Idealmente quizás

OTRA BODA

No sé por qué estoy nerviosa. Me miro en el espejo por quinta vez. Decidí usar este vestido crema, el cinturón apretado y los pliegues que sobresalen ayudan a mi silueta. No se nota la panza que me ha crecido, ventaja de ser un poco más alta que el promedio. Me ha costado mantener una buena dieta, siempre quiero comer lo mismo que Daniel. Mala idea, él sigue asistiendo al gimnasio, mientras yo duermo cuanto puedo. Hasta la cara se me ve grande, es eso o la edad. Espero no desarrollar miedo a envejecer, no sé qué cara pondré cuando comience a tener arrugas.

—Te ves hermosa, deja al espejo en paz. —Me abraza por la espalda, para luego besar mi cuello.

—¿Seguro? Creo que mi cara esta gorda.

—Yo te veo normal.

—Pero yo no. —Busco información en el teléfono—. Mira acá dice que es retención de líquido por la edad. Ya sabía que estar cerca de los treinta sería horrible.

—También dice que podría ser causa de embarazo —lee la parte que quiero ignorar.

—No. —Sonrío—. Es que me estoy poniendo vieja.

—¿La crisis de los treinta sin tener treinta? —ríe.

—No te burles, esto es horrible.

—Horrible es llegar tarde.

—También. —Hago una cara triste y miro las arrugas que comienzan a marcarse.

—Así no te ayudas.

—Dicen que ser expresivo envejece. —Daniel cierra los ojos y me da la espalda, para luego soltar una carcajada—. Qué gran ayuda eres.

—Amor, qué puedo hacer si eres tan graciosa.

—Morirte de la risa. —Recojo mi bolso—. Vamos, no lleguemos tarde, que es lo que más le preocupa al señor.

—Karen, si quieres luego nos ponemos a crearte una rutina de ejercicios y dieta, eso te va a ayudar a verte como quieres y darte los nutrientes para que tengas energía y no duermas tanto.

—Ay no, suena horrible.

—Entonces no tienes permitido quejarte por eso. —Pellizca mi cachete.

Eso me dolió. Camino detrás, lo sigo hasta el coche. Él es seis años mayor, y no luce mal, supongo que debería hacerle caso con respecto a la dieta y el ejercicio. Y tomar la dura decisión de la que hablamos, dejar el azúcar, o por lo menos reducir la cantidad que consumo. La vida sana se ve bonita pero practicarla suena a una pesadilla.

Llegamos al salón. Apenas entramos, siento frío con la decoración de invierno. Azul y blanco es el tema. Todo se ve tan limpio e impecable, la cristalería brilla desde la distancia. Y el centro de mesa, un florero de vidrio con flores blancas y azules; es muy bonito, parece cuento de hadas.

—¿Vas a llorar? —Me pregunta, sorprendido igual que yo.

—Eso parece. —Me tapo con las manos—. No sé por qué me puse sentimental.

—Mejor sentémonos, y dejemos que se acerquen a saludar si quieren.

—Tú sí que no tienes problema en ser descortés, ¿no?

—¿Ya te cambió el humor?

—Siempre tengo ánimo para regañarte. —Sonrío.

Él también sonríe. Pensé que sería similar a la boda de Uni, es a la única que he asistido. Pero en ese momento recuerdo que me sentía distante, aunque Daniel estuviera a mi lado. Ahora hay un fuerte sentido de pertenencia, ahora sí me tienen que pedir permiso para llevárselo, incluso si es para una simple foto. Miro a la gente bailar, parece que los novios todavía no llegan. Nos preocupamos por llegar tarde para nada. Al mirarlo tranquilo, observando a la gente, me hace pensar, ¿cómo me sentiría al ser su esposa? Si como novia siento que tengo un peso, como su mujer tendré la suma potestad sobre él. Sonrío de nuevo al pensar en ser el centro de su vida, y quiero serlo. De verdad quiero ser lo más importante que tiene, así como para mí, él es lo único que vale dentro de mi mundo. De nada sirve disfrazar lo vivido, ambos acordamos comenzar de cero, pero ahora entiendo el no querer esperar. Quiero casarme con él, y estoy ansiosa porque me lo pida. Antes me preocupaba ser una cosa u otra, ahora quiero serlo todo. Quiero ser su niña, su protegida y consentida. Quiero ser su amante, su delirio y su codicia. Quiero ser su fiel compañera, su mejor amiga y su familia. Que me ame cuanto quiera, que me desvele con placer por cuanto desee. Quiero ser su zona segura, quiero abrirme y entregarme por completo. Sentirme suya por siempre.

—¿En qué piensas? —dice sonriente—. Me miras con esa cara…

—¿Si? Es que te ves apetitoso —bromeo, no quiero ponerme más sentimental.

—No tienes remedio —ríe.

De seguro piensa otra cosa, y tiene razones, he sido muy intensa con la intimidad, quiero estar envuelta entre sus brazos a cada rato. Respiro profundamente, es que si me pongo a pensar me voy a antojar. Sonrío.

—Debe estar bueno el chiste —dice, sin dejar de verme con asombro.

—Sí, está muy bueno —respondo avergonzada. Si supiera en lo que estaba pensando.

Las personas toman sus asientos, comienza la ceremonia. Monic luce preciosa, camina con lentitud, es como una sirena que nos deja embelesados a todos con su encanto. La cola de su vestido se arrastra, esparciéndose por el suelo como la espuma del mar. La temática no tenía que ser invierno, si no del océano, hubiera sido mejor. Al voltearme para ver la reacción de Daniel, me encuentro con su mirada, fija en mí.

—¿Por qué me observas así? —susurro. Me coloco la mano en el pecho, me asustó.

—Quería verte.

—Pero vinimos a ver una boda, no a una cita.

—Solo estoy tomando notas. —Sus palabras me hacen sentir chispas en el estómago.

Escuchar los votos de Alfredo es chistoso, cómo puede dar un discurso comparando el amor con la salsa de tomate. No sabía que tenía aires de comediante. Pero me gusta verlo, porque sus ojos brillan, no deja de mirar a su diosa. Esa mujer sigue tan hermosa, no parece que envejezca, luce igual que en sus veinte. Y su figura, que queda bien dibujada con el vestido, es perfecta, todo le ha quedado bien.

Ahora la pareja se pasea de mesa en mesa para tomarse las fotos con sus invitados. Aprovecho para estirar las piernas.

—Ya vengo, iré a chismosear.




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