Identidades Cambiadas

CAPÍTULO V: El camino a la verdad

POCO A POCO, Andrea recuperó el conocimiento y sintió un fuerte dolor de cabeza, vio como Mireya se dirigía hacia ella y como un resplandor todo vino a su memoria, recordó la escuela, de su viaje en el tren para regresar a casa, del pleito que tuvo con la detestable de Ana y como ésta la había derribado fuertemente y ahora se encontraba ahí con una identidad que no era de ella y no en su casa.

-Mariana, Mariana ¿estás bien? – le preguntaba Mireya mientras le ayudaba a incorporarse.

Andrea se le quedó mirando fijamente y le contestó: -Yo no soy Mariana, soy Andrea –

-No entiendo, ¿Quién es Andrea?... Mira mejor vamos a mi casa, si te llevo así a la tuya tu papá se va a asustar, ven vamos- le dijo Mireya mientras la ayudaba a caminar.

Al llegar a la vivienda, dejó un rato a Andrea en las escalinatas, primero tenía que cerciorarse que no estuviera su madre, nunca se llevaban bien y lo menos que necesitaba era escuchar sus gritos, con agrado vio que ya se había ido a trabajar a la cantina, de inmediato buscó a su amiga y la metió.

La ayudó a sentarse en una silla, Mireya decidió prepararle un té para que pudiera recuperarse, mientras el agua hervía, observó a su amiga, que estaba pensativa y de vez en cuando se ponía las manos en la cabeza.

-Si quieres vamos al doctor… ¿Todavía te duele mucho la cabeza? -, le preguntó mientras le servía el té.

-No, ya estoy mejor, no te preocupes…Gracias por el té- le respondía Andrea toda seria y pensativa. No entendía lo que pasaba realmente, no se explicaba porque la confundieron con Mariana, pero su gran incógnita era ¿dónde estaba ella?, hasta lo último que recordaba es que la defendió de Elisa y Ana.

Levantó la vista y vio a Mireya observándola con cara de preocupada, sabía que tenía muchas preguntas, pero respetaba su privacidad, por eso se convirtió en su mejor amiga, era en la única en que podía confiar en esos momentos.

-Cuando me aventaron los tipos esos, me golpeé en la cabeza y repentinamente recordé todo, ya ves que te había contado que tuve un accidente y perdí mi memoria y ahorita como un resplandor todo vino a mi mente, pero… Yo no soy Mariana, mi nombre es Andrea Montemayor, mi padre es Gregorio Montemayor y no sé que hago aquí o porque me confundieron con ella. Lo peor es que papá… O mejor dicho Marcos no sabe nada- le mencionó Andrea a su amiga.

-Entonces ¿dónde está la verdadera Mariana? – preguntó Mireya, mientras Andrea se le quedó mirando, era lo mismo que se cuestionaba ella y era algo que iba a averiguar, saber dónde estaba Mariana.

-Es increíble lo que te está pasando… Espera un momento, me acabas de decir que tu padre es Gregorio Montemayor, de casualidad ¿no es el empresario más rico de Monterrey? – reaccionó Mireya cuando recordó el nombre.

Andrea sonrió mientras se paró de la silla y se dirigió hacia la ventana, pensó que el dinero nunca le había importado, la había hecho tan infeliz y los pocos días que tenía ahí con Marcos había sido de mucha tranquilidad y calor de hogar, lo que nunca había sentido en toda su vida.

-Aunque no lo creas, eres amiga de la hija del hombre más rico de la ciudad- le contestó mientras se dio la vuelta y regresó hacia donde estaba Mireya.

- No lo puedo creer, mi mejor amiga es multimillonaria, jajaja- lanzó una carcajada, pero su alegría desapareció repentinamente – lo malo es que cuando vuelvas a tu vida, ya no nos veremos-

Andrea la tomó de las manos y le dijo: -Eso nunca pasará, nuestros planes siguen en pie, pondremos juntas nuestro taller de costura, nunca dejaré de ser tu amiga, no lo dudes- al escuchar eso Mireya le sonrió, desde que Andrea apareció en su vida cambió para bien.

- ¿Y qué vas a hacer? - 

- La verdad ni sé, pero por lo pronto te pido por favor que no le vayas a comentar a nadie de que ya recobré la memoria, tengo que averiguar primero dónde está Mariana, para todo el mundo sigo siendo ella, ¿me ayudarías amiga? - le suplicó Andrea.

-Claro que sí, cuenta conmigo para lo que sea-

-Mañana me acompañas a mi casa, vamos a espiar a mi familia, quiero saber por qué no me han buscado, eso se me hace muy raro- señaló Andrea, aunque ya empezaba a sospechar algo, que se le hacía descabellado, pero que tampoco era imposible.

FERNANDO SE HALLABA recostado en su cama, pensando como todas las noches en esa chica que acaba de conocer y que le había robado el corazón, entonces se dio cuenta que estaba muy enamorado de ella, sobre todo cuando la besó la primera vez.

-Hijo, ¿puedo pasar? – escuchó la voz de madre detrás de la puerta.

-Sí mamá, pasa-

Doña Regina abrió la puerta y vio a su hijo, se acercó a la cama, no hallaba como abordar el tema, pero tomó valor y le dijo:

-Fernando, te quiero pedir por favor, que dejes en paz a Mariana, he visto como se miran, y se ve que ella esta muy interesada en ti y eso no esta bien, no quiero tener problemas con Marcos-

Fernando se incorporó y se paró de la cama, caminó sobre la recámara, en el fondo sabía que su madre tenía razón, su vida no había sido buena, pero al estar con ella sentía que era su luz, la oportunidad que necesitaba para mejorar.




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