Ha pasado una semana desde que intento reunirme con Daniel. Sigo pensando que está evitando cruzarse conmigo, ahora quiero evitar esta distancia que me genera ansiedad y tristeza. Si no hubiera rechazado salir el sábado anterior no tendría que sufrir por esto, pero tampoco hubiera podido hablar con Jon, y necesitaba esa sinceridad. Me pregunto si sabrá que no estoy saliendo con nadie.
Las clases retornan intensamente. Siento el desánimo caer sobre mí, quería tener tiempo libre para buscarlo. Mis amigas hablan sobre rumores ajenos, no puedo concentrarme en nada, siento que el estrés se acumula en mi espalda y es doloroso.
—¡Karen! —grita Madison.
Presto atención a sus miradas fijas en mí.
—¿Me hablaban? —Asienten—. Disculpen, estoy pensando en los exámenes de la próxima semana.
—No puede ser, la más estudiosa —responde Monic con sarcasmo.
—Estoy bastante estresada en este momento y no logro despejar mi mente.
—Deberías pedirle a Jon que venga por ti en vez de Daniel, sería una mejor ayuda —dice Madison, guiña el ojo.
—¿Qué dices? —pregunto.
Todas señalan el estacionamiento.
—Pero yo no le pedí que viniera. —Reviso mi teléfono—. Tampoco me escribió.
—Que importa, anda, no lo hagas esperar. —Karrie me da un pequeño empujón.
Me despido con señas, me acerco lenta y torpe hacia Daniel. Recuerdo pensar que existe la posibilidad que sienta algo por mí, la sola sospecha me hace sentir nerviosa e inquieta.
—¿Por qué no me avisaste que venías? —pregunto—. A veces estoy ocupada.
—¿Estás ocupada? —expresa confuso.
Me siento histérica sin saber por qué, mientras que él siempre se mantiene calmado. Hasta cuando se molesta lo siento calmado.
—No, pero podría estarlo. —Evito su mirada.
—Bien, entonces te escribiré cuando pueda volver a verte. —Abre la puerta del coche.
—¡No! —apresuro en responder—. He tenido una pésima semana —digo resignada.
—Sube, te vendría bien un café.
Entro en su coche. ¿De verdad no estaba evitando verme?, todos esos mensajes sonaban a excusas. Respiro profundo para calmar mis nervios, hace un momento quería huir y encerrarme en casa, no entiendo qué pasa conmigo.
—¿Ha sido difícil tu semana? —pregunta sin apartar la mirada del volante.
—Fue un poco lenta y aburrida, ahora será estresante —resoplo —. ¿Qué tal tu semana?
—Agotadora, tengo demasiado trabajo que hacer.
—¿No deberías estar en casa descansando?
—Sí, pero logré sacar algo de tiempo esta tarde.
Llegamos a la cafetería, sonrío por recordar esos momentos agradables. No tuvimos que dejar de venir.
—¿Tanto tiempo y solo pedirás un café? —digo al sentarme en la mesa.
—Estoy bien así, gracias —sonríe.
—Tonto —sonrío—. ¿Te acuerdas?
—Perfectamente —asiente—. Esa chica no paraba de acosarme —bromea.
—¡Oye! Yo venía de ánimo para reclamarte, ahora que logré calmarme, llegas tú con un solo comentario a estropearlo todo —señalo su cara con una galleta.
—¿En serio? ¿Qué querías reclamar?
—Bueno… creo que me evades, y el trabajo solo es una excusa. —Alzo mis hombros.
—¿Por qué haría eso? —Roba una de mis galletas.
—No lo sé… —revuelvo mi café—. Soy un torpe oso de peluche.
—¿Perdón? —ríe—. ¿Por qué de pronto dices eso?
—Este oso está triste porque teme perder a su amigo —susurro.
—No puede ser. —Tapa su cara con sus manos—. ¿Por qué el oso piensa eso?
—El piensa que cometió un error al rechazar a su amigo por un compañero de trabajo —digo nerviosa mirando la mesa.
—El oso puede estar tranquilo. —Suelta una risa fugaz—. Y recomiendo a ese oso que se tome un descanso y deje de pensar demasiado.
—Gracias —susurro al mirar sus ojos—. Me encanta tu tranquilidad.
—Ahora, seguiré estando ocupado. Necesito terminar todo el trabajo pendiente antes de la otra semana —confiesa—. Me iré de viaje a Yorm por un mes.
—¿Qué? ¿por qué tanto tiempo? ¿Es por familia?
—No, mi familia ya no vive allí, solo tengo a una prima. La inmobiliaria abrirá una sucursal y tengo que ir a entrenar personal, me han elegido por ser de allá.
—¿Y si luego quieren que te quedes? —menciono preocupada.
—Eso no va a pasar —responde seguro.
—¿Que haré un mes entero sin ti? —pienso en voz alta.
—El tiempo pasa rápido, sin contar que ya hemos pasado un mes distraídos y ocupados en nuestras vidas.
—Si, es cierto, pero esto es un golpe muy duro para el oso —reprocho.
—Ese oso —ríe—, va a estar bien, estoy seguro.
—Estará bien si me prometes algo. —Estiro mi mano—. Prométeme que me responderás antes de irte a la cama.
—Bien, lo prometo. —Estrecha su mano con la mía.
—Odio cuando ignoras mis mensajes. Entiendo que tienes que hacerte el difícil, pero no conmigo —suplico.
—No lo hago por eso, en realidad, cuando lo hago es porque no tengo nada que responder.
—Sigue siendo sospechoso para mí —juzgo.
—¿Qué no es sospechoso para ti? —Ambos reímos.
—¿Acaso estás diciendo que soy una loca fisgona?
—En realidad lo has dicho tú, y solo tú podrías haberlo dicho mejor —ríe.
La tarde se nos fue en conversaciones sin sentido. Aunque estaba nerviosa por estar a su lado, pude estar tranquila el resto del día. Obviamente no fui capaz de preguntarle nada al respecto de sus sentimientos, no sé si yo misma estoy lista para esa conversación; el miedo que sentí al verlo fue difícil de ignorar, me recordó a aquella confesión de Pamel. No tiene sentido, hui esa vez porque no sentía lo mismo por él, este caso es distinto, esta vez me gusta mucho.