Imperio de Metal

PLÉTORA

—Se pronuncia "Ciché" no "Sise" —corrigió Cicce.

Deux trato de imitarla. Estaba recostado en una cápsula muy parecida a donde dormía, solo que era un poco más espaciosa.

—Muy bien —lo felicito Cicce.

Deux asintió. Flin cerró la puerta de la cápsula no sin antes sonreírle. Ya llevaban varias semanas haciendo exámenes de todo tipo. Luego lo mandaban de regreso a su taller. Deux no preguntaba mucho el porqué, y Flin tampoco le había compartido nada de información confidencial. No se sentía inseguro, al contrario, observar humanos le resultaba entretenido, como cuando arreglaba piezas de otros autómatas o errores de sistema. Flin a veces le pedía que lo dejara de ver con tanta atención, pero Deux no podía evitarlo. Sus movimientos, sus gestos faciales, los tonos de voz y los pequeños detalles eran nuevos y tan extraños. Paso de creer que eran una fantasía a tener dos humanos residiendo en el Departamento de Reparaciones.

Y no podía hablar de ello. Era una orden diaria. Tampoco es como si los otros autómatas fueran a entenderlo. Muchos desconocían la existencia de los humanos, y los autómatas que trabajaban en el Departamento de Reparaciones ignoraba que existieran dos humanos en el edificio. Deux lo acepto, con mucho esfuerzo de por medio. Los humanos existían.

Pudo conocer a Flin con mayor facilidad que a Cicce debido a que la información de Jannis estaba en la red informática mundial y cualquiera tenía acceso a ella. Cuando Deux se refirió a él con su nombre legal, Flin le pidió que no lo hiciera mientras estuvieran en Draris. Flin de Draris era un autómata PI800.

Pronto entendió la influencia que Flin tenía en el mundo humano, pues era hijo del dueño de Industrias Plétora, empresa líder en robótica y ciencias tecnológicas. No solo se dedicaban a la robótica sino a los aparatos electrónicos en general, teniendo más de cincuenta marcas en el mercado. Volviendo la empresa a una megacorporación. El proyecto de robótica más avanzado y de donde provenía él y otros autómatas se trabajaba bajo la marca Mondav. Su padre, Frederick seguía trabajando como hombre de negocios, pero desde hace dos años desapareció del ojo público debido al deterioro de su salud. Flin tuvo un hermano que falleció en un accidente automovilístico tiempo atrás, lo cual lo convierte en heredero único. Su madre fue una actriz y modelo austriaca que falleció cuando él tenía quince años debido a un infarto. Su familia sanguínea era cada vez más pequeña, pero contaban con muchos asociados. Entre ellos primos y tíos.

En cambio, sólo pudo descubrir que a Cicce como la autómata, no como la humana.

—Bloqueé tu búsqueda. Así que no puedes encontrar nada sobre mi —dijo, guiñando un ojo.

A Flin parecía no importarle que Deux supiera donde nació y a que escuela fue.

—Si ya todo el mundo lo sabe, ¿por qué tú no? —fue lo que dijo.

Ambos eran diferentes, a pesar de ser humanos y funcionar de igual manera. No tenían patrones de conducta tan marcados como él y otros autómatas. Sus personalidades eran diferentes, sus maneras de reaccionar al mismo problema también. Cicce trabajaba siempre con música, soltando comentarios y tarareando canciones. Flin era silencio y concentración. A Flin le gustaba salir a pasear y fingir que era un autómata y Cicce lo encontraba ridículo. A Cicce le gustaba la luz amarilla y a Flin la blanca. Cicce quería que Deux no llevara barba y Flin quería que si. De ahí nacieron las llamadas discusiones, inevitables en humanos. Las diferencias individuales podrían traer problemas colectivos. Personalidad era algo que los autómatas carecían, por lo tanto casi nunca entraban en conflicto. Era una sociedad homogénea y tenía sentido ser así pues el progreso era mayor y se alcanzaban las metas propuestas.

Pero con cada discusión aprendía más de ellos, y lo guardaba en su base de datos. Se preguntaba que impacto tendría cuando más de dos personalidades convivían. Trato de aprender sobre Cynn a quien seguía frecuentando, y se encontró con un código simple. Repetitivo. Al principio le pareció extraño, porque Cynn tuvo dudas que él no. Aun pensaba en aquella conversación cerca del mar. Y le preguntó por ello:

—Cynn, ¿recuerdas lo que me preguntaste en la costa? —pregunto Deux, mientras caminaban al lugar de trabajo de Cynn.

Ella lo pensó unos instantes, y luego dijo:

—Sí, lo recuerdo.

—¿Aun piensas en eso?

—No, ya no. Lo más importante es mi trabajo.

Deux asintió, dejando el tema de lado. Después descubriría que aquellas preguntas que Cynn le hizo con anterioridad se debían a algo llamado curiosidad. Una conducta natural en humanos, pero excéntrica en autómatas. Aún le faltaba descifrar que factores denotaron la curiosidad en Cynn. Pero deseo poder compartir con ella toda la información que tenia. Era como abrir un portal, una página diferente de las cuales Deux era el único que conocía la contraseña. Y se preguntaba para qué, ¿para qué saber tanto? ¿a donde iba tanto conocimiento? ¿Qué uso tendría en Draris saber sobre los humanos? A veces le costaba navegar entre los dos sistemas operativos. MUNDO y MUNDOH resultaban ser tan diferentes. Además Flin había descubierto que no podía desactivar un sistema a la vez, así que Deux iba por Draris sabiendo lo mejor de dos mundos.

El otro sistema no interrumpía con su trabajo, pero si con sus interacciones sociales. Más de uno le pregunto si estaba bien, pues lo notaban algo lento. Lento. Deux nunca había usado ese adjetivo para describirse a sí mismo. Pero tardaba en contestar porque no estaba seguro que información dar. Con el paso del tiempo y con ayuda de Flin y Cicce, Deux aprendió a usar por mayor tiempo el sistema que fuese necesario según la situación.



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En el texto hay: poder, automatas, robots

Editado: 11.02.2023

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