Llega el día de mi cumpleaños. Es domingo e invité a Amanda para celebrar esta noche en mi casa. Las demás chicas no podrán porque están ocupadas.
Estamos en un mercado, busco ingredientes para una torta casera, ninguna de las dos tiene idea de como hacer una, pero nos gusta experimentar.
—¿Cómo sabes todos los rumores que se hablan en mi trabajo? —Una voz llama mi atención—. Ajá, ¿no te parece que exageras?
Hace un breve silencio, parece hablar por teléfono.
—Madre, estoy un poco amargado para seguir con esta tontería —dice, en un tono sarcástico demasiado familiar que logra sacarme una sonrisa—. Quizás sea la falta de sexo. —Suelta una risa—. Si no quieres escuchar entonces no te metas. —Sin darme cuenta la voz se acercó a mi pasillo—. Sabes, tengo que colgar, saluda al pequeño Santi de mi parte, es al único que extraño —sonríe.
—Que sorpresa verte —sonrío nerviosa.
—¿Estás de compras? —pregunta Daniel.
—Si, estaba viendo... la azúcar —respondo en busca de una excusa; él no sabe que hoy es mi cumpleaños, ¿se molestará si se entera?
—¿Azúcar? En el área de condimentos, a menos que… busques está. —Escoge un paquete de azúcar pulverizada de otro estante.
—Esa misma es. —Tomo el paquete—. Gracias, ¿tú que buscas?
—Vinagre de manzana, parece que en esta tienda tampoco hay.
—Karen. —Amanda se acerca—. Encontré esta mezcla preparada para hacer torta. —Quita la mirada del empaque—. Hola Daniel, no me había fijado quien eras, ¿también te unirás al cumpleaños de Karen? —Sonríe amable; la mataré por eso.
—¿Ah, si? —inquiere Daniel.
—Amanda. —Toco su hombro—. ¿Por qué no buscas las fresas?
—¡Cierto! Ya vuelvo —afirma.
—Feliz día Karen, no lo sabía… iré a la tienda vecina a echar un vistazo —se despide.
—Espera, ¿quieres pasar la noche con nosotras?
—¿Quieres? —pregunta dudoso.
—Si quiero, solo sentía vergüenza de contarte, tenemos tiempo conociéndonos y no sabemos estas tonterías de nosotros.
—Por eso me tiene sin cuidado, sabes que no me importan. Si tú no querías decirme nada, así lo acepté… igual tengo que ir por el vinagre.
—Espera, hacemos nuestras compras y vamos contigo.
Amanda se pone un poco nerviosa con Daniel presente, ella siempre es tímida.
Veo una oferta de licores muy tentadora y convenzo a Daniel de comprarla.
Llegamos a casa. Desempacamos las bolsas y procedo a leer atenta la receta de la mezcla para tortas. Ante mi inseguridad, y el desacuerdo que genera Amanda por mis decisiones, Daniel decide ayudarnos. Por supuesto, también sabe preparar dulces.
—Ya está la torta en el horno —comenta Amanda sonriente—. Juguemos a un juego de preguntas, si responden mal, beben.
—No por favor —refuta Daniel—, que juego más infantil, perdonen pero yo no me apuntaré a esto.
—Entonces deberás tomarte cinco bebidas especiales —reprocha Amanda.
—¿Bebidas especiales? —repite curioso.
—Las bebidas especiales, sus componentes son un secreto, casi nadie las aguanta —responde pícara.
—¿Me estás retando? —sonríe aceptando.
No tengo idea desde cuando estos dos se llevan bien, parecen cercanos. Agradezco que esté Amanda, no creo poder estar a solas con Daniel, no nos vemos desde aquel beso. Mis ojos lo ven de diferente manera: con deseo. Solo pensar en lo que siento me pone nerviosa, ¿no se supone que el tiempo ayuda a olvidar? Olvido lo malo y atesoro los buenos recuerdos de ese día.
—Amanda no hay necesidad de embriagar a Daniel —agrego a su conversación.
—Eso quiero verlo —desafía él.
—Aceptó con gusto, eres testigo —aclara, y se dirige a la cocina.
—¿Seguro quieres embriagarte? Recuerda lo melancólico que te pones —bromeo.
—De verdad no creo que con cinco bebidas me hagan caer.
—Dame las llaves de tu coche, quiero asegurarme esta vez. —Ríe incrédulo dándome las llaves.
Picamos la torta, para comer lo dulce antes de las bebidas. Hablamos un rato sobre temas irrelevantes entre los tres. Él parece bastante amigable, comparado a como lo describió Majo; dijo que anda aislado, tanto que no sale con nadie, y en la oficina tiene un mal humor permanente.
—Esta es la famosa bebida, tomemos el primer trago rápido, es recomendable para no sentir lo amargo. —Amanda ofrece tres vasos.
—¿Verde? De seguro esto me va a acabar por la indigestión, antes que el mismo alcohol —ríe aceptando su vaso.
—Yo con uno estaré bien. —Alguien tiene que tomar el control esta noche.
—¿Y qué pasó con este chico Karen? Jon, creo que se llama —pregunta Amanda haciendo una pausa para beber—. ¿Trabaja contigo, no? —Mira a Daniel, espera su respuesta.
—Amanda. —Sonrío con desprecio—. Deberías tomar otra bebida, de hecho, ¿por qué no preparas la siguiente ronda?
—Aún no termino con la primera —observa curiosa.
—Jon trabaja conmigo si, él parece que tiene mucho interés en tu amiga —responde Daniel, mirándola.
—¿Te refieres a Karen? ¿Qué dijo él? —continúa Amanda, emocionada con el tema.
—¿Me acompañas a la cocina, Amanda? —Lanzo una mirada amenazante.
—Ella está hablando conmigo —dice Daniel.
—Es verdad —asegura Amanda—, ¿puedes traer las bebidas Karen? Dejé una jarra preparada.
Voy a la cocina por las bebidas. Siento que perdí esta batalla y no alcanzo a escuchar lo que hablan. Tampoco tengo claro que está pasando.
—En realidad Jon es un buen chico —escucho decir a Daniel.
—Aquí tienen sus bebidas —digo al regresar.
—Karen ¿escuchaste?, Daniel dice que no deberías temer. Así que Jon es buen partido para ti, pero, creí que te gustaba David —expresa Amanda.
—Definitivamente te mataré luego de esto —bromeo.
—¿Por qué? —pregunta Daniel—. Estamos en confianza —sonríe.
—Karen, ya te vas a poner negativa, la que necesita bebidas eres tú, para que te relajes —añade alegre.