Idealmente quizás

CASA

Hemos llegado a Mom, otra vez estamos en casa. Dormí durante todo el viaje, tuvieron que darme una de esas pastillas para calmar mis nervios. Estaba renuente a volver a pasar por el lugar del accidente. Todavía lucho con la sensación, y no dejo de imaginar a cada auto que pasa cerca golpeándonos, supongo que lo superaré con el tiempo.

No pude retomar mi trabajo, fui a entregar la carta de renuncia, tampoco quería recuperarlo. Aunque no era necesario, ya me habían escrito todo el procedimiento a seguir sin necesidad de ir en persona. Recuperé mis contactos, en un nuevo teléfono por supuesto. Me llegaron en fila cantidades de mensajes, mis amigas preocupadas por la noticia del accidente. Jon, Adan, también se enteraron, y al no conseguir respuesta por parte de Daniel, han recurrido a escribirme. Ahora nos toca un regaño intenso por parte de todos ellos en nuestra próxima salida. Ya me los puedo imaginar: «qué inconscientes andar incomunicados, y nosotros acá muertos de la preocupación», «son tal para cual». Han logrado sacarme varias sonrisas al leer sus comentarios. Antes del viaje me resultaban estresantes las salidas grupales, porque prefería disfrutar mi día libre en casa, a solas con Daniel. Pero ahora, resulta que estoy ansiosa por volver a verlos.

Enrique también ha vuelto a aparecer. Me dejó por escrito la dirección de su nuevo “café”, se llama “Las tardes que dejé”. Es obvio que apunta a esos lectores melancólicos a los que les gusta hundirse en sus lecturas acompañados de una bebida caliente. Me pregunto cómo será la decoración. En su cocina tenía buen gusto, era la primera vez ví colores brillantes y vibrantes sin sentir molestia. Acompaña la invitación con un mensaje, confesando que he sido su inspiración para ese lugar. Él no es amante de las historias, y lee muy poco, pero quedaba fascinado al verme todas las tardes en esa sala, frente a todos los que entraban y salían del edificio, entregada y sumergida en un libro. Iré a la inauguración con Daniel, quizás se convierta en nuestro nuevo café.

Dos meses después, está por fin terminada nuestra casa. Las discusiones entre los dos se han vuelto más comunes, salen a relucir nuestros gustos dispares. A mí no me afecta, confío demasiado en su buen gusto como para dejar que me altere, pero a él sí, y resulta gracioso llevarle la contraria. Ahora entiendo porque le gusta hacerme enojar.

—Pero mira —le muestro un elefante rosa—, ¿dime si no es lo más tierno que has visto?

—Ya te dije —me quita la cerámica de la mano, la coloca de nuevo en el estante—, que te iba a permitir diez cupos de elegir aberraciones y ya los agotaste.

—¿Aberraciones? Pero mi zorro amarillo es hermoso, hará buen contraste con el sofá. —Es difícil fingir seriedad cuando quieres morir de risa, pero no puedo delatarme todavía.

—Sí, perfecto para espantar a los invitados y a quien sea que entre en nuestra casa.

—¿A ti por las tardes? ¿Cuándo regreses del trabajo? —Miro fijamente su rostro, se muestra serio y suspira con calma.

Todo el tema de la decoración y la boda lo mantienen en estrés constante. Hemos decidido hacer una pequeña celebración en casa, para estrenarla. Era eso o dejar que Dana nos organizara todo.

—Lo importante de llegar a casa es que tú estés allí.

—¿Si? —sonrío—. ¿Aunque esté despeinada y con una camisa holgada echada en el sofá?

—Mientras menos ropa tengas, menos tendré que quitar —su sonrisa pícara me hace sonrojar.

Me encanta como nos hemos vuelto uno y alternamos con facilidad nuestras formas.

—Promételo ante el elefante —vuelvo a agarrar la cerámica, la levanto hasta su rostro para que la observe bien—. Prométele que siempre nos encontraremos en casa, cada noche.

—Sí lo prometo —da vuelta a sus ojos, frustrado con mi elección—. Ahora, déjalo donde estaba.

—No, tiene que venir con nosotros. ¿Cómo será testigo de la promesa si no estará para vernos cumplirla?

—Es costoso para la basura que es.

—Pero es una basura bonita —lo observo entre mis manos, y lo acaricio—. ¿A que si?

—Entonces irá al cuarto, dentro del armario, donde nadie lo pueda ver.

—En el cuarto me parece bien, pero no escondido, tiene que vernos cada día, a los dos juntos.

—Qué perturbadora eres.

—No me refería a vernos de ese modo, no tiene porque estar en dirección a la cama —río, y él sonríe, creo que ya se ha dado cuenta.

—¿De verdad te lo vas a llevar?

—Después de inventarle una historia tan bonita, ¿por qué no?

—Lo siento —suspira aliviado—. Creo que me he dejado invadir por el estrés. En el trabajo todo es un caos.

—Lo sé, esas temporadas pasan. —Deslizo mi mano por su mentón—. Todo se acumuló. Remodelar la casa, vivir apretados en ese pequeño apartamento, tu madre que se va a mudar a esta ciudad. —Suspiro—. La boda, Ferit queriéndote al frente de todo. Y unos cuantos detallitos más que se nos escapan. ¿Pero qué importa?, tenemos al elefante rosa —ríe—. ¿Acaso quieres algo más? Se lo puedes pedir.

—Sí quiero algo más, salir rápido de todo esto para llevarte lejos de aquí.

—Que exagerado, solo será una semana, y aún no decimos el lugar.

—Porque tú quieres calor, por alguna razón que desconozco, y yo quiero nieve.

—Vivimos entre montañas, siempre hace frío. Y a finales de diciembre tendrás nieve, quizás no tanta para nadar en ella, pero tendrás. ¿Y por lo demás?, ¿cuándo vas a sentir ese calor que te hace derretir?

—Es una luna de miel, no un plan para hacer sufrir al esposo.

—¿Ah sí? Pensaba que era lo segundo —sonrío—. Vamos a pagar, que ya nos están viendo raro.

El esposo de Majo tuvo que viajar por trabajo a su país, donde también se encuentra su familia. Fue incómodo verlos discutir eso en pleno almuerzo. No sé quién tiene razón, pero ella se niega a irse de aquí. Se ha quedado sola con su hijo, y Dana viene para quedarse con ella, hasta que vuelva Mario. A Daniel no le hace ilusión tener a su madre cerca porque cree que estará siendo constantemente juzgado en todo lo que haga. Está convencido de que se mudarán a la casa de Ferit, donde se dan casi todas las reuniones a las que asiste. Mientras que Ferit quiere darse de alta pronto. Necesita dejar todo en manos de Daniel para comenzar a “disfrutar” lo que le queda de vida. Eso se resume en viajar por todo el mundo hasta gastar todo el dinero que tiene en su cuenta; ha dejado testamento por si su cuerpo no aguanta el trote. Son planes que se adelantaron por la partida de Santiago, creo que esa ausencia nos hizo darnos cuenta de que un día ya no estaremos. Y la lista que cada uno tiene, no existirá más. Por mi parte, no soy ambiciosa, mi lista no ha crecido y he cumplido la mayoría de deseos que estaban a mi alcance. Nunca me permití metas más allá de lo que podía visualizar. Y ahora tampoco quiero inventar. Estoy a gusto con una vida tranquila, minimizando la mayor parte de los problemas que surjan. No me preocupé en este tiempo de buscar empleo. Incluso ayudé a Daniel en la gestión de la inmobiliaria y la constructora. Hay detalles que se escapan de mis manos, pero puedo aprender, y ambos hemos pensado en trabajar juntos en esto. Yo desde casa puedo llevar las cuentas, pero él siempre tiene que estar presente. Creo que por ahora es el plan que tenemos a corto plazo.




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