Luego de un mes intenso de estudio y entregas soy libre nuevamente. Un día genial para salir, pero nadie está dispuesto. Le escribí a Daniel desde temprano, sigue sin contestar, creo que llegaré a su casa de sorpresa, algo que nunca hago. Está cerca de anochecer, es muy seguro que esté allí.
Tocó la puerta con entusiasmo. Abre una mujer de cabellos cobrizos muy sonriente:
—¡Hola! Por favor, adelante —dice la chica invitándome.
Entro confundida, esta chica me recibe como si me conociera. ¿Será que vine en mal momento? Acercándome a la cocina veo a Daniel y Alfredo, saludan con un simple gesto de mano.
—Tenemos manos extras para ayudarnos —comenta la pelirroja.
—Llegaste en un momento de trabajo Karen —agrega Daniel—. Ella es Majo, secretaria de Alfredo.
—Como verás, apenas estamos comenzando con la tragedia —añade Alfredo con pesar.
—¿Qué van a hacer? —pregunto.
—Una amiga, compañera del trabajo, se casará mañana, y yo, soy la encargada de hacer quinientas galletas para la celebración —explica la sonriente chica.
—Y nos obliga a nosotros a ayudarla —comenta Daniel mientras busca recipientes en la alacena.
—Al menos esta vez nos prometió pagarnos —agrega Alfredo.
—¿Sabes hacer galletas? —pregunta Majo.
—No —miento rotundamente.
—Karen —dice Daniel—, acompañe a buscar la harina en el coche.
Toma sus llaves y se dirige hacia el pequeño pasillo a un lado de la cocina, lo sigo. Abre la maleta del coche donde están dos sacos, veo que uno es de harina y otro de azúcar.
—¿Puedes con eso tú solo? —pregunto.
—Si, no es problema —responde—. Ahora, si no quieres estar aquí eres libre de irte, perdona que no te pueda recibir de manera apropiada.
—No pasa nada. —Esbozo una sonrisa—. Parece una noche muy entretenida.
—Cierra la maleta, por favor —comenta alejándose.
De nuevo en la cocina pregunto curiosa:
—¿No es mucho un saco para la cantidad que se usará?
—Si, de hecho creo que no utilizaremos todo —responde Majo pensativa, observa un cuaderno, luego me dirige su mirada—. Soy repostera cuando puedo, material que no use aquí me servirá para después —sonríe.
Majo se encarga de indicarnos los pasos uno por uno. Luego supervisa y ayuda para que todo salga bien.
Pasamos un rato concentrados en nuestros trabajos de amasar, cortar, hornear. Cuando ya estamos por acabar ellos hablan un rato, yo me quedo en silencio y continuo con mi parte.
—¿Ya tienes listo lo que te vas a poner Majo? —pregunta Alfredo.
—¡Claro! —responde ella con entusiasmo—. Tengo que verme espectacular si cierta persona estará presente —ríen los tres, como si se tratara de un chiste.
Continúan en su charla y ríen por un rato, temas relacionados al trabajo que no entiendo.
—¿Karen —dice Majo—, te gustaría ir a la boda?
—Pero si no conozco a nadie.
—Nos conoces a nosotros —sonríe Majo—. Además yo puedo llevar a quién quiera, tengo una invitación doble.
—En ese caso, tengo un vestido que me gustaría estrenar —acepto. Daniel me observa por un momento para luego volver la mirada en las galletas.
—¡Qué emoción! —exclama Majo—. Alfredo siempre me deja sola —añade.
—¿Y Daniel también? —pregunto.
—No —responde Daniel—, yo no participo en ese tipo de eventos.
—Tonterías de él —reprocha Alfredo—. En las bodas se sacan los mejores partidos.
—Soy consciente de ello —suspira Majo—, mis compañeros se aprovechan de cazar como si fuera una noche de pasarelas.
—¿Por eso crees que cierta persona te buscará? —agrega Daniel burlándose.
—Espero algún día te enamores y sientas el dolor de ser ignorado. —Lanza una mirada fulminante, Daniel solo la observa sorprendido.
—No te metas en ese terreno amigo —ríe Alfredo—, mira que ya te amenazaron.
—Ya veo —añade Daniel con ligera risa—. Puedes estar tranquila, eso no pasará —afirma.
De pronto los tres se ríen rompiendo cualquier ambiente tenso, creo que es común entre ellos; aunque yo sé lo que se siente querer a alguien que te ignora o desconoce.
Pasamos una noche de mucho trabajo, fue divertido estar entre ellos. Majo es muy alegre y cómica, se siente alguien agradable y ayuda a romper cualquier ambiente incómodo.
—Estoy cansada, nunca hice tantas galletas en mi vida —digo recordando el trabajo con mi vecina.
—Te desempeñas bien para ser tu primera vez haciendo galletas —observa Majo—. A veces recibo encargos, ¿no te gustaría trabajar conmigo?
—No creo que tenga tiempo —respondo mientras limpio—, pero me lo pensaré.
—Genial, acá te dejaré mi número. —Busca un papel—. Escríbeme más tarde para cuadrar la salida de mañana.
Alistamos todo para dejar la cocina en orden antes de retirarnos, las galletas quedarán en casa de Daniel por ahora. En la puerta de entrada nos despedimos, pero siento que alguien toma mi brazo.
—Karen estoy muy cansado como para manejar —comenta Daniel.
—Te ofrecería llevarte pero nosotros vamos al sur —agrega Alfredo—, según tengo entendido tu vas al norte, ¿no?
—Tranquilos, puedo tomar un taxi —sonrío amable.
—¿Por qué no te quedas esta noche? —propone Daniel.
—Tengo hambre y mañana debo estar temprano para mí clase, aunque sea sábado —agrego una mentira.
—¿Yo también puedo quedarme? —pregunta Majo.
—Solo tengo un cuarto disponible —responde Daniel.
—No tengo problemas en compartir —asegura Majo—. Necesito estar temprano en el centro, de hecho, podrías ayudarme Karen. —Parece pensativa—. ¿Dónde queda tu clase?
—Cerca del Paseo al mar —observo curiosa—. ¿Por qué?
—¡Está perfecto!, tengo que dar vueltas por allá, después nos reunimos para arreglarnos e irnos juntas a la boda. ¿Te parece? —propone ella.
—Suena maravilloso —suma Alfredo sarcástico despidiéndose con un gesto.