Ideal

SALTAR

—¿Podemos pasar por tu casa antes? Necesito usar el baño —digo.

—¿Por qué no usas el de aquí?

—No me gustan los baños públicos. —Río tontamente—. Y... —Muestro una mancha en mi camisa—. Me ensucié —sonrío.

—Pareces un poco ebria.

—Tomé cuatro copas de estas, es obvio que estoy feliz por eso.

—Entonces tengo que mantener la distancia, porque te pones algo intensa —bromea.

—No estoy en ese punto —río—. Es… la condición correcta —señalo mi cabeza.

—Disculpe señorita —ríe—. Vamos, que luego se nos hace tarde.

Observo a Daniel manejar. Trato de capturar cada momento de este día en mi memoria, quiero recordar cada detalle, para vivirlo una y otra vez. En todo está él: sonrisas, miradas, gestos, comentarios. Me encantó verlo reír e intentar esconder su cara entre sus manos, o verlo disfrutar al ritmo de la música. Y la seguridad que me hace sentir, es reconfortante. Pero, todavía noto cierta melancolía que nace por sentirme tan distante de nuestra relación.

—¿Qué pasa? —pregunta al verme decaída.

—No es nada. —Regreso mi atención hacia la ventana.

 

Abre la puerta de la casa. Estacionó el coche al frente, ya que es una parada momentánea. Entra en la cocina por un vaso de agua.

—Traje mi bolso, en vez de dejarlo en el coche. —Meneo la cabeza—. Creo que el alcohol me hace torpe.

—En realidad, ser torpe es parte de tu naturaleza —bromea.

—Que chistoso. —Dejo el bolso sobre el mesón—. Ya regreso, no tardaré.

—Dentro de poco podrás vivir aquí. —Toma un trago de agua.

—No. —Me detengo antes de subir la escalera—. ¿Por qué lo dices?

—Poco a poco has traído tus cosas. —Deja el vaso a un lado—. El otro día entré a ese cuarto y…

—¿Sabes? —Subo un par de escalones—. Me avergüenza admitirlo, pero creo que me volví una acumuladora. —Veo una pequeña sonrisa asomarse en su rostro.

Entro a la habitación. Y ahí está: un cuarto lleno de cosas mías. Y yo pensaba que tenía mucho en casa, pues resulta que acá todavía queda más. En definitiva no puede ser usado por invitados, ya no es el mismo cuarto vacío y ordenado. Aunque es curioso, el cuarto está limpio, pero la forma en que acomodé todo lo hace lucir saturado.

Me cambio la camisa. Reviso mi maquillaje en el espejo. Puedo imaginar la reacción de mis amigas, y también el momento incómodo para Daniel. Sonrío. ¿Qué más podría pasar esta noche? Debería volver a casa, o quedarme a dormir aquí. Tenía todo listo para irme. En realidad, no pensé más allá de este día. Bajo las escaleras. Daniel da vueltas a un papel entre sus manos.

—¿Listo? —pregunto sonriente.

—Este boleto de avión tiene la fecha de este domingo. —Su voz suena pesada—. Hoy es sábado. —Dirige su mirada hacia la mía.

Mi respiración se acelera. Mi bolso sigue sobre el mesón. ¿Por qué nunca lo cierro?

—¿De qué me estoy perdiendo Karen?

—¿Sorpresa? —río nerviosa.

—No me parece gracioso.

—Llegó un correo… con una solicitud de trabajo en otro país. —Señalo la hoja entre sus manos—. Jarka, no sé mucho sobre ese lugar, pero conozco a la empresa de maquillaje.

—¿Desde cuándo? —Me entrega el boleto.

—El correo llegó esta semana —miento.

—¿Si? —pregunta enojado—. ¿Y lo fuiste a comprar el lunes a primera hora? —Hace una pausa para recordar—. ¿Por eso la urgencia en irte en esa mañana?

Mi corazón se siente pequeño y estrujado.

—No sabía cómo decírtelo. —Guardo el boleto.

—¿Qué pretendías que pasara? —Exhala—. Es que no lo comprendo, ¿por eso tu buen humor? ¿Acaso pensabas irte sin decirme nada?

No tengo palabras que decir. Su rostro expresa tanta frustración y no soy capaz de responder, eso tampoco calmará su molestia.

—¿Ya? ¿Eso es todo? —Gruñe y da un par de pasos hacia la sala—. Un juego, ¿no? —Regresa—. ¿Acaso todo esto tuvo importancia para ti? ¿Tu pareja no es digna de saber sobre tus planes? ¡¿Dónde quedo yo en todo esto?!

—Yo no quería que esto ocurriera… —Un par de lágrimas se deslizan por mis mejillas.

—¿Qué lástima verdad? —dice sarcástico—. ¿Cómo haces para de alguna forma arruinar todo?

—Porque soy un desastre —susurro.

—¿Sabes qué?, deberías estar feliz, has logrado todo lo que te propusiste sobre nuestra relación —sonríe amargamente—. Destruiste cada uno de los intentos entre nosotros, siempre estuviste sin descanso llevándome hasta el límite. —Puedo ver la tristeza en él—. Lo conseguiste, ya no puedo más.

Cubre su rostro con las palmas de sus manos. Puedo sentir como cortan cada una de sus palabras. El dolor que expresa es por mi culpa. Tiene toda la razón, me esforcé mucho en buscar un final. Es tarde para intentarlo de otra manera, las heridas ya están abiertas. A mi me duele tanto como a él, juntos no lograremos nada.

—Yo... —Intento calmar mi voz llorosa—. Pienso irme para tomar el trabajo. —Me mira—. Sé lo que piensas y, te aclaro que sí, me iré sola.

—¿Y todo este tiempo juntos? ¡¿No significa nada?! —reclama.

—Lo siento. —Respiro calmada, o al menos eso intento—. No quiero perder esta oportunidad. No puedo quedarme acá.

—¿No puedes?

—No puedo —repito—. Y no confío en ti, para continuar con nuestra relación.

Cierra los ojos y sonríe. Luego suspira y observa el techo.

—De verdad espero que me perdones —lamento.

—¿Por qué tienes que ser así? Tomas esta actitud defensiva como si fuera a obligarte, ¿acaso estás dispuesta a hablar?

—No quisiera hablar sobre el tema —recojo mi bolso.

—¿Pensabas irte sin más? ¿Dejar que de repente me entere que mi novia no está? —agrega amargado.

—¡No lo sé! —grito—. Supongo que en mi estupidez sonaba mejor. —Comento, molesta conmigo.

—¿Por qué? —exige—. Es lo único que me gustaría saber, ¿por qué llevarme hasta el final? ¿Por qué me suplicaste? ¿Por qué no me dejaste olvidar? ¿Ahora solo me desechas y te marchas? ¿En serio no se te ocurrió otra forma?




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