Llego a casa y escribo un mensaje a Daniel para avisarle, la excusa ideal para que tenga mi número. Tengo una mezcla extraña de sentimientos, no puedo evitar pensar que es uno más del montón. Todos los chicos que he conocido necesitan buscar chicas, de alguna manera hacen obvia su necesidad y dejan mostrar su lado tonto. Quería pensar que era real la ilusión que me hacía de él, me daba gusto imaginar un chico alegre, reservado, enfocado en su futuro, y de algún modo esperando encontrar en su camino a la pareja ideal. Sin embargo, sigo encantada con los recuerdos que tengo de su sonrisa, su amable ser, y estoy ahí, a su lado, disfrutando de un postre y una agradable tarde.
El ambiente en el apartamento se siente algo tenso: algunos de mis compañeros de piso están de viaje por reuniones familiares y quedamos dos personas en cada cuarto. Obviamente no creo que Steve tenga familia, y si la tiene, dudo que lo soporten. Empiezo a despreciar esta temporada del año, todo este ambiente familiar y de vacaciones. Lo pienso así, porque dando paseos largos por las calles, esperando que los días pasen rápido, veo muchas personas felices dando los mismos paseos: familias con sus pequeños, parejas sonrientes, grupos de amigos.
Sigo vestida de duende, intento ser alegre y entregar cuantas invitaciones pueda, pero el cansancio gana y me agota. Aunque duermo, siento que no descanso nada. Ya falta poco para terminar este año, puedo sentirme feliz porque cumplí algunas metas, pero no me siento tan animada como debería.
De regreso a casa me toma por sorpresa una lluvia. En el bus, la gente está emocionada, dicen que significa que el año siguiente será bueno y abundante. Pero para mí, las gotas caen y se deslizan en la ventana con nostalgia, porque mis recuerdos van y vienen. Los errores desaparecen y solo una persona me queda en la mente, ¿está bien depender de él? Este sentimiento es lo único que tengo ahora para disfrutar, sería una pena tirarlo al vacío también. A veces me pregunto, ¿qué estoy haciendo? Lo más importante en un principio era estudiar. Ahora, parece que Daniel es la prioridad, y está mal porque es un idiota.
Diciembre fue largo pero ya se acabó; esperé todo el mes la llamada de Daniel. Creí ser un poco importante para él. Todavía sigo ilusionada, a mi mente le cuesta creer que no tengo oportunidad a su lado. Todos los días intento no pensar en él, pero un pequeño respiro es suficiente para sonreír con su recuerdo. Me pregunto si me haría mucho daño seguir encantada con él. Mi teléfono vibra, de seguro llegó un mensaje de esas publicidades invasivas. Sonrío emocionada al ver el nombre de Daniel en la pantalla; por fin llamas.
—¡Hola! Pensé que llamarías hace un tiempo —comenta él apenas atiendo.
—Hola, —respondo nerviosa— disculpa, no quería interrumpir.
—¿Cómo estás? —corta mis palabras.
—Bien, supongo. —Suspiro, tanto esperar esta llamada para luego no hablar por nervios.
Tocan la puerta del cuarto, no puedo entender lo que Daniel pregunta. Dejo la llamada a un lado, me acerco a abrir, pero me detengo helada al escuchar la voz de Steve del otro lado. Estoy sola en la habitación, ni idea de lo que quiere, de seguro no es nada bueno. Siento un temor subir sobre mi cuerpo. Vuelve a llamar a la puerta y esta vez grita mi nombre. Miro a mi alrededor, busco una solución. ¡La ventana!, pienso con prisa. El frío de la noche es fuerte y el hierro helado quema mis pies, pero no se me ocurre otra idea que esconderme en las escaleras auxiliares.
—¿Karen? —escucho la voz de Daniel.
Aún tengo el teléfono en la mano con su llamada, gracias al temor olvidé por completo lo que hacía. No es justo, esperé por mucho tiempo esta llamada para perderla, tengo que contestar pero Steve sigue tocando la puerta.
—¿Está todo bien? —escucho nuevamente su voz.
—Si, solo atendía un compañero de piso —respondo, trato de mantener mi tono de voz calmado.
—¿Segura?
¿Qué puedo responder?
Cualquier pensamiento fue cortado de raíz cuando escucho la puerta del cuarto abrirse, «¿cómo pudo entrar si tenía seguro?» comento en voz baja. Necesito ver que hace Steve dentro de la habitación. Con cuidado revisa mis pertenencias, no entiendo que puede necesitar, por otro lado, puedo escuchar a lo lejos la voz de Daniel preguntando por mí.
Con el miedo que siento, el frío en mi cuerpo y mis pies lastimados no tengo cabeza para hablar con él. Miro el teléfono en mis manos. ¿Debería colgar sin explicación?
Y de pronto, un estruendo fuerte me estremece haciendo dar un brinco del susto, y lo siguiente que puedo ver es mi teléfono rebotar un par de veces por las escaleras directo al suelo. Mi problema está resuelto de la peor manera. Steve salió de la habitación, cerró la puerta de un golpe. Mi teléfono está en el piso del estacionamiento separado en varias partes. ¿Debería bajar? Desde acá no parece tener algún indicio de funcionamiento. De la tristeza que siento en este momento ya no me duelen los pies.
Entro calmada directo a abrigarme en la cama. Primero tengo que calentarme para organizar este revoltijo de sentimientos. Siento tristeza por no poder hablar más con él, odio por Steve y todo lo que es. Pérdida... no podré comprarme otro teléfono hasta que consiga trabajo de nuevo. También hay preocupación, este accidente funciona como un detonante, no poder tener en mente una visión estable de mi futuro es abrumador, todo lo que hago es generar preguntas y evadir mis problemas con excusas torpes, ¿cómo hago para salir de este abismo dónde entré por cuenta propia? Me duele la cabeza con esta tormenta de pensamientos, ¿de qué sirve todo esto?
Suspiro buscando donde posar mi mirada, espero paciente por el sueño que no debe tardar en aparecer. Creo que Reina no pasará la noche acá, me pregunto con quien estará. No hablo mucho con mis compañeras de habitación, aún así no puedo evitar escucharlas hablar a diario. Se mucho sobre sus vidas, como buenas amigas que se tratan entre ellas, y yo no tengo nada para participar.