Ha sido una semana llena de exámenes, pronto terminará toda esta pesadilla. Sueño con ese día y cuento cuanto falta para que llegue. Y también tengo en cuenta regresiva los días para que regrese Daniel. Estoy preocupada, luego de tener dos semanas lejos, no cumple su promesa de responder mis mensajes antes de dormir, espero que este descansando bien y que el motivo sea por ser un idiota y no por que le pase algo.
Hoy está de regreso, y no es cualquier fecha, es veinticinco de abril. Tengo pensado llegar a su casa de sorpresa con un pastel, solo debo confirmar a qué hora estará en casa. Escribo a Majo para que me avise cuando salga de la oficina. Paseo entre las tiendas mientras espero su respuesta, las vitrinas están llenas de prendas bonitas. Los colores resaltan en todos lados, la primavera inició llena de alegría y emociones en la ciudad y los turistas son fáciles de notar. Mi teléfono recibe la respuesta:
«Estuvo temprano, hizo una entrega y se fue, debe estar cansado del viaje; hasta la mamá de Daniel pasó por acá saludando. Escuché que pasará el día con sus padres» escribe Majo.
Es raro que esté con sus padres. Es la primera vez que escucho que vienen, tengo entendido que viven lejos. Siempre sale del trabajo alrededor de las cinco, a veces puede tardar hasta las siete cuando se trata de un día ocupado. De igual forma me toca esperar a la noche. Miro a mi alrededor, estaba tan desesperada por ir a su casa que salí para esperar en el centro de la ciudad. Ahora tengo varias horas libres sin saber qué hacer. Suspiro. Supongo que no estaría mal ver una película en el cine.
Toco el timbre. Todo está listo, tengo el pequeño pastel en las manos delante de su puerta, espero que sus padres no hayan decidido quedarse a dormir, sería una verdadera vergüenza.
—Karen. —Abre la puerta sorprendido.
—Feliz día Daniel. —Ofrezco la tarta en su caja.
—Gracias, no esperaba verte.
—También espero que me dejes entrar, muero por probar ese pastel —sonrío.
—Yo sabía que no sería para mí solo —ríe.
Entro fijando minuciosamente mi atención sobre las bolsas en el mesón y su maleta a un lado del sofá. Llegó temprano de viaje y todavía no ha podido desempacar. Con la luz de la cocina puedo apreciar mejor su rostro, realmente sus ojos se ven agotados y su cabello está despeinado.
—¿Quieres comer un trozo ahora? —pregunta abriendo espacio en la cocina.
—Si, un poco de dulce te puede ayudar a tener mejor ánimo —bromeo—. ¿De qué son estas pastillas? —Tomo un frasco que llama mi atención.
—Son pastillas para dormir. —Coloca un plato frente a él—. Mi padre me las regaló, porque sabía que… —Concentra su mirada en el fregadero—. No es nada.
—¿Estás bien? —pregunto preocupada—. Puedes contarme, si así lo quieres.
Se sienta a mi lado con su trozo de pastel. Parece pensarlo mucho. Decido darle tiempo mientras empiezo a tomar pequeños bocados, disfruto que la crema se deshaga en mi boca.
—Todo es un caos —dice—. Sabía que no tenía que hacerlo, pero no pude evitar revivir recuerdos. Y ahora por mi culpa, mi tía echó a su hija de su casa.
—Oh… suenan bastante tenso y turbios esos recuerdos —comento sorprendida.
—Lo es. Tengo la cabeza hecha un desastre, y no sé como decirlo —confiesa.
—Cuando eso me pasa hago un esquema y suelto frases por separado para luego unirlas. ¿Quieres intentarlo?
—Si… lo haré. —Piensa—. Hace seis años, mi prima Estela se suicidó. Ella era menor, cuatro años menos que yo, y sufría de un trastorno depresivo constante. —Toma aire, su respiración se vuelve acelerada.
Toca su brazo, mantiene su mirada fija en su plato aunque no parece estar viendo nada en específico.
—Su familia es un desastre —retoma—. Siempre intenté estar para ella. Pero su madre es un ser despreciable. —Gira su cabeza de un lado a otro—. No creo que funcione.
—Entiendo que… tu prima que echaron de casa es hermana de Estela, y su madre es problemática; mis padres también lo son, y realmente me sacarían de casa por muchos motivos. Pero, ¿qué tiene que ver contigo?
—Se llama Jas, y su hija es Liza. Creo que con nombres suena mejor. Fui a visitar a Liza en la misma casa donde vivía Estela, convencido que Jas no sabría de mi visita. Su cuarto estaba igual que hace años, de verdad es doloroso y no entiendo por qué quieren conservar el recuerdo.
—Sinceramente, yo hubiera preferido vender la casa, antes que mantener todo igual —añado tratando de calmar la tensión.
—Si —sonríe—. Pasé una noche en prisión por su culpa, y toda la familia me hizo a un lado. Hasta mi propia madre creyó de maneraciega en sus acusaciones. Jas estaba convencida que abusé de su hija, juraba que su niña vivía deprimida por mi culpa y no por sus insultos diarios. —Respira profundo—. La maltrataba y le repetía que no tenía padre por su propia culpa; que esa pobre chica era la culpable de su desgracia. —Frunce el ceño—. No puedo, mi mente se balancea de un lado a otro.
—Ahora entiendo el motivo de las pastillas —añado nerviosa.
—Lo siento, no quiero abrumarte con todo esto.
—No estoy abrumada, es cierto que hay mucho que digerir, pero puedes seguir. —Hundo mi dedo en su mejilla, me regresa una sonrisa.
—Liza fue echada de casa por defenderme. Y Jas me odia tanto, que si tuviera la oportunidad de nuevo, me mataría. —Lleva sus manos a su rostro.
—Supongo que me equivoqué. Recuerdo que al conocerte creí que tu vida estaba arreglada, no pensé que podrías haber sufrido algo así.
—Cuando te conocí… —Suelta una amarga sonrisa que genera un dolor agudo en mí.
—¿Por qué esa expresión? —pregunto temerosa.
—Cuando te vi llorar en la cafetería sentí la necesidad de acercarme, era como verla a ella. Me sentí tan devastado —dice mirando el suelo—. Sin pensarlo llegué ante ti, sentía la necesidad de apagar esa tristeza. Luego de verte reír no supe qué estaba haciendo. —Genera una pausa—. Intenté invitarte a salir para disimular.