Capítulo Treinta y Seis – Dudas y Tensiones
—¡Una vez más! —grita Marta, reproduciendo la canción en el estéreo.
Es lunes y he tenido dos exámenes por la mañana, lo que significa que prácticamente no dormí estudiando. Ahora mi cuerpo está exhausto mientras ensayamos.
La canción suena y comenzamos a bailar sin parar hasta que cae la noche. Con más personas, todo se vuelve mucho más complicado: aprender los pasos y coordinarse toma más tiempo.
—Fue un buen ensayo, chicos. Nos vemos mañana —dice Matt, acercándose a mí, pasando su brazo sobre mis hombros mientras caminamos hacia su auto.
—Creo que estás cansada —dice Matt, prendiendo la radio.
—Eso parece —bostezo—. Los exámenes y los ensayos me tienen agotada.
Matt me sonríe mientras conduce hasta mi casa y se baja para abrirme la puerta.
—No estoy tan cansada como para no poder abrirla sola —murmuro, bajando del auto y caminando hacia la puerta principal, donde toco varias veces—. ¿Te quedas conmigo?
—Esa es una pregunta muy tentadora…
—Solo dime que sí o que no, estoy muy cansada.
Matt ríe.
—Está bien. Ya me di cuenta de que cuando estás cansada eres algo gruñona —suspira y besa mi frente—. Me quedaré contigo hasta que te quedes dormida.
Sonrío y lo beso.
—Eres el mejor.
El sonido de una tos falsa me hace voltear. Harper está en el marco de la puerta con los brazos cruzados, mirándome de mala manera. Lleva una coleta alta y su uniforme de voleibol.
—¿Acaso no tienes llave, estúpida?
Alzo la ceja ante cómo me llamó.
—¿Disculpa?
—Nunca sales con llave, eres muy despistada e inmadura como para no darte cuenta de que no llevas una maldita llave.
Niego con la cabeza; ya van un par de días en los que me ha tratado así. Paso junto a ella, empujándola sin cuidado mientras Matt me acompaña.
—Voy a cambiarme y bajo a buscarte.
Subo corriendo las escaleras. Mi habitación siempre está ordenada, así que la dejo tal cual, cambio mi ropa por mi pijama de algodón negro y bajo a buscar a Matt.
—Ella ha cambiado, no es la misma, y sigo intentado descubrir si tu eres el culpable o no —susurra Harper a Matt.
Me apoyo en la pared de la escalera y me siento para escuchar.
—Harper, Rose no es estúpida. Siempre sale con sus llaves; son pocas las veces que las ha dejado olvidadas.
—Claro, la defiendes porque eres su novio.
—No —dice Matt—. No la defiendo por ser mi novia, la defiendo porque estás siendo bastante inmadura. A tu edad es entendible, pero las actitudes que has tenido últimamente son de niños…
Abro la boca sorprendida ante sus palabras. Me levanto rápidamente y hago ruido hasta llegar a la sala de estar, donde Matt mira incrédulo a Harper, quien mantiene la cabeza agachada.
—¿Pasó algo? —pregunto, haciéndome la tonta y sentándome en las piernas de Matt.
—No —responde Harper, seca.
—Creo que mejor me voy —dice Matt, tomándome de la cintura y moviéndome para que me siente en el sillón mientras él se pone de pie.
—¿No te quedarás conmigo? —pregunto, triste; quería que se quedara conmigo hasta que me quedara dormida.
—Lo siento, cariño —me besa—. Tengo cosas que hacer, nos vemos mañana.
Matt se va sin despedirse de Harper. Miro a mi hermana, pero ella no levanta la vista; la mantiene gacha.
¿Qué pasó aquí?
Un mes después
Retoco mi labial y me miro en el espejo. Hoy es el día de la primera fase; sabremos si pasamos a la final de las nacionales o no. Hoy es un día decisivo.
Guardo mi estuche con una pequeña variedad de maquillaje en mi mochila; he tenido que aprender a maquillarme durante este mes.
Desde hace un mes Harper comenzo a hablarme un poco más, si es que se le puede decir hablar más a que te saluden y te den las buenas noches.
Sé que me oculta algo.
Ella ha cambiado, no se si es donde se ha unido al equipo de Voleibol, no se si es donde ya no tiene novio... creo que ya no tiene novio, pero extraño a mi hermana.
En ocaciones realmente quiero hablar con ella, pero la competencia me tiene agotada, y cuando logro reunir las energuias ella no se encuentra en casa.
Salgo del baño y camino hacia las gradas, pasando por un pasillo bastante oscuro con baños y un par de camerinos con ducha.
El pasillo lleva a la entrada, sencilla, con dos puertas de cristal grandes. Frente a ellas, unas escaleras blancas muy extensas que suben a las galerías; a los lados están los baños y camerinos: a la derecha, mujeres; a la izquierda, hombres.
Subo las escaleras buscando a Matt, pero no lo encuentro. Ni Matt, ni Aisha, ni Theo.
—Hola —saludo a Marta—. ¿Has visto a Matt?
—Ha salido a fumar, Aisha lo acompañó.
Asiento y regreso a la entrada. Afuera, el sol intenso de Los Ángeles me golpea, obligándome a cerrar los ojos; adentro es mucho más oscuro.
Comienzo a buscar a Matt y no lo encuentro. No es difícil localizar a alguien aquí; solo hay cemento y una palmera que decora la entrada.
Estoy por regresar cuando escucho la risa de Aisha. Camino hacia el lugar de donde proviene y sonrío al verlos. Matt fuma mientras Aisha está a su lado. La palmera se encuentra sobre unas pequeñas escaleras de cemento, donde ellos están sentados a la sombra.
—No es gracioso, Aisha. Esta es la oportunidad que tengo; no luché tanto y obligué a tanta gente a hacer esto por nada —comienzo a escuchar las palabras de Matt, escondiéndome detrás de la palmera.
—Y yo te lo digo en serio, Matt. Deja de preocuparte tanto, lograremos ganar si no estás tenso. La beca es muy importante para ti, pero no debes dejar de divertirte.
¿Beca? ¿La beca para Nueva York?
—Por el único motivo que hago esto es por la beca. Solo me interesa la beca; no me importa nada ni nadie. Si no ganamos, mando todo a la mierda y me voy sin mirar atrás.
Cierro los ojos, sintiendo cómo mi corazón se oprime al escuchar sus palabras.