Capítulo Treinta y Ocho
Dejo el celular en silencio por décima vez en el día. Matt me ha llamado sin parar: ayer alrededor de quince veces, con más de veinte mensajes suyos. Hoy ya perdí la cuenta, porque no quiero ver ni un solo mensaje. Necesito pensar, y sus llamadas constantes no me ayudan en absoluto.
—¿Desde cuándo no hablan? —pregunta Harper mientras toma su café.
—Desde el viernes. Por eso le pedí a papá que me fuera a buscar al aeropuerto.
Harper asiente. Mi celular vuelve a sonar y, sin pensarlo, ella misma contesta:
—No quiere hablar contigo, supéralo.
Corta la llamada, apaga el celular y me lo devuelve.
—Gracias —susurro.
—¿Puedo saber qué pasó? —pregunta mientras unta su pan con mermelada.
—Lo escuché hablar con Aisha. Le decía que teníamos que ganar, porque si no perdía la oportunidad de su beca…
—¿La de New York? —pregunta. Asiento.
—Dijo que, si perdíamos, se iría sin mirar atrás. Que no había hecho todo esto para nada. Que si se daba la oportunidad, se iría y no volvería.
Harper deja su pan sobre la mesa, sorprendida.
—Qué idiota… O sea, si perdían, te dejaría botada. Además él fue quien te obligó a concursar desde el principio.
—Eso mismo pensé yo.
—Entonces… solo se acercó a ti por el maldito concurso —concluye Harper, llegando al mismo análisis que yo. Matt me buscó por conveniencia.
Dejo mi desayuno a un lado y me voy directo a la ducha. Necesito pensar qué haré respecto a Matt.
El agua cae y trato de ordenar mi mente. Me usó. Me mintió. Me chantajeó para su beneficio. Tuve crisis antes de subir al escenario por su culpa. Por su maldita beca… y siendo mi novio, jamás me lo dijo. Me dio “pistas” que nadie podría haber adivinado.
Siempre me repetía que quizá podría volver a optar a la beca, pero jamás pensé que sería gracias al concurso de baile.
Termino de ducharme, me envuelvo en toallas, me pongo mis pantuflas de gato y voy a mi habitación. Conecto la secadora y pongo música en mi parlante. Canto mientras seco mi cabello, tratando de aclarar mis ideas.
En el fondo sé que debo escucharlo. No puedo simplemente terminar con él sin oír su versión… aunque no sé si realmente podría terminarlo. Lo quiero. Pero también me mintió.
Escucho pasos fuertes en el pasillo.
—¡Camina lento, Harper! —grito. Esta niña va a romper el piso algún día.
La puerta se abre de golpe… y Matt entra como si fuera su casa, dejando a Harper protestando afuera.
Me sobresalto tanto que casi me ahogo con el aire caliente de la secadora directo en mi cara.
—Tenemos que hablar —dice, sentándose en mi cama.
—¿Cómo entraste?
—Harper me dejó pasar. —Niego con la cabeza—. ¿No me crees?
—No. No te creo. En este momento me cuestiono todo lo que me has dicho, Matthew.
—Déjame explicarte lo que escuchaste, Rose.
Me siento en la silla frente al espejo y lo miro fijamente.
—Te escuché, Matt.
—¿Qué escuchaste? ¿La parte en que le decía a Aisha que si perdíamos me iría y no volvería? ¿O la parte donde dije que te amo y que jamás podría dejarte sola, incluso estando decepcionado?
Me quedo helada.
—¿Qué?
Matt se acerca y se arrodilla frente a mí.
—Es verdad, Rose. Al inicio, cuando te vi bailar, pensé en ti como el talento que me faltaba para ganar la beca. Pero con el tiempo… te conocí. Y te metiste en mi corazón por completo. —Toma mi rostro entre sus manos—. Me encanta cómo te sonrojas cuando te digo cosas lindas. Me gusta tu humor, tu inocencia, tu confianza, que no seas celosa como yo… Me encanta todo de ti. Tus ojos, tu nariz, tu forma de sentir, tu boca… tu cuerpo…
Al escuchar eso último, le doy un golpe en el estómago.
—¡Oye! —se queja, pero sonríe, y unas lágrimas resbalan por mis mejillas.
—Es verdad —continúa—. Me pareces increíblemente sexy. Pero más que eso… me encanta cómo eres capaz de alegrarme el día con una sola palabra.
Sin pensarlo más, me lanzo a sus brazos y lo beso. Le creo. Todo comienza a encajar. Además, aunque no estuviéramos juntos, igual habría seguido en el concurso. Me gusta bailar. No fue solo por él.
Matt me recuesta en la cama y sigue besándome.
—Yo también te amo —susurro.
Y es que lo amo. Amo cómo me hace sonreír, sus celos lindos, su forma de preocuparse por mí y cómo se ganó a mis padres.
Amo todo de Matthew Yang.