Ideal

DUDAS

Sentada en la barra escucho las baladas de despecho, aumentan las penas de los sentimientos. Suelto un par de lágrimas y acabo mi bebida de un solo trago.

—No puedo dejar esta relación por una oportunidad de trabajo, ¿o si? —susurro dudosa.

Desearía tener alguien con quien hablar, donde poder desahogar esta incertidumbre. Hago señas para otro vaso. ¿Mis amigas? No saben nada, contarles sería llenar mi cabeza de más comentarios. Sonrío de solo imaginarlo: «Se aburrirá de ti», «tienes que estar detrás de él, que pereza», «¿sabes lo que él quiere verdad?». ¡No! Mejor este otro: «semejante idiota te fuiste a conseguir». No necesito contarles nada, yo sola tengo suficiente imaginación.

—¿Me da otro por favor? —suplico a la chica detrás de la barra.

—Señorita, está bebiendo muy rápido. ¿Se encuentra bien? —Se acerca con otro vaso.

—Te puedo pagar extra para que escuches mis problemas —sollozo—, es ridículo, no tengo a nadie con quien hablar.

—Por eso acaban acá muchos de nuestros clientes —sonríe—. Mi turno termina en diez minutos, ¿puede esperar?

—Creo que es mi única opción.

—Pero no se emborrache ¿eh?

Acabo de pedirle a una desconocida que me dedique su tiempo. De solo pensarlo me causa gracia, me río sola, como una tonta. Miro mi vaso: no soy buena tomando alcohol, si Daniel estuviera acá se burlaría. También si se entera de esto seguro se molestará; pero estoy segura que no se molestará tanto como si me fuera... ¿Y si esta es una señal? Él nunca será capaz de dejar todo lo que tiene. ¿O capaz sí? Puede que lo haga con esa estúpida intención de sacrificarse. Me molesta que haga eso, es como si quisiera demostrar que es mejor que yo. Siempre sabe qué decir, dejándome sin respuesta. «¡Oh! Karen debes enfocarte por comenzar bajo, no puedes apuntar tan alto» Idiota. Si no pudiera apuntar tan alto no estaría contigo, porque eres demasiado para mí.

—Vaya... estás peor de como te dejé. —Aparece la chica de la barra sin su uniforme.

—Lo siento... Estoy hecha un caos —sollozo e intento secar mis lágrimas.

—Descuida, para eso estoy aquí. —Toca mi hombro dándome pequeñas palmadas.

—Gracias. —Sonrío como puedo—. Soy Karen.

—Youngne, pero puedes llamarme You. —Pide una ración de papas y un trago—. Cuéntame Karen.

—Es tan común esto para ti ¿no? —Respiro calmada, me parece gracioso y a la vez vergonzoso.

—Me encanta, amo las historias—dice sonriente.

—Se nota. —Respiro aliviada—. No tengo idea como comenzar. —Soplo y miro el techo, mi cabeza está aturdida.

—Toma tu tiempo. —Me mira con ojos tristes.

¿Cómo llegué a este punto? Esto no es para nada común. De todas formas necesito contarlo, y ella no me conoce, es neutral y Daniel no tiene manera de enterarse de esto. En realidad, yo debería estar en el trabajo en este momento.

—Veras. —Voltea su mirada hacia mi cara—. Me salió la oportunidad de trabajar en otro país, una gran manera de comenzar a ejercer la carrera, pero... si me voy tendría que cortar con mi novio.

—¿No hay manera de una relación a distancia? Cortar así de pronto es como apresurado ¿no? —Mastica, con expresión despreocupada.

Que envidia, no parece tener muchos problemas, o es de esas personas que no les importa que el mundo se les venga abajo.

—No hay manera —respondo—, él no me genera la confianza como para dejarlo solo, además que tiene trabajo, familia, cosas acá que no lo dejará irse, y yo no tengo nada. —Presiono mi frente con las manos, ahora entiendo por qué Daniel hace este gesto.

—Bueno, el amor todo lo puede —sonríe—. Yo ahora tengo pareja y soy super feliz. Si me pasara lo mismo que a ti, no lo pensaría mucho, prefiero a mi chico antes que todo. Pero —advierte—, ahora es cuando te preguntas: ¿qué te gusta de él? Si no sabes si vale la pena el sacrificio deberías comenzar por analizar si él importa o no para ti.

—No lo había pensado así. —Siento que mi mente ha sido iluminada—. Me gusta... su apariencia, es imposible de ignorar. Su sentido del humor… —Mis palabras se traban, me cuesta visualizar lo que quiero.

—Pareces confundida —interrumpe—. Me recuerdas a mí cuando salía con mi ex. —Hago señas para que continúe—. Mi ex era un chico espectacular, hacía todo por mí y hubiese dado hasta su vida, pero yo nunca le correspondí de la misma forma. Llegó a un punto donde no aguantó más, me dijo las verdades a la cara y me terminó. Fue mi peor despecho, pero no era por él, era porque yo estaba acostumbrada a que todo lo hacía él. Yo me sentía tan cómoda que ya no sabía hacer nada sin su ayuda. Después entendí que estaba a su lado por comodidad y no porque lo quisiera, ¿lo entiendes? Yo no lo conocía en realidad.

—¿Eso puede pasar? Digo, ¿puedes engañarte a tí misma de esa manera? —cuestiono confusa.

—Por comodidad hacemos muchas cosas. —Sonríe nerviosa—. Yo fui capaz de humillarlo y aprovecharme de él solo por eso. En mi defensa, debo decir que no era consciente...

—¿Comodidad? —intento atar cabos—. ¿Cómo puedo darme cuenta?

—No estoy diciendo que te suceda lo mismo, tampoco tomes esto como excusa ¿eh? —Niego con la cabeza—. Ve, una de las preguntas que me marcó fue: ¿No me conoces? Y desde ese momento me di cuenta que no sabía nada de él, no prestaba atención a nada, ni me molestaba en preguntar.

—Yo tampoco lo hago, tengo la costumbre de interpretar las cosas y ya —comento.

—El pasado de alguien no se interpreta, te importa o no, a eso me refiero. —Hace señas para pedir otro trago—. ¿Pido para ti también? —Afirmo pensativa.

Miro a la gente a mi alrededor, busco donde centrar la mirada. No puedo creer que concuerde con nuestra relación, estoy... ¿impactada?

—¿Hola? —Llama la atención la chica a mi lado—. ¿Entonces? Cuéntame, ¿qué le gusta a tu chico?

—Le gusta su auto, hacer ejercicio y ama trabajar —respondo confiada; por favor, él conoce todo de mí, no tiene sentido que yo no sepa nada.




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