Ideal

CAMBIOS

Es treinta de enero y celebro mi cumpleaños con una porción de tarta. Cumplo veinte años. Recuerdo lo felices que eran mis padres en mi niñez. La tarde se vuelve nostálgica al saborear sonrisas del pasado. Siento que perdí una parte de mí, es un vacío. El crecer arrancó un espacio de mi corazón. Ellos cambiaron de un día para otro, no recuerdo la última vez que vi a mi papá sonreír. Un par de lágrimas se deslizan por mis mejillas. Admito que la idea de independizarme fue agradable, pero tengo que ser fuerte si quiero seguir. Nadie te cuenta que cualquier pequeño detalle puede convertirse en un problema.

Esta ciudad es hermosa. Aprender a ubicarse fue difícil, vengo del campo, no sabía lo que era una avenida o una calle principal. Para mí las noches eran oscuras y peligrosas, llenas de ruidos, principalmente grillos. Acá en Numeria las noches son brillantes, alegres y ruidosas, pero no es un sonido que represente el temor, sino que dependiendo del día, puedes sentir molestia o gozo.

Me mude lejos de casa, a otro estado. Aproveché la oportunidad de seguir a Miranda, estudió conmigo y la conozco desde hace mucho tiempo. Ella sabía que trabajaba en un supermercado para ayudar a mis padres con los gastos de la casa. Cada vez que la visitaba me llenaba de ilusión al contarme del futuro prometedor que sus padres querían para ella. Se mudó a Numeria para estudiar; yo quiero lo mismo, por eso me esfuerzo en ahorrar. Tengo esperanzas en poder comenzar pronto mis estudios.

 

Todo parecía marchar bien con Miranda, hasta que su novio se convirtió en uno de esos pequeños detalles. Ellos tienen mucho tiempo juntos, lo conoció luego de mudarnos, pero esta última semana intentó insinuarse conmigo. Primero de manera leve, para luego intentar besarme y proponerme intimar entre los tres. Decidí contarle a Miranda. Creí que me entendería, pero terminé con un par de maletas en un hotel y con el ánimo por los suelos.

—¿Cómo es posible que te echara de casa? Tú también pagas alquiler, tienes todo el derecho —comenta Pamel con frustración.

Invité a Pamel a dar una vuelta en el parque después del trabajo, necesito hablar con alguien.

—Solo te conté para desahogar este sentimiento.

—Lo sé, pero no soporto la idea de imaginarme como te trató, después de tanto tiempo soportando sus tonterías, me llena de amargura. —Parece bastante molesto.

—Ya pasó, no tiene importancia... ¿Y sí mejor nos sentamos en los columpios? —añado—, me duelen los pies de tanto caminar.

Observamos la noche en silencio. La brisa fría refresca mi rostro y me entumece la nariz. Con los pies firme en la tierra hago movimientos lentos para menear el columpio, sonrío al pensar en el parecido a una mecedora. Quisiera acurrucarme en un abrazo hasta dormir.

—Gracias por acompañarme —expreso—, creo que ya me siento mucho mejor.

—Siempre puedes contar conmigo mi Karen, haré lo posible por estar disponible para ti—dice sonriente, siento un cosquilleo extraño por ese comentario.

—¿Por qué me llamas “mi Karen”?, lo dejé pasar porque pensé que era simple cariño, pero, siento que no es por eso ¿cierto? —pregunto temerosa.

—Si te soy sincero, no es por simple cariño, me gustas y pensé que también te gustaba... solo era cuestión de tiempo que lo aceptaras —sonríe.

—No puede ser... —Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo— esto tiene que ser otra de tus bromas.

—Quisiera Karen, pero no es así.

—Discúlpame... debo irme. —Detengo el movimiento del columpio—. De verdad perdóname por todo este malentendido. —Mi voz se vuelve temblorosa—. Gracias por tanto aprecio y paciencia —digo al levantarme.

—Karen, no te vayas. —Toma mi mano.

—Por favor. —De un golpe suelto nuestras manos—. Lo siento Pamel, no quiero volver a verte —digo conteniendo las lágrimas.

Intercambiamos miradas por un par de segundos . En su cara puedo ver la desesperación por estar a mi lado, aunque sus labios parecen sellados, no quiero quedarme a averiguar las palabras que tanto se esfuerza en formular.

 

En la habitación del hotel respiro profundo y decido darme una ducha para superar este sentimiento de temor. La confesión de Pamel me tomó desprevenida, lo sospechaba, me convencí que eran teorías tontas en mi cabeza. No supero el momento, el escalofrío que sentí me motivó a huir, y no soy capaz de volverlo a ver.

No tengo nada que me mantenga en este lugar. Planifico mi ruta en el teléfono, quiero irme lejos, donde pueda olvidar y reconstruir. Después de tanto tiempo, tener que terminar así es decepcionante. Que pesados estos sentimientos, no es común para mí el sentir tantas emociones.

Pude dormir un par de horas, creí que seguiría pensando en lo sucedido. Es extraño pero me siento motivada a mudarme; Mom es el nombre del estado más cercano. «Turístico, y el segundo en popularidad en todo el país» leo en voz alta las notas publicadas sobre las reseñas de este lugar. Sigo en busca de información en mi teléfono. Tiene una universidad económica donde podría estudiar administración. Estoy enamorada de los lugares que muestran, sus calles y plazas se ven agradables de pasar el rato. Parece movido y lleno de gente. La ciudad capital, con el mismo nombre de Mom, es amplia y muy grande, tiene muchos lugares llamativos. El clima parece ser similar a Numeria, un frío ligero que con el tiempo se hace dulce. Es emocionante, aunque no parece fácil encontrar alquiler.

Renuncio a ambos trabajos para dejar en claro la situación antes de irme, para no hacer algo similar a cuando huí de casa. De regreso al hotel con el boleto en la mano, me detengo a pensar, y recuerdo los buenos momentos junto a Pamel y Miranda, por separado. Son las personas cercanas que tengo a mi lado, y de repente ya no son de importancia, ahora solo quiero irme lejos.

 

Recojo mi maleta de la cinta transportadora. Observo un estante de mapas en la entrada del aeropuerto, tomo un par, seguro serán de ayuda. La ciudad es igual que en las imágenes que vi, está llena de vida y el arte tiene gran impacto, empezando con un muro de esculturas que decoran el camino al aeropuerto.




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