Despierto a pleno mediodía, es jueves, cuadré para salir con mis amigas, en un intento de retomar mi vida social luego de aislarme por un tiempo. Con pesar y desgano preparo un desayuno sencillo, antes de organizar mi habitación. Y luego, espero que se haga de tarde para salir. Daniel cumplió con su parte de escribirme a diario y responde rápido. Sonrío complacida al recordar todo su esfuerzo por mantener mi atención. Siempre logra escaparse los lunes del trabajo para vernos, espero que luego no tenga problemas por eso.
Indecisa delante del espejo, recojo mi cabello en diferentes estilos, no logro decidirme por uno. Clavo la mirada en mis ojeras, si no fuera por el maquillaje luciría terrible. Este trabajo es agotador, y tener el horario invertido se siente más cansado de lo habitual. No logro entender como tenía tantas fuerzas antes para aguantar dos trabajos al mismo tiempo. Supongo que era joven, y todos estos años no pasan de gratis. Envejecer: cada vez se hace más presente esta palabra, y todavía no piso los treinta, que estresante. Deshago la cola de caballo que había decidido llevar; suelto, así será, luzco despreocupada, y eso quiero ser.
Caminamos de un lado a otro, nos encanta ver las tiendas desde afuera, me alegra mucho que adquirieron este gusto por pasear sin gastar. Reímos por las críticas sin sentido a los mostradores. Nos sentamos para tomar batidos y descansar un poco los pies. Me gustan los lugares al aire libre, más si estoy en un grupo, me desagrada que las conversaciones se mezclen con las de otras mesas, como suele suceder cuando el sitio es cerrado.
—Así que Karen y Amanda se resignaron y decidieron trabajar en un café —comenta Karrie pensativa—. Supongo que también me tocará aplicar la misma.
—Cuando se necesita el dinero, no hay otra forma —sonríe Amanda.
—Te toca porque eras una chica dulce —comenta Monic—. Hay otras maneras.
—No empecemos con el tema —suplico.
—Es que no todas tenemos esa apariencia querida amiga. —Ríe Madison—. Muero de ganas por un chico. —Todas dirigen su mirada hacia la mesa con diferentes muecas. Yo observo mi batido a medio acabar —. Karen —retoma—, ¿por qué no me ayudas a quedar con Daniel?
—¿Por qué haría eso?
—Es un chico atractivo —excusa Karrie.
—¿Acaso no se acuerdan del idiota que es? Digo, sabe lo que hace. —Monic sonríe coqueta.
—¿Cómo es que aún lo recuerdas? —pregunto desanimada.
—Es que todavía no encuentro a uno mejor.
—Es mío… —susurro.
—¡¿Cómo?! —comentan todas al mismo tiempo.
—Es… —No quería decirlo en voz alta; estúpidos impulsos—. Somos amigos, y no dejaré que vuelva a estar con ningunas de ustedes.
—Qué clase de amistad es esa.
—¿Acaso son amigos con derechos? —Madison espera ansiosa por la respuesta.
Siento la presión de sus miradas, no pueden saber la verdad. Yo misma puse a Daniel como el tonto más grande de todos, no quiero imaginar los comentarios que dirán ahora que somos novios.
—No, nada de eso —respondo—. ¿Cómo podría estar con alguien así?
—Tenía mis sospechas —piensa Madison—. Eso explicaría porque nunca sales con nadie, y es que nunca nos cuentas nada, aquí hasta Amanda nos ha confesado sus aventuras.
—Y que les puedo contar si es cierto, me gusta estar soltera y tranquila en casa.
—Qué aburrido.
—A mi también me gusta estar soltera, pero eso no implica que no me guste una agradable compañía una que otra noche —añade Karrie, mira a Amanda para confirmar su punto, y está sonríe dando la razón.
—Cómo no disfrutar de esas caricias y revolcones… —Madison exhala—. Necesito salir de fiesta.
—Sería bueno cambiar de tema —propongo.
—No, la verdad —rechaza Monic—. Me gustaría saber cómo es que no sientes atracción por nadie.
—Sigo sin entender porqué debería contar esos detalles.
—Somos tus amigas, si nosotras te contamos nuestros momentos por lo menos tenemos derechos a saber los tuyos.
—Yo no pedí saberlos—reprocho.
—¿Qué tiene de malo admitir que te gusta alguien como Daniel?
Callo antes las palabras de Monic. No estoy segura si se ha dado cuenta, o solo está tirando frases a ver cual cuela.
—Yo quiero un chico de gimnasio, ¿debería entrar en uno para conseguirlo? —continua Madison con la conversación.
—Demasiado trabajo para una simple aventura —dice Monic incrédula.
—Tengo que irme. —Me levanto de mi asiento, y recojo los vasos para tirarlos a la papelera.
—No te molestes Karen, sabes que somos pesadas —ríe.
—Descuida, Monic, sé que son las peores —bromeo, todas ríen aliviadas.
Tuve que mentir para no generar una mala atmósfera entre nosotras. No entiendo su lógica al querer tener derechos sobre mí, como si fueran mis padres.
Me tiro en el sofá, resignada, a ver la televisión hasta la hora de dormir. Aunque lo intento, no logro concentrarme en la pantalla delante de mí. Sus palabras dan vueltas en mi cabeza. Cuando nos besamos siento que mi pulso se acelera, y me invade una especie de… ¿cosquillas? Pero en el fondo sé que aún tengo temor de sentir sus manos, siempre estoy atenta a ellas, y me da escalofríos cuando intenta jugar conmigo. Mejor intento calmar mis pensamientos con una ducha tibia. Quisiera estar en casa de Daniel para usar la tina, sería un baño relajante.
Entro al cuarto. Busco las cremas que uso para mi rostro. Aplico con cuidado debajo de los ojos, y masajeo hasta desaparecer la crema. Repaso cada facción de mi rostro con las yemas de mis dedos, y me detengo en mis labios. Deslizo mi dedo índice desde mi barbilla hasta el vientre, trato de imaginar que es su dedo el que recorre mi cuerpo. Cierro los ojos y caigo rendida ante un suspiro. «Creo que esto no va a funcionar» añado con resignación. El baño no funcionó, no esfumó mis pensamientos, por el contrario, los multiplicó, al punto que ahora me duele la cabeza. Miro el catálogo de películas, tiene que existir algo que me distraiga.