Preparo la cama para comenzar mi lectura antes de dormir, en ese proceso escucho a mis compañeras hablar mal de Steve, ya se les acabó la paciencia e interés que tenían. Mientras hablan escucho algo que puede ayudarme para evitarlo: ellas entran por la escalera auxiliar del edificio, queda justo en nuestra ventana. Pienso que dejar la ventana abierta para entrar mientras el cuarto está solo es un riesgo, pero tampoco tengo mucho de valor para perder. Gracias al truco de las escaleras, puedo llegar a cualquier hora, aunque subir de noche no parece algo muy seguro, pues esa parte del edificio permanece oscura; son escaleras auxiliares, sería bueno tener iluminación apropiada ya que es una salida de emergencia, pero por lo visto al condominio de este lugar no le importa.
Por fin llega el lunes por la tarde para poder ver a Daniel, esperé este día con mucha afán.
—Hola —comento al acercarme.
—Karen, ¿cómo estás? —dice amable, abre la puerta, invitándome a entrar.
—Estoy bien —sonrío.
Entramos juntos al local; todo en esta cafetería tiene buena pinta, es difícil elegir por dónde empezar, pues a lo largo de mi vida, mis oportunidades para probar comidas en la calle son nulas, algunos dulces si pude degustar en mi trabajo anterior en Numeria, gracias a Pamel, siempre me elegía para probar los dulces que elaboraba.
Termino por elegir una porción de tarta, tiene una mezcla extraña que quiero probar: chocolate y maracuyá. Acompaño mi tarta con un café caliente como siempre, Daniel por su parte pide un café y galletas de mantequilla, parecen ser sus favoritas.
—Entonces Karen, ¿de dónde eres?
—¿De dónde soy? ¿Cómo sabes que soy de otro lugar? —Siento curiosidad por su observación.
—El otro día, camino a la librería, dijiste que aún te cuesta adaptarte —comenta sin mucha importancia revolviendo su café.
—Ah, eso... Soy de Campes.
—¿Campes? ¿Por qué tan lejos?
—Porque primero me mudé a Numeria, luego de mi primer año allí decidí mudarme de nuevo al estado vecino para comenzar mis estudios. Me pareció bien este lugar porque la universidad es económica. —A pesar de todo fue un largo trayecto y todavía falta.
—Vaya, suena algo pesado. —Toma un poco de café—. Te entiendo, yo tampoco soy de acá pero llevo dos años trabajando y viviendo aquí, no lo conozco del todo pero si la mayor parte.
—Con razón no pareces ser de otro lugar —sonrío—. ¿De qué estado eres?
—Soy de Yorm.
—¡Genial! Según, ese estado es el mejor, muy hermoso, ¿eso es cierto? —añado emocionada, en el café hablaban mucho de ese lugar.
—Sinceramente me gusta Mom, aunque vive demasiada gente acá, no está saturado.
—Quizás tengas malos recuerdos y por eso no te gusta —replico.
—Pasé una parte de mi infancia en Mom, me pareció agradable volver.
—Entonces, te gusta este lugar y ya. —Doy un par de mordiscos a mi tarta.
—En cambio, tú pareces que sí tienes malos recuerdos.
—¿Por qué lo dices?
—Es algo que se nota, no sé explicarlo.
Bajo la mirada hacia mi tarta a medio comer, no quiero seguir la conversación; no tengo idea como puede darse cuenta.
—Está deliciosa esta tarta, no creí que funcionara esta combinación, pero de verdad funciona —sonrío, aprovecho para cambiar de tema.
Daniel emite un raro suspiro acompañado de un gruñido, luego mira la tarta.
—Debo admitir, tienes gustos muy extraños —ríe amable.
Simulo vergüenza, pero en realidad siento mi cara sonrojarse por esa risa tan espontánea.
—Trabajé en un café parecido a éste en Numeria, probé muchas mezclas raras, pero esta, a mi parecer funciona perfecta —afirmo—. Puedes reírte si quieres, pero sé que tengo buen gusto por lo dulce.
—¿Por qué no te quedaste en Numeria? ¿Tampoco te gustó?
—Porque… —Suspiro—. Ya te lo comenté, esta universidad donde estoy es realmente económica, en Numeria no encontré una oferta similar.
—Estuve en Numeria el año pasado, pasé el mes de diciembre por esos lados, no me quedé lo suficiente para saber que tal es vivir, no parecía mal lugar.
—¿En qué ciudad estuviste? —pregunto emocionada.
—Tampoco es muy grande, creo recordar que estuve en Ruma, en la parte norte.
—Yo también estuve en Ruma hacia el norte, casi nos cruzamos.
—¿Y luego encontrarte acá? Eso hubiera sido algo inquietante —supone sarcástico.
—Tampoco es que soy una acosadora, no por ahora —agrego en tono de burla.
—Me da temor de solo imaginarlo —bromea.
—¿Tuviste alguna acosadora? —Apoyo mi mentón sobre mi mano.
—Si, una que otra en el colegio. Cosas de niños supongo.
—Bueno, si ese es el caso, yo también tuve algunos —río—. Ahora solo son vagos recuerdos, en el momento era muy molesto.
—Si, que te persigan a todos lados, y una de ellas tenía una libretita donde anotaba todo lo que me gustaba —recuerda.
—A mi me cortaron un mechón de pelo, decía que era para dormir —río.
—¿Qué les pasaba a esos niños? —ríe también.
—A veces quisiera volver a ser una niña —pienso en voz alta.
—La vida no es como la contaron ¿no?
—Al menos no parecía tan complicado. —Muevo un extremo de mi labio como desánimo.
—Brindemos por eso. —Levanta su taza. Sonrío y me uno a su brindis.
Mi relación con Daniel mejora. Cuando estoy a su lado siento que el tiempo se detiene y nada tiene importancia. Solo con pasar la tarde puedo dejar a un lado mis problemas. Desde entonces mis días son fáciles, puedo retomar un poco la concentración para estudiar, gracias a mi estado de ánimo que me llena de motivación. Así cuando consiga pagar la mensualidad, podré recuperar rápido mis notas.
Voy a la cafetería a diario, no solo tengo el placer de su compañía, también me brinda dulces, un detalle que aprecio mucho, el azúcar en mi cuerpo se siente bien. Desde que lo conozco me siento como una niña consentida, un sentimiento que perdí bruscamente.