Cierro la ventana con cuidado. Mis compañeras deben de estar dormidas, la habitación está a oscuras y es difícil moverse sin hacer ruido.
—¿Karen? —comenta Reina, prende la luz.
—¿Qué son estas horas de llegar? —añade Samanta, luego bosteza.
—Lo siento, no quería despertarlas.
—No para nada, cuéntanos, ¿dónde estabas? —Reina se sienta emocionada en su cama.
—Solo estaba con un amigo.
—¡Eso! —aplaude—. Yo sabía que mientras más callada, más traviesa.
—No, realmente es mi amigo. Nos encontramos en la farmacia y me invitó a comer.
—¿A comértelo? —sonríe Samanta.
—Vamos Karen, queremos un poco de chisme, nos lo debes por despertarnos.
—No parece que estuvieran muy dormidas la verdad. —Observo el desastre de la habitación.
—Te dije que no sería capaz. —Samanta se abriga y vuelve a la cama.
—En realidad, tengo un par de dudas. —Me quito la sudadera y los zapatos—. Cuando estoy con este chico siento un vacío dentro, y creo que… ¿tengo la necesidad de llenarlo?
—Bueno, por lo general siento eso cuando quiero acostarme con un chico —sonríe pensativa.
—¿Deseo? No creo que yo quiera hacer eso.
—¿No te derrites al verlo? ¿O no te lo imaginas desnudo?
—¡No! —Tapo mi cara, no puedo creer que mi mente imagine esas cosas.
—Ahí tienes tu respuesta —ríe.
—Que dulce eres —reprocha al salir de la sabana—. No parece que lo sepas, pero creo que lo quieres.
—Es atractivo, si, pero él no estaría conmigo. —Miro la bufanda sobresalir bajo la almohada.
—¿Entonces porque te invitaría a salir hasta la medianoche?
—Si ese chico tiene interés por verte, entonces quiere darte duro contra el muro. —Samanta mira a Reina, ambas sonríen convencidas.
—Dijo que soy su amiga. —Suelto mi cabello para cepillarlo.
—¿Será tímido?
—Salgamos de dudas. —Reina se levanta de la cama, recoge mi cabello—. Eres más atractiva con el cabello recogido.
—¿Dices que la arreglemos para una cita? —Samanta se acerca con un par de pintalabios—. El rojo te queda perfecto.
Reina revisa su armario y Samanta observa pensativa su maquillaje. Miro mi reflejo en la peinadora, me imagino vestida y maquillada elegante. Podría estar a la altura de aquella chica, y él fijaría su mirada en mí, como esa vez no apartó su atención en ella.
—Esto es una locura. —Busco mi pijama.
—Tengo la prenda perfecta, dejará ver tu figura pero seguirá siendo sutil. —Muestra una camisa roja de mangas largas con encaje y un pantalón negro ajustado—. No queremos ser descaradas, mientras más se deje a la imaginación será mejor.
—¿Sabes usar tacones verdad? —Samanta mide mis pies con un zapato color café.
—¿Tan altos? No estoy segura de poder caminar con ellos.
—Mañana estarás tan hermosa, que no importara como camines —afirma.
Me despierto tarde, estaba tan cómoda, que olvidé preparar el desayuno para Enrique. Frío los huevos mientras bostezo. No podré seguir con este acuerdo cuando consiga trabajo.
—Reina me contó a la hora que llegaste, así que ya desayuné por mi parte —dice al entrar en la cocina.
—Lo siento —apago la estufa.
—Supongo que me puedes recompensar en la cena —sonríe.
—Quizás no vuelva a casa —miento.
—Es una pena, me haría ilusión cenar contigo. —Acompaña su sarcasmo con un guiño.
—¿Qué hago con esta comida? —pregunto a su espalda y se retira sin responder.
El día pasa lento, la desesperación es agobiante. Estoy tan ansiosa porque llegue la tarde. No estoy segura de que pasará, pero me emociona mostrar una visión diferente de mí. Lleno mi cabeza de ideas, que hace un par de días no parecían posibles. ¿No sería lindo despertar a su lado? Tengo anhelos por ver su rostro al despertar, como narran en la novela, quiero vivir ese momento.
—¿Lista Karen? —comenta Reina con varias brochas en la mano.
—Todavía faltan un par de horas.
—Por eso mismo, hay que empezar desde ya.
Reina y Samanta trabajan bien juntas. Sin decir muchas palabras saben dividir lo que deben hacer. Me siento como un muñeco de prueba, arreglan mi cabello, uñas y rostro. No creo que sea necesario tanto, pero no soy capaz de reclamar, tampoco me dejarán.
—Supongo que estás depilada ahí abajo —dice Samanta al terminar mi cabello.
Mi cara se sonroja, puedo verme en el espejo. No había pensado en nada de eso, en las novelas no dicen nada sobre el tema.
—Si… por supuesto —sonrío nerviosa.
—¿No es tu primera vez? ¿cierto? —susurra Reina.
—No… ¿cómo crees?
—Que alivio, la primera es horrible —resopla—. Siempre lo será.
—¿Por qué?…
—Por el dolor, obvio —comenta Samanta con tono burlón.
Ambas comienzan a bromear sobre su primera vez. Empiezo a arrepentirme de ir a la cafetería. Mis manos tiemblan de nervios, trato de disimular, pero cada historia me hace sentir más nerviosa.
Las chicas hicieron un gran trabajo, estoy hermosa. Sería un desperdicio regresar. Respiro profundo antes de entrar en la cafetería. Espero en la mesa de brazos cruzados. Me siento extraña por tantas miradas. No tengo manera de ver la hora, los minutos pasan como segundos. ¿Y si no viene? Mi corazón se detiene por un golpe de solo verlo entrar. Desde lejos me mira confuso.
—Estás arreglada el día de hoy, ¿algún evento que me estoy perdiendo? —Deja las tazas sobre la mesa.
—Ninguno, solo quise arreglarme —comento nerviosa.
No puedo. ¿Cómo se hace? ¿Qué debo decir? Debe existir algún tipo de señal para esto. ¿Decirlo ahora no sería apresurado? ¿No debería esperar a terminar el café?
—Estaba pensando que esta noche… —Muerdo mi labio—. ¿Hacer algo especial? —Me observa en silencio.
—¿Salir a comer algunas de las opciones de ayer?
—No, me refiero —suspiro—. Tú y yo juntos, esta noche… ¿En tu casa?