Idealmente quizás

ENCUENTRO

La primera semana fue difícil dar con su horario. Cada vez que podía me sentaba en silencio en el sofá, para estar atenta al sonido. Anotaba la hora exacta en la que escuchaba su puerta. Ahora parece que sí tiene un momento fijo para salir y llegar. No ha sido fácil cruzarme con él, pero ambos decimos no hablar. Ni un saludo, como dos simples extraños. A diario lo vi en el estacionamiento. Decidí salir por mi cuenta, porque Enrique sale a la misma hora que él.

En el trabajo soy odiada por ser la favorita del jefe. Nadie sabe que la empresa está en trámite de venta, es lamentable. Un cambio de dueño siempre viene con despidos. En la oficina trabajo en mi área, administración, estoy en el área de compras y almacén. Es una empresa de maquillaje. En casa, cuando tengo alguna idea o duda, me reuno con Enrique. El documento que queremos limpiar es para sus padres. El hijo no quiere mostrar la mala gestión que ha tenido. Pensé que era un documento para el gobierno, eso me aterraba.

Salí hace poco con las chicas, ya no quiero referirme a ellas como amigas. Finjo que nada pasó, ninguna sabe. Parece que Amanda quiere tener su relación en secreto, como hice yo. No la culpo, los comentarios pueden ser aterradores. La última salida la vi nerviosa conmigo, pero la ignoré por completo. Me dediqué a sonreir. Es mejor demostrar que te va de maravilla en la vida, no hay nada más chocante que eso.

Es más glorioso dormir hasta el mediodía. Me encantan los domingos. Me miro en el espejo. Extrañaba usar faldas con suéteres abrigados. Espero ansiosa, faltan diez minutos para que llegue Daniel. Sale los domingos en la mañana al gimnasio, regresa luego del mediodía. Quiero salir, darme algún gusto. Camino de un lado a otro. Ya debería de sonar la puerta. ¿Quizás hoy tuvo otra cosa que hacer? Esperé toda la semana por este día, estoy cansada de estar encerrada en casa. Del trabajo a casa, y repetir rutina. Para que los fines de semana sean estar echada delante de la televisión mientras espero la lavadora. Extraño a Reina. Este compañero que tengo sale seguido, pero sin mí. Salgo, no puedo con esta desesperación.

Lo veo caminar de frente a mí. Sus ojos siguen a los míos, así es cuando nos cruzamos. El corazón se siente pesado. Toma algo de vida, pero se apaga en lo que dejamos de vernos. Ese instante en el pasillo es suficiente para dejarme un manto gris sobre la cabeza. Me detengo en la entrada. Miro hacia atrás, hacia aquella puerta. Debe pensar que yo estoy de novia con Enrique, así como él aprovechó para estar con Amanda. Cada quien siguió su camino, en teoría. Ya no debería afectarme tanto.

Paseo entre las tiendas con alegría. Definitivamente me agrada el estilo de ropa de este lugar. Hay tanto que quisiera comprar. Al mudarme, con poco espacio en la maleta, dejé mucha ropa. Tengo esta tarde para ver muchas tiendas.

De regreso me detengo frente a la cafetería. Desde afuera se ve la nueva zona que han agregado. Luce cómoda para un grupo grande. Si estuviera de buenas con las chicas, las invitaría a pasar una tarde. Entro, el olor a café es relajante. Los postres en el mostrador se ven tan apetitosos. Son diferentes. Acá las tortas y galletas son la norma. No extraño los pasteles dulces con relleno, que era lo común.

—Hola, ¿en qué puedo ayudarte? —dice una señora detrás del mostrador.

—No estoy segura, ¿qué postre me recomienda?

—Las galletas de mantequilla siempre serán una buena opción —sonríe.

—Si… —Hago una mueca—. Pero quiero algo diferente.

—Entendí la referencia —ríe.

—¿De qué habla? —Me hace dudar.

—Él siempre pedía galletas de mantequilla. Ahora vienes sola, ya no quieres lo mismo que antes.

—¿Disculpe?

—Oh… —responde insegura ante mi molestia—. Hoy está recién hecha la torta de fresas con chocolate.

—No, ya no quiero nada. —Niego con frustración—. Sé que he venido durante años por acá y debe de reconocerme, pero no se entrometa en mi vida.

—Lo siento, pensé que eras amable.

—Puedo serlo, pero no tengo tolerancia a ciertos comentarios. —La cara de enfado de la señora me recuerda a las ancianas que cuidé. Tantos malos comentarios que salieron de esas señoras entrometidas. No dejaré que vuelvan a llenarme de dudas.

Camino de regreso a casa. Dejo las bolsas dentro de mi cuarto. La habitación del primo de Enrique. Que no tiene nada de él guardado, ni una sola prenda. A veces creo que se inventó la historia para que no me sienta cómoda.

—Karen. —Se acerca sonriente.

—¿Qué? —pregunto con amargura.

—Tranquila, no pienso obligarte a trabajar hoy —ríe.

—Entonces te puedes largar. —Tomo asiento en el sofá. ¿Habrá algo entretenido en la tele?

—De hecho, hoy traeré a una chica a casa.

—¿Si? —Lo miro sorprendida—. ¿Es tan importante?

—Bueno, no, pero lo hace bien.

—Que terrible eres. —Reviso el catálogo.

—Cosas de hombres. Si te pregunta: eres mi hermana.

—Cosas tuyas, no generalicemos.

—Disculpe señorita, ¿qué tan diferente es el de enfrente?

—No hablo por él. —Apago el televisor, no hay nada—. ¿No puedo ser tu prima?

—No, una prima no sería suficiente, va a desconfiar igual.

—Si no te interesa…

—Pero no puedo hacer que desconfíe de mí, ¿quien vive con una mujer y no tiene nada con ella?

—Tú.

—Si, pero nadie va a creer eso.

¿Es tan obvio? Miro la puerta con desánimo. ¿Así de descarados serán los pensamientos de Daniel?

—Me pregunto, si llegará el día en que dejes de mirar así la puerta.

—Que dices, no lo hago siempre.

—¿No? Miras más la puerta que la televisión.

—Exageras, iré a comprar un libro. —Busco mi abrigo.

—¿Un libro? —grita desde la cocina.

—Si, quiero leer. —Me despido moviendo mis dedos.

Por suerte tengo una librería cerca. En la misma calle del gimnasio donde iba Daniel, no sé si todavía va a ese. Hay tantos recuerdos en este lugar, quedarse aqui fue una tortura para él, ahora soy consciente. Yo no hubiera podido quedarme. ¿Será por eso que se mudó? Sonrío porque recuerdo las veces que vine aquí, para observar las novelas que quería comprar. Ahora puedo llevarme varias, no solo una.




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