Despierto al mediodía, es sábado por la mañana. Tengo que aprovechar estos momentos de soledad, es muy raro que ocurra, y cuando pasa duermo cuanto puedo. Y sobre todo porque es sábado.
Voy de paseo de un lugar a otro con mi mapa para turistas. Veo a Daniel salir de un local, está justo al frente de la entrada del gimnasio mirando su teléfono. Parece recién salido de la ducha, viste un pantalón deportivo y una franela mangas largas. Con el frío que hace en esta época debería cubrirse un poco, más si va a andar con los cabellos mojados.
—Hola —saludo, no puedo evitar el impulso de estar emocionada cuando me acerco.
—¡Karen, qué sorpresa! ¿Acaso me estás acosando? —dice asombrado.
—¡No! Para nada, solo te vi y me acerqué a saludar —digo nerviosa.
—Tranquila, es broma —ríe.
—¿Este es el gimnasio donde vienes? —Observo el lugar.
—Si, vengo todos los sábados, del resto hago ejercicio en casa —contesta distraído, está usando el teléfono.
—Genial, es bueno estar en buena forma —suelto en automático.
—¿Tú haces ejercicio? —Guarda el aparato.
—¿Estirarse por las mañanas cuenta como uno? —añado insegura, me tomó por sorpresa su pregunta, pero solo ríe a carcajadas.
—No lo creo. ¿Qué haces por estos lados? ¿vives cerca?
—No, vivo al sur de la ciudad. Estaba camino a la librería —improviso—, la que está acá cruzando la calle, ¿sabes?
—Claro, paso por aquí cada sábado, difícil no conocer el lugar.
—Cierto, por un momento pensé que serías descuidado como yo. —sonrío insegura—. Aún me cuesta adaptarme. ¿Qué harás hoy?
—Acordé con mis compañeros de trabajo para salir esta noche —dice mirando su reloj—, pero si gustas, déjame guardar el morral en el coche para acompañarte.
—No hace falta, gracias.
—Descuida, también me apetece ir.
—En ese caso, está bien —sonrío.
Abre el coche estacionado frente a nosotros. Luce costoso, aunque no se nada sobre el tema, parece deportivo y moderno.
—¿Te gustan los coches? —pregunto camino a la librería.
—Si, el mío principalmente.
—Debe ser muy importante para ti. —Suspiro, me gustaría tener algo de valor.
—¿Por qué el suspiro? —juzga.
—No es nada, tonterías mías. —Debo controlarme, cuando estoy a su lado siento confianza, pero de todos modos aún no lo conozco.
Daniel me observa sin decir nada, luego vuelve la mirada hacia el frente. Estoy nerviosa, trato de pensar en un tema para hablar.
—Me encantan las librerías, es genial ver tantos libros —comento al entrar.
—Seguro. —Ríe—. Iré a echar un vistazo.
Observo insegura como se dirige al área de estudios, yo por mi parte, no quiero saber en estos momentos algo que me recuerde a la universidad. Es sábado, un día para el descanso. Me dirijo al área de ocio, me gusta ver que novelas tienen y luego veo el resto de libros que puedan interesarme.
Pasan minutos mientras veo cada libro, hasta que se acerca Daniel.
—¿Ya sabes que vas a comprar? —pregunta.
—¿Comprar? Con estos precios no lo creo, son muy caros —suspiro—, no puedo darme esos lujos.
—¿Entonces por qué vienes a la librería si no vas a comprar?
—Solo a ver, me gusta explorar libros que puedan ser de mi interés, para luego comprar —miento, observo un par de libros, solo estoy de curiosa.
—Eso no tiene sentido —dice revisando un recetario de cocina.
—A mi me gusta hacerlo —agrego para consolarme.
—Para cuando regreses te interesarán otros libros, ¿por qué no ahorrarse el viaje yendo una sola vez?
—¿Por qué me gusta pasear sin gastar?
—¿Se puede hacer eso? —Sonríe, pero esta vez puedo sentir la ironía.
Miro detalladamente a Daniel. Alguien como él no debe saber que es tener necesidad: su ropa, se ve de buena calidad, reloj, bien peinado, siempre oliendo a perfume, se nota que tiene cuidado con cada aspecto de su apariencia. Hoy viste distinto a los días anteriores, pero siempre parece ser alguien importante.
—Hagamos algo —dice cerrando el libro que miraba—, escoge lo que quieras, yo lo compraré.
—No hace falta... —corta mis palabras.
—No pasa nada, tómalo como un regalo —insiste.
Sonrío para aceptar el trato, comienzo a mirar de nuevo, recuerdo los libros que me gustaron.
—¿Listo? —pregunta Daniel luego de un par de minutos.
—Si, llevare esta novela, necesito algo con que distraerme.
—Bien —dice tomando los libros para pagar.
Salimos de la librería, de regreso caminamos hacía su coche.
—Compraste un libro de cocina, ¿te gusta? —pregunto curiosa.
—Si, me gusta probar diferentes comidas y prepararlas.
—Que genial suena.
—También compré este otro libro, para ti. —Tiende hacia mí una bolsa con la novela que elegí y el otro libro.
—¿Principios básicos de etiqueta? —leo el título de la portada.
—Esto te ayudará con tu perfil de trabajo en un futuro.
—Gracias. —Me sonrojo, ¿acaso se está preocupando por mí?
—Espero haberte ayudado, ahora si debo irme, ¿quieres que te lleve? —pregunta acercándose al coche.
—No, tengo que hacer un par de vueltas por acá, gracias —otra vez miento, no quiero irme a casa todavía.
—Entonces me despido —dice abriendo la puerta de su coche.
—Espera, no pasarás hoy por la cafetería, ¿verdad?
—No, los fines de semana no voy. —Queda pensativo por un momento—. Voy los días de semana después del trabajo.
—Está bien, nos vemos el lunes. —Me despido con la mano.
—Hasta luego Karen.