¿Qué es el amor? ¿Un sentimiento o una decisión? Yo lo veo más como un acto de entrega, por ende, es una decisión. Yo decidí ser de ella, y dejé que su esencia se calara entre mis huesos. No podía despegarme de sus recuerdos, de su manera de ser; olvidarla iba a ser una tarea imposible. Y mi alma se encuentra aliviada de tenerla a mi lado. No importa cuántos días pasen, cada mañana la encuentro de la misma manera. Cuando regreso y la veo de nuevo, me invade esa sensación, mi corazón se exalta y mi sonrisa queda expuesta, como si fuera la primera vez que me enamora.
Los sentimientos no perduran, no son continuos. Son volátiles, dependen de pensamientos, momentos o sensaciones. El amor siempre está. Se convierte en una promesa de por vida. No se ama a la persona por lo que es, se ama porque así lo decides hacer. Nosotros cambiamos, nadie va a quedarse estático en una faceta de su vida, de tantas que pasamos. ¿Acaso por eso se va a romper la decisión de amar? Ella ha cambiado a lo largo de estos años, y la sigo amando, porque su esencia es eterna y la quiero para mí, junto con la mía. Haciendo la perfecta mezcla de caos y armonía.
Recuerdo tantos momentos al verla vestida de blanco, no me comprometo con ella porque deba. Quiero ser parte de su vida, aunque su belleza física cambie, como dice. El matrimonio para mí, representa oficializar esa unión de cuerpo y alma que tendré por el resto de mis días. Y si supiera que hay detrás de la cortina negra de la muerte, también elegiría pasarla junto a ella.
Sonríe nerviosa delante de mí.
—¿Empiezas tú o yo? —me susurra, aferra sus manos a las mías.
Todas las miradas, observándonos atentamente, pueden volverse desesperantes.
—Karen —comienzo, ella levanta la mirada a mi rostro—. Contigo puedo ser un peluche, un algodón, puede que también un malvavisco. —Sonríe cómplice—. No importa si tú eres la única que entiende, pues así quiero que sea. Llegaste a mí en medio de la tormenta, y te quedaste, aunque el tiempo arremetió contra nosotros, no me soltaste la mano. —Su media sonrisa me deja saber lo que piensa—. Sí, quizás la soltaste por un momento, pero volviste a mí, y no me soltaste.
—Ni siquiera cuando duermes —me susurra.
—Y me haces olvidar todo lo que estuve escribiendo esta última semana —sonrío, todos ríen—. Porque así eres tú, mi lugar de reinicio. El refugio donde me convierto en el ser más vulnerable, y tú serás la única que conozca esa entrega, mi elección, mi compañera eterna. —Beso su mano. No pude decir la parte cursi.
—Tenía que empezar yo primero —vuelve a mostrarse nerviosa.
—No pasa nada, cada quien tiene sus maneras de decir las cosas —bromeo.
—Por supuesto, tú siempre con las palabras adecuadas. —Ríe, igual que el resto—. Yo te voy a amar, aunque me reproches y cuestiones. Yo te voy a amar, aunque el sol no brille. Te voy a amar en días de lluvia, en noches largas, en madrugadas inquietantes. Siempre te voy a amar, sea como sea que te encuentres ese día. Y te doy las gracias por nunca rendirte conmigo. Por esperarme, por buscarme y por quedarte a mi lado aunque yo te pidiera lo contrario.
»Gracias por insistir, y te prometo que si lo sigues haciendo, yo nunca me alejaré de ti. Porque sabes que cuando me molesto solo necesito un respiro, y sabes que si no te vuelves a acercar romperé en llanto como una niña. —Sus ojos lucen llorosos—. Y lloro, no por lo que digo, si no por la felicidad de estar contigo. El señor paciencia, ya no amargado —me hace sonreír—, definitivamente eres el hombre perfecto e ideal para mí.
La beso apasionadamente. No pensé que me dejaría inundar por el momento, pero no pude evitar conmoverme con sus palabras. Ahora debemos fingir que no queremos estar solos, y ser buenos anfitriones hasta el final de la noche.
Después de despedirlos a todos, cierro la puerta. Hago maniobras para bajarme el cierre del vestido y respiro profundo al conseguirlo. Daniel recoge los platos. Fue buena idea comprar todo desechable para no pasar el resto de la noche limpiando.
—Entonces… —Me acerco—. Esposo mío.
—Esposa mía. —Deja lo que hace y me rodea con sus brazos para besarme.
—¿Ya tenemos todo listo para el viaje?
—¿Para la tortura?, sí.
—Pero creo que no bailamos lo suficiente… —Pongo música y le subo el volumen.
—¿No querías limpiar para salir temprano?
—Si tú puedes dejarlo pasar, señor obsesivo compulsivo. —Rodeo su cuello con mis manos—. Yo también.
—No lo sé. ¿Sabes a quién voy a tener que guardar en una caja fuerte? —Pega su frente con la mía, mientras nos movemos.
—No comiences con tus cuentos raros de encerrarme —río—, usaré un traje de baño completo para que no te tengas que morir de celos.
—Pero entiéndeme, eres tan hermosa, aún cuando usas el abrigo más grande que tienes, igual te miran.
—Sí, como si no tuviera que aguantar a las cajeras que se muerden los labios mientras revisas tu cartera para pagar. —Ríe a carcajada—. Yo soy quien debería guardarte en una caja, bien fea, para que nadie te saque y te encuentre.
—Tú te encargas de volver el cuento más turbio.
—No lo puedo evitar, ese es mi toque. No te queda de otra que aguantarme —le muestro el anillo—, para toda la vida.
—La mejor tortura que encontraste para mí, ¿no es cierto? —reímos—. Qué no soy masoquista.
—Pero sí un malvavisco.
—Pero soy tú malvavisco.
—Cuidado te disuelves.
—Siempre que sea en ti, lo haré.
—¿Tu lado más vulnerable? —sonrío con emoción—. Me encantó eso.
—¿Solo eso?
—Me encantó todo.
Fin.
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Gracias a todos los que me acompañaron a terminar esta historia; estoy contenta de haber llegado hasta acá. ♥️♥️♥️