Bajo de la habitación, lista para irme. Como siempre, me dejó listo el desayuno. Saco el plato del microondas, y veo una nota debajo que dice:
Karen, recuerda que eres importante para mí. Te quiero demasiado.
Decidió usar una referencia a la película. Cuando el chico le confiesa su amor, le dice esas palabras a la protagonista. Sonrío, envuelvo el papel en la mano hasta lograr una pelota. ¿Qué debería hacer contigo Daniel? Atento a cada detalle, ¿y yo?, hundida en mi egoísmo.
Llego a casa exhausta. Escribo un mensaje a Daniel, su nota me estuvo presente en la cabeza durante todo el día. Sonrío de sorpresa ante una romántica respuesta. Esto es lo que criticamos cuando eramos amigos, y me gustaría disfrutar de estos pequeños detalles, pero me siento culpable. No puedo evitar notar lo mucho que hemos cambiado, y en mí se encuentra escondido un anhelo extraño por volver a ser como antes. Quiero tenerlo a mi lado sin temor a que mis palabras sean dañinas. No encuentro la confianza suficiente para confesar mis miedos, y es difícil seguir ignorando la situación, porque él se da cuenta de que algo pasa, incluso así, es paciente y espera.
Me preparo una cena sencilla con atún y, dispuesta a olvidar mis pensamientos, me instalo delante del televisor a devorar el sandwich.
Antes de dormir, reviso mi teléfono. Miro incrédula la pantalla que me ilumina el rostro.
—¡No puede ser! —grito.
Al fin me ha llegado una oferta de empleo. Leo el correo: «Un cordial bla bla, ha sido seleccionada por el programa de beneficencia ¿“Crecer juntos”?, fundado por la Universidad Grandes Mareas. Su perfil cumple con los requisitos de formación que Monastic.ca puede dar». No me queda del todo claro si se trata de trabajo, pero llamaré mañana, porque ahora ya es tarde. También dice: «Si está de acuerdo con el programa, puede asistir a la convocatoria el veinte de marzo». Faltan dos semanas para esa fecha. Busco en el teléfono sobre la empresa. Según las noticias que leo tiene buena fama, y sus productos de maquillaje son populares y alabados por su calidad. Sin duda alguna, será un gran impulso ser parte de esta compañía, además, me dejan unirme sin experiencia previa, gracias a las inesperadas relaciones que tiene mi universidad con diferentes asociaciones de beneficencia. Sigo buscando información. Me parece curioso que me llegue esta oferta ahora, un año luego de graduarme. Después de leer muchos comentarios de otros graduados, puedo concluir que sí es una oferta de empleo real, pero que las probabilidades de que te contacten son muy pocas. Sonrío emocionada. Es grato saber que soy parte de ese pequeño porcentaje.
Me despierto llena de energía. Hace mucho tiempo que no dormía tan a gusto. Me estreso demasiado, enfocada en la aburrida rutina de trabajo, y por lo tensa que resulta a veces la relación con Daniel. Sin dejar que nada me borre la sonrisa, tomo el teléfono y redacto un mensaje para notificarle sobre la oferta que recibí. Pero, antes de enviarlo, caigo en cuenta de un par de problemas. El trabajo es en otro país. Tendría que mudarme y adaptarme a una nueva cultura, a calles y avenidas que no conozco. Me invade una inseguridad que me hace borrar el mensaje. Primero debo pensar si de verdad es buena idea aceptarlo. Necesito dar un paseo para despejar mi mente.
Camino de un lado a otro sin rumbo, hasta llegar al Paseo del mar. Miro el océano a lo largo del horizonte. Pienso en Jarka. Es un lugar caliente, no entiendo para nada su idioma, pero no es de importancia, pues el mío es internacional. ¿Me alcanzan dos semanas para dejar todo en orden de este lado? No puedo llevarme todo lo que tengo. Y Daniel… Suspiro. Odiaría tener una relación a distancia, de por sí soy negativa en muchas cosas y, en este caso en particular, no es una opción. No confío en nuestro futuro, menos estando lejos. Quiero aceptar este trabajo, pero choca con toda la vida que tengo aquí. Me peino el cabello con las manos en señal de estrés.
—¿Cómo reaccionaría? —susurro.
Ni loco renunciará a todo por mí, tampoco puedo obligarlo a seguirme. Nunca me perdonaré si deja a un lado su vida por ir detrás mío. ¿Puedo vivir sin él? Una tristeza me invade el cuerpo como la lluvia.
—Yo no tengo nada —vuelvo a susurrar y escondo la cara entre las manos.
Él tiene trabajo estable, casa, familia y conocidos que lo apoyan; yo no debería sentirme atada a quedarme acá. Definitivamente necesito un par de tragos.