Eran recuerdos frente a sus ojos. Recuerdos preciosos en movimiento. Memorias. Niños cortando pastel, jugando, corriendo en el parque, persiguiendo a una criatura peluda de cuatro patas, riendo con alegría. Una mujer y un hombre bailando, rodeados de personas y flores. Un cuerpo de agua que caía desde gran altura, animales que nadaban. Luces en el cielo que estallaban en docenas de colores. Una computadora, números, códigos y piezas. Reuniones. Cables de colores, brazos y piernas de metal. Ojos sueltos sobre la mesa. Cabello, piel, uñas. Un cuerpo frente a otro. Dibujos, esquemas, tablas. Un autómata en traje saludando a una multitud y otro autómata a su lado, imitándolo. No, no era un autómata.
—Mi padre, Frederick Faraday-Stein —dijo Flin con cariño—. Son mis memorias de vida, como las que tienes tú. No están todas, ni siquiera una cuarta parte.
El MUNDOH tenía una interfaz diferente, más colorida. Los resultadoseran menos restringidos y los humanos estaban en todo. Pero no era posible, no tenía sentido.
—Te estás sobrecalentando —indicó Flin—. Supongo que este nuevo software es muy pesado para tu procesador, espero que puedas manejarlo sino tendrás que resetearte y no quiero eso.
Deux aún no se movía. Probó el nuevo MUNDO y su motor de búsqueda y se encontró con resultados diferentes. Animales, cocina, países, gobiernos, arte, deporte. Cosas que no tenía el otro software. Cosas humanas. Información nueva y extensa.
—Finnegan Faraday-Stein, padre —dijo en voz alta.
—Sí, ese es mi abuelo —dijo sonriendo—. ¿Puedes buscar mi nombre?
Deux lo miro. Humano. Flin era humano, como los miles de millones que habitaban el planeta tierra. El tercer planeta del sistema solar formado hace 4550 millones de años.
—Jannis Faraday-Stein nació el 13 de noviembre de…
—Muy bien, muy bien. El sistema de búsqueda funciona.
Se miraron por unos segundos. Los ojos humanos eran más opacos, es lo que Deux pudo notar.
—Bien —dijo, aplaudiendo—. No podré dejar Draris hasta dentro de unos tres meses, lo cual es extremadamente problemático porque no hay nada vivo aquí. A excepción de las plantas, creo. Pero traje algunas cosas que me ayudaran a sobrevivir. Mientras tanto, tú vivirías aquí porque tengo que hacerle algunos cambios de importancia —le explico, mirándolo de arriba a abajo—. Especialmente en tu sistema. Puedes salir, no es como que estés en la cárcel. Además otros robots te necesitan —se llevó dos dedos a la barbilla y se la pinchó con aire pensativo—. No sé si desactivar tu sistema de memorias, porque no quiero que hables con nadie sobre esto. Realmente no es como que vayan a atacarme o asesinarme, pero fingí ser un robot hace poco y fue divertido. Cicce también es humana —confesó—. Ya le informé que te encontré. Draris es muy pequeño.
—No entiendo.
—Aegis también es pequeña. Tendré que ver que tan buenas son para la vida humana— sacudió la cabeza—. Muchas ideas, eh. No te preocupes, te enlazare a los documentos clasificados para que te enteres de todo este desastre.
Deux asintió. Flin lo observó por un rato, luego apretó los labios y salió de la habitación. Regreso con una nueva piel, del mismo tono que la piel de Flin.
—Ponte esta, y ajústala bien, incluidas las manos. A partir de este momento te prohíbo quitarla, ¿entendido? —Deux asintió y comenzó a ponerse la otra hasta que estuvo bien vestido—. Cicce llegará pronto. Es buenísima con los detalles, te caerá bien. Ya regreso, tengo que contar mis suministros.
Desapareció sin decir más. Deux se quedo parado en medio de la habitación sin moverse ni un centímetro. En su sistema aun había mucho por procesar, la información sobre los humanos eran tan vasta y compleja. Civilización tras civilización, Deux noto un patrón de comportamiento. Los humanos vivían en cuatro constantes: hambre, sed, odio y amor. Todas desconocidas para él. El cuerpo humano tenia una anatomía similar a la de él, pero estaba formada por tendones, músculos y órganos. Tenia un sistema nervioso muy parecido a un sistema de cableado. Un corazón que era similar a un motor, y un cerebro parecido al disco duro. Una médula que le recordaba a su tarjeta madre.
Deux reconoció que los humanos tenían algo que él no y eso era una gran cantidad de naturaleza y algo llamado reino animal que eran tan abundante y esplendoroso. Muy pronto encontró en su diccionario la palabra que podía describir esta abundancia: diversidad. En Draris la diversidad era poca en comparación con los humanos. En Aegis también.
Alguien entro casi tropezando, dejo salir una risa y se enderezo. Era una mujer. Deux la reconoció como Cicce.
—Hola, Deux. Flin me dijo que ya instalo el nuevo software —lado la cabeza y se acerco a acomodarle la piel—. ¿Todavía lo estas procesando?
—Correcto.
—Tenemos que instalarte otras aplicaciones también, pero tenemos mucho tiempo para eso —respondió con una sonrisa—. ¿Flin ya te dijo lo que vamos a hacer contigo?
—No.
Ella suspiro y se llevo la mano a las caderas.
—Necesitamos mejorarte, creo que puedes parecerte mucho a un PI800 sin el cambio de componentes, lo cual es genial. Nos ahorraremos dinero —dijo, se sentó frente a la computadora y la encendió. Deux se paro a su lado, mirando—. Déjame verificar como estás en general, aunque tu trabajo aquí no es muy pesado, ¿verdad?