; me pongo de pie, ordeno mis cosas en la mochila y salgo de la sala rumbo al casino.

—Hola —saludo a la cocinera, quien me sonríe—. Ensalada de papas y salmón.

La señora me tiende la bandeja con mi comida y voy a elegir mi postre antes de buscar una mesa alejada de todos.

Comienzo a comer y observo a las pocas personas que quedan en el colegio; al ser viernes, no hay mucha gente, pero por las últimas calificaciones, muchos prefieren quedarse a estudiar. Es como si el colegio tuviera un letrero invisible que dijera: ¿Aburrido? Estudia, lee.

—¿Qué haces aquí tan sola? —llega Aisha y se sienta a mi lado.

—Medito sobre los estudios —le sonrío—. ¿Tú?

—Pues, lleno mi estómago antes de ensayar. Tienes unas ojeras enormes.

—Lo sé —susurro y comenzamos a comer en silencio.

Siento que mi cabeza va a explotar. En momentos como este me doy cuenta de lo perezosa que fui; si me hubiera esforzado desde un inicio, no estaría tan agitada a estas alturas del año, intentando mejorar mis calificaciones, estaría menos estresada y un poco más relajada.

Botamos la basura y caminamos hacia el gimnasio, donde a esta hora ya deberían estar casi todos.

—¿No te agrada Paul? —pregunta la pecuda.

—No, es irónico, soberbio y egocéntrico. No tolero a las personas así.

Aisha corre la puerta y vemos a todos de pie en un círculo sobre el escenario. Asustada, corro hacia ellos con el corazón acelerado; el ambiente entre los grupos ha estado muy tenso estos días.

—Porque me miras así…
Será que te gusto y no me lo quieres decir,
Oh, perdona, no te quería herir —abro la boca al ver a Theo improvisando junto a otro chico; si mal no recuerdo, se llama Alexis—. Ahora, por favor, anda… anda a hacer pipí.

Los gritos de burla y las carcajadas resuenan en el gimnasio; muerdo mi labio inferior para no reír. Fue muy gracioso lo que dijo Theo.

—¿Qué quiero hacer pipí?
No me confundas y trates de débil,
Porque el que se hace pipí aquí
es este gil.

Abro la boca sorprendida al ver cómo Alexis señala a Paul; muchos ríen, y otros miran fijamente a Paul, quien fulmina a Alexis con la mirada.

—Creo que la improvisación terminó —Matt aparece entre la multitud—. Comencemos a ensayar, ya llegaron todos.

Matt me mira y me sonríe; le sonrío de vuelta y dejo mis cosas en los asientos de siempre.

—¿Con qué empezamos? —pregunta Marta.

—Algo masivo —dice Alexis—. Todos afirman con un sonido—. Matt, te dejo esto en tus manos.

Theo llega junto a mí y me abraza.

—¡Hola!… ¿Te gustó mi improvisación? Me salió excelente.

—Fue buena, debo admitirlo.

—Rose —Matt me abraza—, ¿tienes alguna canción en tu repertorio mágico?

—Déjame buscar.

Matt, Aisha y Theo llaman repertorio mágico a mi lista de canciones; tengo música para todo tipo de ensayos.

Comienzo a buscar y me resulta fácil elegir.

Closer —digo, mirando mi móvil—. Pero no la original, un remix.

Camino hacia el estéreo y conecto mi celular; la canción comienza a reproducirse y todos se acercan al escenario, aunque no suben todavía.

—Los pasos deben ser rápidos —me siento en el suelo y comienzo a planear, reproduciendo la canción una y otra vez.

—¿Qué tal derecha, izquierda, adelante, salto, salto, abajo? —sugiere Aisha.

—Sí, y después hacemos ese paso famoso, switch switch —muevo mis manos y caderas rápido.

—¡Sí! —gritan todos desde abajo del escenario.

Los miro asustada y sonriendo; no esperaba ese grito.

—Yo no sé hacerlo —dice Aisha, bajando la cabeza.

—Mira, es sencillo —Matt se le acerca—. Solo mueves brazos y caderas, algo así como un péndulo.

Aisha sigue el paso de Matt y abre la boca al ver que lo hace bien, incluso más rápido.

—¡Lo hice! —Comienza a saltar de alegría.

Todos suben al escenario y comenzamos a coordinar los pasos.

Con Aisha dejamos de bailar y supervisamos que todo salga coordinado; no tenemos espejo, lo cual es una desventaja. Antes éramos cuatro y no había problema, pero ahora somos doce, y no es un número menor.

—Excelente —Aisha aplaude—. Otra vez.

Todos realizan los pasos y agregan ideas que los demás aceptan, evitando cosas imposibles, como tirar agua o fuegos artificiales que digan “S.A”.

—Adiós.

—Adiós, nos vemos.

Marta me sonríe y se va con Alexis.

—Hoy usted y yo saldremos, señorita —Matthew me abraza y deja su cabeza en mi hombro.

—¿Ah sí? —pregunto burlona—. ¿Dónde?

—Eso es una sorpresa.

Matt toma mi mano y me lleva a su jeep; cruzamos la ciudad hasta llegar a la costanera, donde el atardecer es perfecto.

Abro la puerta y camino hacia la barandilla, dejando que la suave brisa golpee mi rostro.

—Pareciera que nunca has venido a la costanera.

—Si te soy sincera, no he venido desde que tenía 15 años.

Sonrío y miro a Matt.

—Eso es mucho tiempo.

Comenzamos a caminar abrazados, observando a las personas que recorren el lugar: familias, grupos de amigos, parejas y abuelos.

—Me encanta estar contigo —susurra Matt.

—A mí también.

Lo miro y acomodo su cabello, que con el viento se ha alborotado y ahora le cae un flequillo sobre la frente.

—Creo que no somos la única pareja feliz aquí —dice Matt.

Dejo de acomodarle el cabello para mirar en la dirección que indica; Effy y Metro están abrazados y besándose a pocos metros de nosotros. Ambos vestidos de negro, lucen muy rockeros.

—Es extraño… Metro es muy alto y parece que no hace buena pareja con nadie, pero con Effy se ven tiernos.




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