Idealmente quizás

PREGUNTAS

Acaricio su rostro. Su piel es tan suave que mi mano se desliza sin problemas. Quise hacer esto tantas veces. Duerme tranquila, parece que tiene el sueño pesado. Yo no pude dormir más que tres horas, no puedo quedarme en cama aunque sea domingo. Beso su mano, mis dedos caminan por su brazo hasta su hombro. Recuerdo su cara de inseguridad, por no decir de miedo. No me esperaba nada de lo que pasó. Pensé que sería reservada y tímida, pero resultó ser lo contrario. Me alegra que pueda enfrentarlo, porque ya no será un tema de tensión entre los dos. Por fin, un alivio pleno y completo, si ella está cómoda y a gusto, yo estaré más que complacido. Se gira dándome la espalda. Es una buena señal para levantarme, antes de que no pueda dejar de observar.

Miro la cocina con cansancio. Ahora debo esperar a que despierte, tiempo suficiente para comprar comida. No me gusta preparar nada con esta lentitud que tengo, de no dormir bien.

Hoy la calle está congestionada. No entiendo porque el tráfico está así siendo un domingo. No estamos en temporada de turistas. Le subo el volumen a la música para no estresarme, mientras pienso qué comprar. Quisiera algo especial, pero tampoco quiero caer en lo cliché, comprando chocolates, flores y un peluche. Quizás solo las dos primeras opciones. Por lo menos ahora tengo permitido regalarle lo que quiera.

Por fin estoy de regreso. Me tomó dos horas hacer estas vueltas. Dejo las flores en el agua. ¿Qué cara pondrá? No dejo de ver la hora en la pantalla, estoy ansioso por despertarla. No entiendo, es como si quisiera aprovechar todo el rato a su lado, porque no logro quitarme la idea de que: «en cualquier momento desaparece». Suspiro y sacudo mi cuerpo, no debería pensar así. Quedamos en dejar el pasado atrás, eso no va a volver a suceder. Entro al cuarto en busca de otra ropa, pero me sorprendo al ver la cama vacía. La puerta del baño está abierta y no parece que alguien esté dentro. ¿En qué momento se fue? No importa, tendrá sus razones. Me pongo algo cómodo, para estar en casa. De regreso en la cocina veo las flores, trato de dejar a un lado la inseguridad. Decirlo es sencillo, pero no esperaba sentirme tan vulnerable. Sirvo la comida fría, sin recalentar, ya ni ánimo tengo.

Miro la pantalla del televisor sin mirarla. No importa cuántos colores salgan, ninguno llama mi atención. Ya me duele la espalda por la mala postura que tengo, ni eso puedo corregir. No sé por qué espero, deberia irme a dormir, mañana tengo trabajo.

Tocan la puerta, justo antes de entrar al cuarto. Karen entra con apuro sin decir nada. Cierro y me giro para verla. Luce emocionada, sonríe al extender los brazos.

—Conservaré mi trabajo —dice.

—¿Felicidades? —La abrazo.

—Lo siento. —Acomoda su cabello—. Me llamaron de la oficina, para entregar unos papeles y tuve que ir corriendo. —Se sirve un vaso de agua—. Ahí me dieron la noticia de que me quedo. Quise escribirte pero tuve que andar de un lado a otro para arreglar unos asuntos con los nuevos jefes.

Respiro tranquilo, estaba a punto de dejarme consumir por los pensamientos negativos.

—Muero de hambre.

—Yo ya comí, ¿quieres que te caliente la comida?

—No, dámela así, fría. —Me quita la bandeja—. ¿Esas flores no estaban ahí, verdad?

—No, las puse hoy. —Me mira sonriente—. Y también hay unos bombones por ahí. —Miro la nevera.

—¿En serio? —ríe, mientras los busca—. Bueno, esto compensa tu falta.

—¿Mi falta?

—Sí, qué triste despertarme sola —finge un rostro de tristeza.

—¿Cómo pude ser tan cruel? —Deslizo mis dedos entre su cabello. No quiero dejar de admirarla.

—¿Debería castigarte? —Pone esos ojos retadores; es irresistible.

—¿No deberías comer?

—Luego. —Baja su camisa, dejando sus hombros al descubierto.

—¿Qué pretendes? —sonrío, ya no puede jugar por jugar.

—¿Qué crees? —Me besa, desliza sus manos por debajo de mi franela.

Esto es surreal.

—Que conste que tú comenzaste. —La subo al mesón.

—Lo sé. —Se quita la camisa—. Esto es lo que quería.

Es increíble y a la vez aterrador que mi tranquilidad dependa de una persona. No, sentirme así no es normal. Hay residuos del pasado que toca enfrentar, ella también debe tener algunos. No salimos ilesos. Pero hundirme en su fragancia me hace olvidar todo. Ya esta sensación se quitará, en algún momento va a desaparecer. Por ahora solo quiero estar con ella, la necesito.

Se lleva la bandeja al sofá, busca algún programa que ver mientras come. Me acerco para sentarme a su lado, de inmediato coloca las piernas sobre las mías. No me acostumbro, es como si tuviéramos semanas de novios, ¿cómo puede actuar tan relajada y con tanta comodidad? ¿Será que estoy teniendo demasiado cuidado? Masajeo sus piernas, sonríe aliviada.

—O sí, lo necesitaba. —Continúo, me encanta verla así—. Tengo varias preguntas.

—¿Sobre qué será?

—¿Se puede hablar durante el sexo? —Sin querer le pellizco—. Auch, no hagas eso.

—Perdón. Si se puede, no hay reglas específicas para eso.

—Es que siento que interrumpo si hablo —comenta avergonzada. Se mira tierna e inocente, es un raro pero agradable contraste.

—Qué otra pregunta tienes.

—Por ahora esa, ya luego te haré otras. —Recoge las piernas, se arrima hacia acá—. ¿Podemos salir? Ayer te dije para dar algunas vueltas.

—Me cambio y salimos. —No quiso bañarse conmigo por vergüenza pero sale con esta pregunta, siento curiosidad por saber cómo funciona su cabeza.

Bajamos al estacionamiento. Mira el coche de manera extraña, sin abrir la puerta. Me acerco hasta su lado, para ver que la tiene pensativa. Hay un rayón en la pintura, pero dudo que eso sea lo que está mirando.

—Tengo otra pregunta —dice, asustándome—. ¿Lo has hecho dentro del coche?

—En este no.

—Con razón odiaba ese coche —comenta molesta. Se sube al auto y cierra de un portazo—. Lo siento —abre de nuevo—, es que recordé cosas y me dejé llevar.




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