Ideal

TARDE

El mes de diciembre pasó tan rápido como mis horas con él. El trabajo en la noche es pesado y termino durmiendo gran parte de la mañana, dejando quizás dos horas para estar a su lado, con excepción de mis días libres, donde solo puedo hacerlo los lunes, puesto que dedicar tiempo para mí y la casa también es exigente.

Y, para la noche de año nuevo, planeamos ver una película en mi casa después del trabajo, ya que estoy cansada como para salir.

—¿Sabes que Majo se va a casar? —dice él, cierra la puerta; apenas llegamos a casa siento el cansancio.

—¡Oh!, tengo tiempo sin hablar con ella —bostezo—. Luego de conocer cierto detallito ya no me animo a escribirle.

—Te entiendo —dice—. Renunció. Está planeando hacer la boda en otro país.

—¿El chico no es de acá cierto?, recuerdo que algo así me comentó. —Me derrito en el sofá.

—Si quieres descansar no tengo problemas en retirarme —comenta comprensivo.

—No quiero, que pesar no hacer nada en esta fecha. Haré lo posible por estar despierta —añado, y enseguida me incorporo a su lado en la cocina.

Servimos la comida que compramos.

La película fue bastante entretenida, manteniéndome exitosamente despierta. Abrazo a Daniel sentado a mi lado. Sonrió coqueta al buscar sus ojos. Gateo un par de pasos sobre él, sentándome en sus piernas. Acaricio su cuello y termino posando mis manos sobre sus anchos hombros. Acerco mis labios a los suyos, puedo escuchar su respirar. Cierro los ojos. Nuestras narices chocan al explorar su rostro con mi boca. Muerdo su labio, y lo beso con pasión. Siento un cosquilleo extraño. Toma mi cintura entre sus manos antes de dividir sus caminos, una sube haciéndome presión en la espalda y la otra aprieta mi pierna. Insegura, intento separarme, pero él se opone, aferrando sus manos con fuerza a mi cuerpo. Besa mi cuello, hundido en el deseo. Sus caricias me hacen sentir un calor emergente. Miro su rostro, encuentro ese azul oscurecido, y el miedo empieza a invadir mi mente.

—Daniel —suplico tensa.

Cierra los ojos deteniéndose. Se levanta, llevando las manos a su rostro.

—Disculpa, perdí el control por un momento. —Me observa preocupado, supongo que mi expresión no ayuda—. ¿Quieres una galleta? —pregunta nervioso—. Creo que quedó un par en la cocina. —Se aleja en busca del paquete que escondí para el desayuno.

—No hace falta. —Me acerco—. Ya es hora de dormir —susurro incómoda.

—Tienes razón. —Aprieta sus labios sin saber que decir, y se acerca a la puerta—. Por favor, discúlpame —dice antes de retirarse.

Apresurada detengo su partida. Tomo su mano, me acerco para darle un suave beso.

—Me escribes al llegar. —Suelto su mano y sonríe aliviado.

Observo el coche alejarse.

Sentí lástima por dejar que se fuera preocupado. Tanto le importa no fallarme que a veces parece ser otra persona. Tengo dudas. No entiendo nada de estos sentimientos. Y aunque al principio parece ser bueno, mi corazón se acelera, poniéndome nerviosa, y me da miedo esa sensación. ¿Por qué de todas las mujeres que puede tener, se enamora de mí? ¿Si luego no le gusto? ¿O si cambia su actitud? ¿Y si deja de hablarme? De todas formas, este Daniel paciente, comprensivo y atento, se me hace un poco extraño. Recuerdo su amargura, su carácter pesado que tanto me molestaba. El inicio fue hermoso; y sigue siendo bueno estar a su lado, envuelta entre sus brazos o sus labios, pero mi mente sigue recordando el peligro que nos acecha: el tiempo nos puede traer muchas amarguras. Recuerdo de nuevo la discusión en aquel bar, luego del concierto. Y sinceramente no quiero volver a pelear con él, ni sentir su odio. Ahora no puedo evitar tener este pensamiento: cuidado, no todo es maravilloso.

 

Empezando el mes de enero no tardamos en ocupar nuestro tiempo de nuevo con los respectivos trabajos. Acercándose la fecha de mi cumpleaños, planifico que puedo hacer, tampoco siento la necesidad de hacer algo grande. Por suerte, el treinta cae libre, pero no para Daniel, aunque lo intenta, esta vez no podrá escaparse.

Al final decidí salir a dar un paseo con mis amigas. Conversamos tonterías un rato comiendo helados en un centro comercial cercano, aunque siempre pasé cerca, no había entrado en Art´Dvan, ubicado justo frente a la plaza La Caricia.

Expresamos frustradas la situación de no tener el empleo deseado, a todas nos cuesta conseguir trabajo referente a nuestras carreras.

—Karen —llama Monic mi atención—. Confieso que siento envidia de ti. —Aprovecha para hablar con sinceridad, las otras chicas fueron a comprar un regalo sorpresa para mí—. Siempre tan cerca de Daniel...

—Eres muy hermosa Monic —consuelo, no tengo el valor de contarles, no saben nada acerca de él y yo—. No te desanimes.

—No sabes cuan cansada estoy de escuchar eso. —Mira triste sus manos—. Yo me dejé llevar por los comentarios, tuve bastantes experiencias con hombres halagadores, y eso no llenó el vacío. —Me observa—. Envidio cómo puedes reír, confiar y estar segura que él estará allí para ti.

—Es solo un amigo, es similar a como confiamos, reímos y nos cuidamos entre nosotras —aseguro.

—Si, lo sé —suspira—. Lástima, de verdad harían una buena pareja, si solo él no fuera un idiota.

—No es tan tonto —bromeo.

—¿Segura? Los hombres solo piensan en una cosa, y él la obtiene sin esfuerzo, ha de ser por eso que no tiene novia.

—¿Y si la tuviera?

—Se cansará rápido, estoy segura, después de tener tanta experiencia nada nos llena —dice triste.

—Entiendo —añado desanimada.

—Estuviste con Javier por seis meses, yo no tengo ese tipo de experiencia, ¿cómo describirías ese tiempo? —pide consejo.

—Todo comienzo es difícil, por eso ambas partes dan lo mejor de sí, para hacer sentir feliz y cómodo al otro. Después, cuando ya tienen la confianza suficiente, empieza el momento de exigir. Extrañas esa persona que antes conociste porque ahora es distinta, dándote cuenta que todo ese tiempo pretendían ser lo que sospecharon que la otra persona quería o necesitaba. Eso pasó entre nosotros —explico, esta es mi teoría sobre las parejas.




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