Ha pasado una semana desde que decidí conseguir un nuevo teléfono. Solo quería terminar de arreglar la casa en paz, antes de ponerme al día con las charlas estresantes. Veo satisfecho las paredes, si bien es cierto que no estoy de ánimo para redecorar todo el espacio, el color blanco siempre funciona. Me digné a mandar el coche al taller, poco a poco recupero la rutina. Por ahora, seguiré usando el transporte público. Reviso la lista de compras antes de salir. Si pretendo traer plantas, tendré que pagar un taxi. Recibí quejas por descuidar mi jardín del frente, pues se secó, y dejó una espantosa apariencia a la residencia. El costo de tener la primera casa. Es algo que me motiva a venderla, resulta costosa de mantener. Y la idea inicial no era el estar de soltero con lujos, sino, tener un hogar, y comenzar a participar en la carrera sin sentido de quién educa mejor a sus hijos. Cierro mi mano, arrugo la lista hasta volverla una bola. Quisiera estar ahí para ver la cara de mi madre, ¿qué expresión pondrá en lo que sepa que deseché su preciado regalo?
Es difícil elegir. Según la fachada, que mantiene una apariencia rustica de color arena, techo oscuro; debería llevar lavanda, el morado resaltará bien, y un poco de amarillo. Miro las flores, indeciso de cuál llevar. Acaricio una hoja de menta, esta es la que tenía, sin color alguno, pero deja un agradable aroma. Me relaja, y me gusta, mas ahora tengo que pensar en vender la propiedad. Un narciso podría funcionar, aunque la flor tarda en darse, por suerte, estamos a inicio de primavera, que es cuando florece.
Al llegar a la casa, saco el teléfono de su caja. Lo dejo sobre el mesón de la cocina, tardará un rato en actualizarse. Procedo a cambiarme de ropa, para retirar las plantas muertas y poner las nuevas.
Salgo de la ducha, miro la hora en el despertador, ya es de tarde. Llevó más tiempo de lo que creí. Bajo hasta la cocina. Los nervios regresan con tan solo ver la pantalla negra. Sentado, lo coloco frente a mí, tomo un par de minutos para pensar, esto requiere de una preparación mental. La práctica de imaginar lo peor, para que nada te sorprenda, puede ser efectiva, pero considero que es dañina a largo plazo. Aun así, es complicado no esperar lo malo, es lo que siempre pasa.
Lo primero que veo son ciento sesenta y tres mensajes de Karen. Esto ha despertado un revoltijo extraño de sentimientos. Como siempre, impredecible. No esperaba mensajes de ella, o por lo menos no muchos. No quiero leerlos, pero me preocupa que necesite ayuda. ¿Acaso pasó algo malo? Respiro profundo. Comienzo revisando los mensajes de Majo. Un insulto tras otro, en cierto punto es comprensible, y un tanto gracioso. Sonrío un poco, antes de enviarle mi resumida respuesta: «Ahora tienes marido, desahógate con él». Con esto es suficiente para hacerla molestar.
Busco un vaso de agua. Estoy ansioso, angustiado y nervioso. Ahora leo los mensajes de mi madre. Directa y drástica, así es ella. Marco su número, es mejor salir de esto cuanto antes.
—¡Hasta que al fin apareces! —contesta, se nota la ilusión que tiene por verme—. ¿Y bien? ¿Cuál es tu defensa? Perderte más de un mes, dejándome pensar en lo peor porque eres un ingrato que no piensa en su familia. ¿Qué te costaba un mísero mensajes? De esos que antes mandabas, por lo menos tenías la decencia de comunicarte. No digo que es suficiente, pero era mejor que nada.
—No tenía teléfono.
—¡Claro!, si fuera una de tus mujercitas ahí si buscas como, ¿no?
—Yo también te extrañé.
—Daniel, ¿cuándo vas a cambiar? ¿Acaso no te das cuenta que esta actitud tuya tan repelente te aleja? Ya tienes treinta y uno, ¿que esperas que te de la vida para asentar cabeza?
—Una paliza.
—No comencemos con tus estupideces. Estoy hablando enserio, yo no te crie para que seas este idiota que tanto te encanta demostrar, eso funciona con las arrastradas, pero no aquí.
—¿Todo bien en casa?
—Estaría mejor si mi hijo se comporta como debería. Tengo una amiga, su hija es arquitecta, ella si ejerce su carrera por lo menos. Es bonita e inteligente, luce como una madre y esposa perfecta, ¿no quieres conocerla?
—Apenas te llamo, ¿y ya estas arreglándome otro matrimonio? Por favor mamá, ¿dónde están las preguntas de: cómo estás, estás bien? —Sonrío con amargura—. Por un momento pensé que estabas preocupada.
—Ya hablamos de esto, y te dejé en claro que no caeré en tus caprichos. Ya deja de hacerte el tonto, no quiero escuchar más sobre tus aventuras estúpidas por llamar la atencion. Eres un hombre ya, compórtate como uno.
—¿Y tú cuándo vas a actuar como una madre? Y no esta cosa extraña a la que tengo que rendir cuentas de mi vida como si todo fuera una competencia por quien tiene que.
—Te pasaré el número de la chica. Por favor, no seas patán, tu mala reputación se habla entre mis conocidos, no me hagas pasar más vergüenza.
—Saludos a Santi, ojalá y sus padres no te dejen perturbarlo como acostumbras —cuelgo.
Por suerte se notaba entretenida con otra cosa. Fue bastante suave con los insultos, como pensé que sería. Mi padre no me escribe, típico, si Dana no lo manda, no hace nada. Ni Gabriel, ni Bonni. Con ellos no es fácil comprender el significado de familia.
¿Qué falta? Ferit quiere que pase por su casa, tiene otro plan de negocios en mente. Los demás mensajes no tienen importancia. Ahora solo me queda la incertidumbre por saber que escribió Karen.
Un largo discurso para pedir disculpas, y presuntamente una manera de demostrar lo arrepentida que está. El problema que veo, es que se arrepiente por irse, solo por eso. Sé que su cabeza no da para más. Es una pena que la conozca, me gustaría ser ignorante. Y de algún modo, esto le desarrolló la suficiente confianza como para convertirme en su amigo imaginario. Es desagradable ser parte de esto.
Dejo el teléfono a un lado. Me cuesta aclarar las ideas. Es patético pensar que me parece algo tierno, y a la vez, me molesta que no sepa reconocer su error. Sigue usándome, como su rincón de tranquilidad para escapar de la rutina. Tardé en darme cuenta de eso, desesperado por pertenecerle, aguanté mucho a su lado. Aprieto los puños con frustración. Recordar me enfurece, ya no tolero bien este tipo de injusticias. Quiero que ella también sufra el olvido y la soledad.