La familia regresa a los pocos días del año nuevo. Es un alivio, pensé que tendría que esperar más de una semana. Cada uno me saluda con un abrazo, y los respectivos buenos deseos de año nuevo. Hasta mamá regresa con felicidad. Los veo a todos entrar con alegría a la casa, sonrío para quedar bien con ellos, pero una parte dentro de mí se siente amarga. Quisiera no ser parte de esto, contengo las ganas de irme sin despedirme.
—Daniel. —La voz de mi padre me asusta—. ¿Cómo la pasaste?
—Bien, me mantuve entretenido completando la larga lista.
—¿Lo hiciste todo? —Dana se acerca con asombro.
—Sí, así tenía que ser, ¿no? —pregunto, con obvia preocupación.
Ambos se miran con una sonrisa.
—Ven hijo, tenemos que hablar.
Los sigo hasta el patio trasero. Los nervios me hacen sudar las manos. De algún modo es como volver a atrás, cuando manteniamos charlas constantes sobre mi estado de “rebeldía”. Solo porque no volvía a casa, llegaba al otro día ebrio o con el juicio perdido. Ahora es diferente, no espero nada de ellos y tampoco tengo que recibir regaños.
—Oh… —Queda sorprendida al ver el trabajo que hice—. Este lugar parece otro —se cubre la boca, para ocultar su sonrisa. No creí que le gustara tanto.
—Te lo dije. —Santiago le extiende la mano, la invita a bajar los escalones—. Que Daniel luce diferente, tenemos que darle una oportunidad.
¿Darme? Salir por la puerta e irme no sería una mala idea. Están actuando raro, es inquietante que se muestre tan tranquila.
—Ven, cariño. —Sonríe, sentada a la mesa, la luz del atardecer le sienta bien.
Me siento enfrente. Santiago le toma la mano, asiente al mirarla. No sabía que podía sentirme vulnerable por un simple gesto.
—Tu padre y yo estuvimos hablando. —Sonríe de nuevo, parece que recuerda algo en especifico—. Por alguna razón, me ha convencido de que este año será diferente.
—¿Expectativas de año nuevo? —comento al cruzarme de brazos.
—Estábamos hablando sobre el milagro de tu visita.
—Si, tu padre tiene razón. Ni en sueños pensé que llegarías hasta nuestra puerta por tu cuenta, y de sorpresa. —Se nota relajada, tengo que averiguar que consumió.
—¿Entonces? ¿Cuál es el misticismo?
—Hagamos las paces. —Muestra sus palmas abiertas—. Intentaré no entrometerme en tu vida, si cumples con responder las llamadas y mensajes.
Esto es surreal, es hasta irreconocible la persona que tengo delante. Miro a papá, con la duda de si le habrá contado acerca de su enfermedad.
—¿Qué le diste? —finjo humor, no queda de otra.
—Nada, podríamos decir que es el espíritu de la navidad.
—Aprovecha ahora, mira que no me gusta que me dejen con la mano estirada. —Ríe con falsedad, deja ver su incomodidad.
Acepto estrechar sus manos, y dar inicio a una temporada de sospechosa tranquilidad.
—Así me gusta —dice él, mientras nos observa.
—Ahora seamos una familia y preparemos una cena, antes de que este se nos largue. —Ella se levanta con apuro.
—Tu madre nunca lo dirá, pero ella vive llena de culpa. —Mira hacia la puerta, perdido en sus pensamientos—. Sé que no actuamos como adultos responsables, nos pusimos a nosotros antes que a ustedes. Y lo sentimos, de verdad, cuando llegas a esta edad logras ver el pasado y las cosas que hiciste con más claridad. —Hace un ruido con la garganta, el silencio es incómodo pero no tengo nada que decir—. Perdónanos hijo, tenle paciencia a tu madre. Ya cuando tengas esposa, entenderás lo difícil que es lidiar con una mujer. —Sonríe—. Son complicadas, pero adorables.
—De seguro.
—Ya verás, tengo la certeza de que conseguirás a una chica encantadora.
—No conozco a nadie que la considere encantadora al conocerla. —Me mira con sorpresa, no pude contenerme.
—Sería un placer conocerla, ojalá sea pronto.
—Si logro retenerla…
—Ah… —ríe—, es una de esas. Ten cuidado, cortar alas no es una tarea sencilla.
Si lo dice así, suena deprimente. Nunca pensé que le podría estar arrebatando algo a Karen. La respuesta que me da se resume en: esperar que se canse de volar y rogar que yo sea de valor para ella.
Los primeros días de enero son lamentables. Las calles están solas, la mayoría de negocios no abren. Apenas ha pasado la primera semana y estamos a mitad de la segunda. En estos momentos es cuando la ciudad pierde su brillo, a la vez, es agradable respirar el aire frío que entra en los pulmones renovando todo, limpio de gente, lleno de soledad. Camino de un lado a otro, aprovecho las solitarias aceras para estrenar mis nuevas botas. Usar tacones altos entre tanta gente puede volverse complicado. El año ha iniciado bien, desperté de maravilla aunque no pude despedirme de él.
Regreso a casa, con un vino y una caja de bombones. Me preparo para una ducha caliente, extraño tener una tina. Nada mejor que sumergir los músculos en agua tibia durante un rato luego de un día pesado, relaja mi alma y calma el estrés que se acumula en todo el cuerpo.
No sé porque siempre me torturo con las películas de la temporada. El tema de la familia causa un nudo en mi estómago. Dejo la caja de chocolates a un lado, solo pude comer uno. Apago la pantalla, mejor mirar la oscuridad que un cuento lleno de mentiras.
Salgo con mi libro al pasillo. La señora Emilia entra de vez en cuando al apartamento de Daniel. No sabía que se llevaban bien. Por supuesto, es un caballero, que hace favores a extraños, como lo hizo con su vecina. ¿Será un gusto particular que tiene por las señoras mayores? Sonrío al pensar en la cara de asco que pondría. Estoy segura que diría algo como: «amabilidad y coqueteo, son dos cosas muy diferentes». Cuán cordial es, lo contrario a mí. Una chica desconfiada que recurre a observar con desprecio antes que nada. Creo que absorbí gran parte de su amargura. Antes de abrir el libro reviso mi teléfono. Me propuse metas para este nuevo año, y ser una chica insegura no está en esa lista. Quiero llenarme de determinación, hacer mi mayor esfuerzo. Deseo terminar este año con menos arrepentimientos que el anterior. Y parte de este sentimiento de angustia viene al pensar en mis padres. ¿Después de tanto tiempo, se acordarán de mí? Todavía recuerdo el número de casa, fue el primero que aprendí. «Vamos Karen, tú puedes» susurro. Marco el número y escucho atenta el repicar. Este paso es importante para empezar a cumplir mis nuevas metas. Ya logré tener una noche con Daniel al teléfono. Esto no será diferente.