I Love You Rose

Capítulo Treinta y Nueve - Entre mentiras, juegos peligrosos y nombres inventados.

Capítulo Treinta y Nueve

—¿Puedes cubrirme? —le pregunto a Matt, ofreciéndole parte de mi ensalada.

Hoy es miércoles y ya vamos en nuestro tercer ensayo. En menos de dos semanas viajamos a las nacionales.

—¿A dónde vas a ir? —pregunta mientras me quita el tenedor y empieza a comer mi ensalada. Tal parece que le gustó, y eso que decía que odiaba los champiñones.

—Voy a acompañar a Effy al campeonato de Zarek —digo, intentando recuperar el tenedor, pero él lo aleja—. Se supone que odias los champiñones.

—Los odiaba —responde, robando más de mi comida—. Nunca los había probado hasta hoy.

Lo miro con una ceja levantada.

—¿Quieres mi ensalada?

—Sí —contesta sin dudar.

—Te la doy si me cubres… ¿trato?

—Solo falta Paul, y ya —intenta agarrar la ensalada nuevamente, pero la alejo—. Tengo hambre.

—Te doy mi almuerzo si me cubres. El lunes faltó Paul y casi lo matan al pobre…

Paul faltó a ensayo y todos lo destrozaron, diciéndole que cómo se atrevía cuando faltan dos semanas para las nacionales.

Matt suspira.

—Está bien.

Le doy un beso y le paso mi bandeja completa, aunque sigo comiendo porque yo también tengo hambre… solo que no tanta como él.

Caminamos de la mano por los pasillos del colegio. Matt me deja en los estacionamientos, donde Effy ya está esperando. Kota, su amiga, será quien nos lleve.

—Te amo —le digo, dándole otro beso.

Me subo al auto y Kota arranca.

—¿Está todo listo? —pregunto mientras me cambio la ropa por una completamente negra.

—Todo listo —susurra Effy—. El campeonato es en un mes y tengo miedo, pero amo a Zarek. No voy a dejarlo solo en esto.

—Te entiendo —dice Kota.

—Tú no tienes novio desde los catorce… —se burla Effy.

Kota solo pone una cara de “ja ja, qué graciosa”. Lleva una polera negra de mangas largas.

—¿No tienes calor? —pregunto, y ella niega.

—Kota nunca tiene calor —explica Effy—. Generalmente tiene frío, incluso en verano.

Kota pone música y repasamos el plan. Tenemos que ayudar a Zarek y a Effy. Unos tipos peligrosos lo persiguen, pero nosotras podemos con ellos. El pelogro está donde menos lo esperas, frente a tus ojos y en los lugares más comunes. El mundo se ha vuelto más peligroso, y la gente es capaz de cualquier cosa por obtener lo que desea.

¿En qué mundo estamos viviendo?

—¿Es aquí? —pregunta Kota.

Effy afirma.

—Manos a la obra.

Entramos al gimnasio donde se realizan las olimpiadas de vóleibol.

—Es alto, rubio y con la nariz grande —dice Effy, nerviosa—. Tiene un artefacto en el oído derecho porque es sordo de ese lado.

—Anda con tu chico. Déjanos esto a nosotras —dice Kota, tomándome del brazo.

Subimos a las gradas y observamos a ambos equipos calentando. Veo cómo Zarek salta y prácticamente pasa la mitad de su torso por encima de la malla. Abro la boca sorprendida.

—Ese es —dice Kota, señalando.

Un hombre rubio mira fijamente al equipo de Zarek. Habla con un tipo de traje gris, demasiado formal para ser entrenador. Effy dijo que normalmente todos van vestidos con la camiseta del equipo.

—¿Lista? —me pregunta Kota.

—Más que lista.

Nos ponemos de pie y bajamos hacia una salida lateral. Es parecida al lugar donde bailamos en Los Ángeles, pero aquí hay una excepción: bajo las escaleras hay una puerta secreta. Esa puerta llevará a Kota al sitio donde están los documentos que necesitamos.

Mi celular vibra. Es Matt.

—¿Qué quieres? —susurro.

—¿Estás bien? Estamos en descanso y quería saber cómo iba el partido.

—Aún no empieza…

—¿Qué hacen ahí? —ruge una voz masculina.

Miro a Kota. Nos pillaron.

—Debo colgar. Te amo —le digo rápido, y corto.

—Tú distráelo —me dice Kota—. Yo voy.

Camino hacia el hombre con pasos pequeños.

—Emm… Señor, usted disculpar. Yo querer baño —digointentando imitar el acento de Sofía Vergara.

—¿No eres de acá? —pregunta.

—Colombia. Un placer.

Le estrecho la mano y veo de reojo cómo Kota desaparece entre las sombras.

—Déjame llevarte con alguien que pueda ayudarte —dice, tomándome del brazo.

La respiración se me corta. Mi corazón late tan fuerte que siento que va a salirse.

Estoy en aprietos.

El hombre me arrastra a una habitación junto a las gradas. Está repleta de trofeos y fotografías del equipo de la mafia rival. Desesperada, meto la mano al bolsillo, abro el celular y, sin mirar, escribo:

“SOS. Campeonato Zarek. Soy Colombiana. Al lado de las gradas.”

Apago el móvil y lo guardo bajo la polera negra.

—¿Sabes a dónde ibas? —pregunta el hombre.

—Baños.

—¿Por qué estabas en un lugar donde no debías?

—Tengo entendido que este es un partido, señor.

Suspira. Luego me entrega una hoja en blanco y un lápiz.

—Tu nombre, nacionalidad y fecha de nacimiento.

—¿Por qué?

—Porque estabas donde no debías, niñita. Escribe.

—Créo que estoy confundida, tenia entendido que este es un estadio, y van a realizar un campeontao de Voleibol, ¿Me he perdido? —pregunto.

Se lleva la mano a la frente, frustrado.

—Te dejaré unos minutos para que recapacites.

Sale. Me levanto y examino los trofeos, medallas y fotos. El hombre que describe Effy aparece en todas, junto a otro de barba castaña y ojos azules.

Vuelvo al papel.

Necesito un nombre Latino.

Bueno… apellido latino… ¿Vega? Creo que común.

Maya Vega.
Lo escribo.

—No puede entrar, joven —escucho desde afuera.

—Busco a alguien —reconozco la voz de Matt—. Baja, cabello negro, ojos azules.

—La Colombiana—dice el guardia.

No, Matt. No la jodas…

—Sí, la Colombiana. Está de intercambio y siempre se pierde —improvisa Matt.

La puerta se abre. Matt entra. Le agradezco con la mirada y él asiente.




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