Idealmente quizás

UN SUEÑO

Veo salir el sol por la ventana, a través de un cielo nublado. Casi no pude dormir. Pasé gran parte de la noche mirando el techo, deseando que todo sea solo un mal sueño. Quisiera despertar de esta realidad. Tenerla acurrucada bajo mi axila se convierte en mi alivio, en lo único que me mantiene en calma. Pero sé que en cualquier momento todo esto se quebrará, cuando lo vea y no pueda evitar el torrente que está por venir.

Nadie está preparado, quizás puedas minimizar en algo el dolor al saber lo que viene, pero no se puede predecir ni saber por completo el cómo reaccionaremos al llegar el momento. Mucho menos en medio del caos que ya estamos tratando de asimilar.

Nunca pensé que vería a mi madre quebrarse. Tampoco sabía que me parecía a mi padre. A veces me siento tan ajeno a esta familia. Una parte de mí no quería regresar, ese lado que envidia el infortunio de Karen. ¿Por qué extrañar las miradas de decepción y las críticas incesantes? Cuando tu familia se convierte en un martirio y no en un lugar de refugio, ¿por qué volver? Pero aquí estoy, y no me consume el remordimiento que creí que tendría. Estaba feliz en estos últimos días, con esa expresión en su cara, es la que quiero quedarme. Con eso en mente podré mantenerme inquebrantable, porque otros necesitan de mi fortaleza, no puedo decaer. Además, le prometí a ella que podría con todo, siempre y cuando permanezca a mi lado; daré todo por ella.

El día ha transcurrido entre llamadas, arreglos y largos silencios acompañados de caras largas. Aunque Daniel no lo diga, y se esfuerce en sonreír cada vez que puede, se nota su dolor. Pero le agradezco el intento por mantener la calma. Dana, por su lado, no se toma nada bien la noticia acerca del estado de salud en el que se encontraba su esposo, al leer el informe médico hace notar su molestia y se encierra en su cuarto por el resto de la tarde. No es agradable descubrir que te ocultaron algo así; en su posición, yo también odiaría que Daniel me lo hiciera. Y la duda comienza a surgir, ¿será que se siente culpable? Si su corazón estaba tan delicado, ¿esa última discusión habrá afectado? Aparte de la frustración y miedo que se siente al saber que tu hijo estuvo en un accidente y de camino al hospital no sabes cual es su estado… sí, todo eso pudo afectar. Y que no sepan que Daniel ya lo sabía, a él también lo van a odiar.

El día del funeral ha llegado. Me quedo junto a Boni para ayudarle a repartir café y galletas saladas. Brandon se encarga de los niños, de los suyos y de los otros que llegan. Y Daniel, se queda junto a Dana, al lado del ataúd, por petición de ella. Desde aquí luce tranquilo, como si fuera un guardaespaldas. Le sonrío de manera muy disimulada cuando me ve, no quiero lucir irrespetuosa ante los demás, pero también quiero que sepa que aquí estoy para él.

—Karen… —una voz a mi espalda me llama—. Que bueno verte integrada a la familia. —Lisa me regala un cálido abrazo—. Lo siento, que tengas que pasar por todo esto.

—Así es la vida, impredecible.

—A diferencia de como pensé que encontraría este lugar —suspira aliviada—. Es agradable ver a los familiares cercanos mantener tanta calma. Esa paz que cada uno muestra, creeme que ayuda a no sentir tanto el peso de la muerte.

—¿Si? —observo una pareja de ancianos que se acerca a darle el pésame a Dana.

Se nota lo que comenta, todas las personas en este lugar lloran en silencio o tienen cara de tristeza con los ojos rojos, a excepción de la viuda y sus hijos.

—¿Y no podría interpretarse que somos fríos y sin sentimientos? —comento a modo de broma.

—También. —Sonríe—. Gracias… se nota en Daniel, la diferencia que haces.

Se aleja, perdiéndose entre las personas. Ya quiero que acabe este día, deseo que sea de noche y hablar con mi prometido bajo el cielo estrellado, ya tenemos dos días haciendo esa práctica y quiero que se convierta en parte de nuestra rutina.

—¿Y tú quién eres? —pregunta una señora, con expresión amarga.

La reconozco, es la abuela de Daniel. Si pensaba que Dana tenía un porte intimidante, delante de esta persona, mi suegra se vuelve el ser más amigable de todos.

—Karen, soy la prometida de Daniel —respondo, fingiendo tranquilidad, pues los nervios me atacan.

—Entiendo. —Hace ese típico gesto, de mirar de arriba abajo, con arrogancia—. Entonces ha encontrado pareja ese ser.

—¿Ese ser? —Esta hostilidad ayuda a apagar mis nervios y a encender mi rabia.

—¿A qué te dedicas?

—A usted qué le importa, ¿qué clases de preguntas son esas para este tipo de situaciones? ¿Acaso no tiene respeto por nuestra pérdida?

—¿Nuestra? —Por un momento pensé que me escupiría—. Eres una insolente, igual que aquel. —Mueve la mano como un abanico—. ¡Qué bueno que ya no son parte de mi familia!, no hacen más que traer desgracias.

La dejo irse, no vale la pena hablar con ese tipo de gente.

—Karen. —Lisa regresa a mi lado, susurrante—. Por favor, qué acabas de hacer —parece preocupada, pero su risa traviesa me confunde—. Cómo le vas a hablar así a la jefa de los jefes —ríe con disimulo.

—Pues es una engreída, y no me interesa tener ese tipo de personas así en mi vida —la molestia regresa.

—Karen, ¿cierto? —Se nos acerca un señor con el cabello blanco, un bigote perfectamente delineado—. Una pena conocerte en esta situación, Ferit —me extiende la mano.

—Un gusto.

—Disculpen señoritas, pero no pude evitar ser testigo de ese encuentro.

—Lo siento —digo apenada, pues no quería darle esa impresión.

—No, no —ríe—. Me ha encantado.

—¿Cómo? —ambas nos sorprendemos.

—Daniel necesita de una fiera que lo defienda, si me hago entender, ¿no? —vuelve a reír.

—¿Fiera? —sonrío incrédula.

—Sí, esa que saca sus garras cuando se meten con los suyos. —Me mira con seriedad—. Ahora entiendo por qué se escapaba para verte.

Sin más que decir se va, y lo miro caminar hasta Dana. Esta lo abraza apenas lo ve y la hace sonreír, cosa que no había pasado desde aquella noche. Daniel me busca con la mirada, y yo le vuelvo a levantar una comisura.




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