Contrario a lo que pensé, todo salió bien. Creí que sería una debacle, entre el despido y la mala noche aquella. Pero ahora resulta que tengo novio y conservo mi empleo. Fue buena idea dejar a un lado el estrés, me encontraba tensa y desmotivada. Eso quedó atrás. Ya no están las arpías de mi trabajo, mis nuevas compañeras son jóvenes, similares a mí en edad y hacen buena compañía. No sé si es por el romance, pero veo el mundo de colores. Como le dije a Daniel, creo que todos nuestros problemas se hubieran evitado de haber empezado por la cama. Es una broma, pero él no lo toma así; sostiene que fue necesario lo que pasó. Lo sé, no me gusta pensar mucho en el pasado, sin embargo puedo entender a lo que se refiere. Pensar en como yo era antes del viaje, me hace sentir avergonzada.
La boda de Monic se ha vuelto a atrasar. Pobre, debe de estar frustrada, pero parece que no ha tenido opción. No lo tengo del todo claro, pero entendí que un familiar de Alfredo tuvo un accidente. Si hubiera sido algo grave de seguro me enteraría de más detalles, esas noticias siempre vuelan. De vuelta con Daniel, aprovechamos esta semana para visitar algunas casas “abandonadas”. Yo les digo así porque no tiene otra explicación para su mal estado. Me estresa ir a esos lugares, ninguna me gusta porque no logro ver lo que Daniel les encuentra de atractivo. Tampoco tiene el tiempo para hacerme un diseño y mostrarme cómo quedarían luego de trabajarlas. Por más que lo intento no logro ver lo bueno que tienen. Son horribles, sin suelo, paredes con grietas, con hierbas malas que llegan hasta el pecho. Él piensa que es buena idea, y quiere hacer el trabajo solo, no sé en qué tiempo. Le he dejado la decisión en sus manos, de igual manera para mí sigue siendo un tema complicado. Me cuesta hacerme la idea de compartir todos nuestros bienes, y poder decir que es mi casa, cuando ni una moneda he dado, me hace ruido en la cabeza.
Salgo del trabajo. Qué bueno que sea viernes, esta semana me han bombardeado con planillas para rellenar. Me duele la mano de tanto escribir. Camino tres cuadras, giro y camino un par más, no es agradable hacerlo con tacones pero no tomaré un transporte con lo cerca que me queda. Entro en la cafetería de siempre, nuestra mesa está disponible y tomo asiento. No quería venir, desde que esa señora, que me sonríe desde la barra, fue entrometida. Pero Daniel me convenció de no dejar a un lado tantos buenos recuerdos solo por eso, sería una pena. Él no tarda en llegar, pero en vez de venir directamente a la mesa, se detiene primero a hablar con los ancianos en el mostrador. Se muestra sonriente, ¿de qué podrá estar hablando, para verse así?
—Hola, mi limón. —Deja sobre la mesa las dos tazas de café.
—¿Limón?
—Por esa expresión amarga que tienes, demasiado agria.
—Lo siento, es que esa señora me molesta. —Soplo antes de dar un sorbo.
—No pasa nada, es la misma cara que pones cuando te concentras.
—¿En serio? —sonrío avergonzada—. No sabía que me veía molesta, con razón en el trabajo nadie me interrumpe cuando estoy concentrada. —Rio, ahora tiene sentido la cara de timidez de la nueva.
—Creo que ya elegí la casa.
—Que no sea la tercera opción, por favor.
—Si, es exactamente esa.
—Te va a tomar mucho tiempo, es demasiado grande y la piscina se ve asquerosa.
—Podemos eliminarla, me gusta la idea de un patio grande, nunca tuve uno. Pero mis padres ahora tienen mucho terreno y es agradable. —Hace un gesto, como si considerara algo. Quizás sigue pensando en tener familia, pues un patio grande es ideal para niños.
—Si tú lo dices —simulo no darme cuenta.
Que haga lo que quiera. Si algo he aprendido de estar con él, es que se siente bien relajarme y dejarle tomar las decisiones. Mi confianza aumenta, y sé que es capaz. Ya no tengo que esforzarme por tener el control, ni mucho menos ponerme a pensar en el futuro. Quiero disfrutar un día a la vez. Luego puedo terminar deprimida si me pongo a sacar cuentas de lo que hice y lo que tengo por hacer.
—Por cierto —dejo mi taza en la mesa—, ¿supiste de la noticia? —comento sonriente, nada como un chisme fresco.
—¿De quién?
—De Amanda, que está embarazada.
—Ah sí, de haber sabido que era tan fácil —dice a la ligera.
—¿Cómo? —Hace que vuelva mi cara de limón.
—Lo siento, era solo una broma —sonríe.
—No, qué bonita broma. —Guardo mi teléfono y me levanto, salgo del café.
—Karen —dice detrás de mí—. Solo quería hacer un chiste.
—Un chiste que dice que conmigo no la tendrás fácil, ¿no? —Me giro para verle la cara, tampoco quería armar una escena.
—No, no me refiero a eso. —Mira el cielo, como si las nubes tuvieran la respuesta.
—¿Dónde está tu coche? —No lo veo por ningún lado.
—Lo estacioné del otro lado de la plaza, no había lugar por acá.
—Bien. —Cruzo la calle, comienzo a caminar sin esperarlo.
Me detengo al lado de su auto y aprovecho para acomodarme el cabello, viéndome en el reflejo.
—Limón. —Me hace reír.
—Si sabes que me voy a molestar, ¿por qué lo haces?
—No, esta vez no fue intencional.
—Ah, pero si lo haces con esa intención.
—A veces —sonríe.
Él es como un resfriado, a excepción que él mismo es la cura. No sé que puede tener de atractivo hacer enfadar a la otra persona. ¿O será que le gusta el masoquismo? La próxima vez le voy a enterrar las uñas en su espalda, solo para desquitarme.
—¿Y cómo sabías de la noticia? —pregunto, al encontrarnos sentados dentro.
—Ella misma me contó.
—¿Y por qué te contaría eso?
—Ni idea, quería que la ayudara a decidir si contárselo a Jon. —Suspira—. Obviamente le dije que yo no tengo nada que ver y que tiene que hablarlo con él.
—¿Tú crees que Jon se desentienda?
—No, no creo que sea ese tipo de persona.
—Aún no lo supero, ¿en qué momento? —pienso en voz alta.
Ella mostraba interés en Daniel, ¿cómo terminó junto a Jon de esta forma? Vuelvo a leer los mensajes en el grupo, no me había fijado que hay nuevos. Ahora explica lo que pasó.