Me levanto con mucho dolor de cabeza, siento que todo me da vueltas, tomo un par de minutos para calmarme antes de bajar las escaleras.
—Buenos días —saludo a Daniel, está sentado en la cocina, observa su teléfono mientras toma un vaso de jugo.
Solo me dirige una breve mirada y vuelve a posarla en su teléfono.
—Aún molesto —supongo—. Me duele mucho la cabeza.
—Come un poco, tal vez te ayude —señala el microondas.
Me acerco y encuentro dentro un par de emparedados.
—Gracias, siempre atento —sonrío.
—Deja uno para Majo.
Observo cada detalle de Daniel y disfruto del desayuno. Mira su teléfono con el semblante serio. Me hace recordar la conversación de ayer, que de cierta forma me cuesta recordar un poco; siento tristeza sin tener claro el motivo.
—Daniel —murmuro tímida—, necesito tu ayuda.
—Dime.
—Necesito un abrazo.
Daniel me mira incrédulo, pero, luego de un par de segundos sonríe complacido acercándose para abrazarme. Sus brazos son cálidos y fuertes, se siente bastante seguro. Cómo si el mundo pudiera caerse a pedazos, si estoy con él, no pasará nada.
—Buenos días tórtolos —aparece Majo bajando las escaleras—. ¿No interrumpo nada serio?
—No —apresuro en responder—, Daniel solo me consuela.
—Parece ser su primera resaca —bromea él.
—Que tierna eres Karen —sonríe Majo.
Cada quien tiene tareas por hacer esta mañana, de igual forma Majo me convenció para pedirle a Daniel un favor: llevarnos de un lado a otro. Sin su ayuda sería difícil movernos.
A pesar de todo, asisto a mis clases de mentira. Me toca pasear un rato por la universidad y esperar la hora. Daniel va al gimnasio y Majo a organizar los recados. Después iremos a entregar las galletas al salón de fiestas.
Mi vestido es negro con un escote abierto, muy expuesto y una abertura en el costado derecho de la falda. Este es un vestido que me llegó por equivocación, pues pedí uno diferente. Se resolvió el mal entendido y de todos modos me quedé con ambos vestidos.
—Karen te ves maravillosa —comenta Majo al verme—, pero si usarás un vestido como ese debes acompañarlo con el cabello liso y unos labios rojos provocativos.
—No sé hacer nada de eso —río.
—Tranquila, yo me encargo de todo —añade complacida.
Estoy nerviosa sentada junto a Majo en nuestra mesa, el lugar está lleno y no conozco a nadie. Es un salón bastante amplio, lleno de luces y decoraciones románticas en tonos rojos y blancos, con mesas alrededor dejando en el centro un espacio para bailar. La primera boda a la que asisto. Llegamos luego de los votos de amor, supongo que me perdí la parte más emotiva, eso creo. Majo parece impaciente mira los alrededores, su vestido verde claro hace juego con sus cabellos cobres, y sus ojos azules le dan un toque vibrante a su atuendo.
—¡Allí está! —exalta Majo—. Sabía que vendría.
—¿Ya llegó tu galán? —añado divertida.
—Karen, me está mirando, me siento nerviosa —explica sonrojada.
—Ve con él —sonrío—. ¿O le quieres hacer esperar?
—No puedo dejarte sola —exhala.
—Estaré bien.
Majo se relaja un poco, respira profundo, toma el valor y dirige sus pasos hacia su chico.
Cada mesa tiene una botella de alcohol como regalo, me pregunto qué haré con ella. Paso el rato disfrutando de los tragos y bocados ligeros que sirven regularmente de mesa en mesa. Observo la gente, cada tanto se acerca un chico para invitarme a bailar, no dudo en rechazar las ofertas con mi mejor sonrisa. Parece que el plan de conocer nuevas personas va fatal. Hundida en mis pensamientos me sorprendo al escuchar a Majo decir mi nombre, dirijo mi vista hacia ella, se acerca con mucha emoción y energía.
—¡Karen adivina quién vino! —exclama.
—No conozco a nadie. ¿Cómo sabría de quién se trata?
—Oh. —Majo sonríe—. Viene para acá.
No puedo evitar sonreír al verle, Daniel camina con total elegancia en su traje, con esa misma mirada tranquila y segura de siempre. Parece tan difícil aceptar que ese es mi amigo.
—¿Qué haces aquí? —reprocha Majo—. Todos te miran con asombro, de seguro están pensando que es un indicio de buena suerte para la pareja —ríe.
—Tengo que asegurarme que no abandones a Karen —responde él—. Y tal parece que ya la dejaste sola.
—No pasa nada —añado—. Estoy disfrutando de la fiesta.
—¡Karen! Rechazaste a cada uno de los chicos que se acercaban —expresa Majo.
—Eso no importa —comenta Daniel sentándose a mi lado—, ya me encargué de ese tema, no sé acercarán más.
—¡No puede ser! —Majo sonríe pícara—. La reclamaste como tuya. Entonces, en ese caso, ya no tengo nada que hacer acá.
Miro a Daniel sin entender mucho su conversación, este se acerca a mí rodeándome con su brazo. Majo parece complacida al retirarse. Siento mi cara sonrojarse, el calor que me da estar junto a Daniel es agradable, es como aquel abrazo sincero que le pedí.
—Esta noche estarás junto a mí. Espero no te importe, tengo que dar a entender que estás conmigo —rompe el silencio.
—¿Porqué hay que dar a entender que estamos así de juntos? —pregunto.
—Bonito escote, por cierto. —Sonríe, toma un trago largo y come un par de bocados.
—No fue un vestido que quise, me llegó por equivocación y tiene tiempo guardado en mi armario. Me pareció un buen momento para usarlo —explico.
—Maravilloso momento —agrega irónico, vuelve a tomar un trago largo.
—Parece que tienes mucha sed.
—Mucha. —Sigue bebiendo, creo que tiene pensado acabar con las bebidas predispuestas en la mesa.
—¡Daniel! Que sorpresa verte acá —comenta alegre un chico que desconozco, igual de apuesto, creo que todos los compañeros de Daniel han salido de una revista—. Yo sé que pareces un poco ocupado, pero este es un momento que no puedo dejar pasar.