Idealmente quizás

AHÍ ESTÁ

Es agradable volver a tener el horario ocupado. Entre el trabajo y las clases, se van mis días. Los ratos libres que tengo son para estudiar, organizarme. Ya no tengo tiempo para divagar. Después de terminar el trabajo en la cafetería no fui más. Necesitaba este tiempo alejado de todos. Es un respiro lleno de alivio que aprecio. Hay una fina línea que marca el equilibrio. En un momento necesitaba de los demás, no es para nada recomendable aislarse. Incluso, me ayudó en su momento saber que el mundo sigue girando. Ahora, centrarme en lo que puedo hacer por mí, es algo también necesario. No se puede vivir cada día haciendo de todo un poco. Hay momentos para socializar, y otros para descansar. No puedo decir lo mismo del trabajo, donde siempre hay algo por hacer.

Pensaba sobre socializar. Tendré que empezar a ir a eventos por obligación. Soy el compañero fijo de Ferit, y se acerca una gran oleada de convenciones. Por lo menos esta vez serán acá. Prefiero dormir en casa, que quedarme una larga temporada en un hotel. Y por otro lado tengo a mi peculiar vecina. Que no deja de hacerme suspirar e irritarme. Al principio, cuando nos cruzábamos cada mañana en el estacionamiento, pensé que lo hacía con la intención de molestarme. Pero su rostro ha cambiado, ahora mantiene una expresión de odio, se nota que me evita. Fue después de verla menos, que me di cuenta que no está disfrutando de esto. El comentario que hizo, me causa más dolor ahora que antes: «Créeme, que lo menos que quería era verte».

Mentiría si digo que no he tenido la oportunidad de pensar en ella. Cada noche, antes de dormir, está en mi cabeza. Ya no sé qué hacer o pensar de esta situación. Verla es frustrante, porque no deja de recordarme la necesidad que tengo de buscarla. Me mantengo al margen. Su mirada es fría, y refleja con claridad un: no te atrevas a hablarme. Aunque lo haría si quisiera. Hasta el momento ha resultado, el tratarnos como extraños, la molestia que sentía ha mermado.

Faltan dos horas para que suene el despertador. Me ha costado dormir estos días. He vuelto a tener pesadillas con Estela. Esto no sería extraño si fuera diciembre, pero aún queda una semana de por medio. Cada último mes del año sucede lo mismo, todos recordamos su muerte. Qué gran temporada. Lamento que este sea un recuerdo que nunca podré borrar. Pasé por tantas etapas. Del dolor al odio. Hace un par de años no quería saber sobre el tema. Llegué a insultarla, llamándola egoísta. Sigo pensando que fue una acción egoísta la que tomó. Estoy convencido de que pensó que el mundo sería un lugar mejor sin ella. Decidir por los demás. No hay nada más errado que suponer y dar por hecho. Y yo soy una persona que supone demasiado.

Volver a dormir no es una opción. Me asomo por la ventana, todavía no sale el sol. Ya desayuné, tengo todo listo para el día de hoy. Camino alrededor del sofá. No sé qué hacer. Quizás pueda salir, dar algunas vueltas por la ciudad. No caería mal un paseo en coche tan temprano por la mañana.

Luego de la primera convención, en este caso de tecnología; tengo a mi agradable vecina sentada durante las noches en la sala del pasillo. Parece que es su nuevo espacio para leer. Desde el día que se quedó dormida, no he vuelto a hablarle. Se mostró tan renuente ante mí. Sé que le hice daño, como ella a mí. ¿Por qué sigue molesta conmigo? ¿Era verdad que no quería verme? Tanto que no le importa estar en la sala cada día cuando llego de regreso. Con esa actitud no me queda claro lo que ella piensa. A simple vista puedo deducir que no me quiere cerca. Bajo del auto, el día de hoy fue agotador. Ahora que sé que la encontraré antes de entrar en casa, es inevitable no pensar en ella. Subo las escaleras, ahí está. Tan cómoda, con su taza de café por acabar en la mesa y el libro entre las manos. Me mira con la típica expresión de fastidio. Es frustrante que me trate como si fuera un estorbo. Debería decirle que es una pesada.

Al llegar el fin de semana, me encuentro de nuevo con el dilema de qué hacer. Tenía que desarrollar algún pasatiempo. ¿Leer algún libro? Puede ser, el fin que viene es el cumpleaños de Ferit. Hará una gran fiesta en su casa, como cada año. Ni siquiera a las celebraciones de mis padres estoy obligado a ir. Y luego viene diciembre. Detesto esta temporada, se viene el mes de la hipocresía.

Salgo a la cafetería, es la única cercana a la casa. No me apetece manejar esta tarde. Apenas entro, David me hace señas para que me acerque.

—Daniel, tiempo sin verte.

—Su señora es un caso. —Tomo asiento.

—Si lo sé, tuvimos una discusión sobre eso. —Luce preocupado—. ¿Te invito algo más aparte del café? Te lo debemos.

—Ya pasaron los días de café gratis.

—Pide, insisto. —No veo nada que me provoque en el mostrador, ya no me apetece lo dulce—. Karen estuvo por acá —dice nervioso—. Margaret creyó que sería más amable que tú.

—¿Si? —La sonrisa me sale instantánea.

—Ha quedado congelada con lo brusca y tajante que es. —Es satisfactorio imaginarla—. Sé lo dije muchas veces, es un abuso ser entrometida.

—Ni me lo digas. —Vuelvo a mirar el mostrador.

—Te debe una disculpa, pero como sé que no te la dará, te lo pido yo en nombre de ella. No has ayudado mucho, eres unos de nuestros clientes favoritos.

—Vendré siempre y cuando ella no esté.

—Me parece justo —sonríe. Nada que hacer, los dos son iguales.

—Quiero una porción de esta torta para llevar —señalo.

Algo que me hizo fijarme en Karen, fue su mirada desafiante. Es una mezcla extraña entre provocación y firmeza. Me encanta que sea directa, que tenga iniciativa, que no de su brazo a torcer. Y a la vez se muestra tan frágil y vulnerable. Es fácil confundirla con una persona carismática, pero su lado tosco deja expuesta lo agria que puede ser.

Me paro a un lado del sofá, finge no verme. Dejo la caja sobre la mesa.

—Esto te lo mandó la señora de la cafetería.

—¿Gracias? —Deja el libro, revisa con curiosidad—. Si hubiera sido ella, me mandaría galletas de mantequilla.




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