Imperio de Metal

PRIMERAS IMPRESIONES

Jannis le envió toda la información sobre un evento caritativo que daría lugar en un lujoso hotel de la ciudad por la mañana. Era una velada con diferentes eventos artísticos para recaudar fondos para las personas sin hogar.

—Esta es tu primera prueba de verdad —le comento Luvia, cuando vino a verlo para entregarle el traje que usaría esa noche—. Convivirás con muchas personas, tienes que actuar lo más humano posible.

—¿Qué pasa si me ofrecen comer o beber?

—Lo rechazas.

—¿No resultará raro?

—Un poco, pero solo dices que no tomas alcohol de ningún tipo —le dijo, acomodándole la corbata—. Irás conmigo así que no te preocupes.

Le guiño un ojo. Deux se miro en el espejo. Su piel, su expresión, su cabello. Todo lucía bastante cuidado.

—¿Iré como Deux o Hans?

—Como Deux, obviamente —le quito polvo inexistente al saco y luego volvió a acomodarle el cabello—. ¿Cuánta batería tienes?

—Mi persona tiene setenta por ciento de batería, mi teléfono tiene ochenta.

Luvia apretó los labios y asintió, conforme.

—Creo que esta bien.

Volvió a darle un ultimo vistazo antes de asentir.

—Baja al vestíbulo, iré a ver a Frederick. Espérame ahí.

Deux obedeció. Espero con paciencia hasta que Luvia apareció. Su vestido amarillo contrastaba mucho con su piel canela, y tenia el cabello recogido en una coleta alta. Recordó cuando era Cicce e hizo ese movimiento tan grácil en frente de un montón de autómatas que estaban fascinados por tal movilidad. Ahora que estaba en Nueva York se le veía mucho más feliz de lo que estuvo en Draris. Sonreía más, reía más. Deux nunca considero Draris un lugar triste. Si bien tenía un aspecto muy industrial, estaban ellos.

Nueva York por otro lado, era inmensidad, bullicio y ritmo constante.

—¿Erica no va a venir? —pregunto Deux, una vez dentro de la limusina.

—No, es una empleada —contestó extrañada Luvia.

—Yo también.

—No, tu eres un inversionista muy importante y conocido de Jannis —le recordó.

Deux asintió, sin indagar más.

—Me conto que Jannis y su padre no tiene una buena relación —comento, mirando por la ventana—. Que tiene disputas monetarias y sobre el futuro de la empresa. Nada de eso viene en los archivos que Jannis me enlazo.

Luvia apretó la mandíbula.

—Por que no es cierto, Erica no tiene conocimiento de nada —lucia algo molesta—. No le hagas caso, por favor.

Deux volvió asentir. Llegaron a un edificio de varias plantas llamado Fleur Hotel. Alguien los ayudo a bajar, entraron. Llegaron al salón donde había cientos de personas, todas vestidas de gala. Había una banda en vivo tocando una canción que él reconoció de inmediato. Un hombre alto con esplendorosos ojos verdes se acerco a saludarlos. Deposito un beso en la mejilla de Luvia y le estrecho la mano a Deux.

—Deux, este es Samuel Faraday-Stein, primo de Jannis —presentó Luvia.

—Mucho gusto —dijo este.

—¿Eres amigo de Jannis? —preguntó el hombre ya mayor.

—Así es.

Samuel frunció el ceño.

—Nunca había escuchado de ti.

Luvia le puso una mano en el hombro, riendo.

—No tienen mucho de conocerse, además todos hemos estado ocupados trabajando —repuso. Miro detrás de él como si buscara a alguien—. ¿Esta tu esposa contigo?

—Sí, esta por allá.

—Oh, también esta el señor Iman —tomo a Deux del brazo y lo jalo—. Vamos a saludarlo. Disfrute la velada.

Se desplazaron entre la gente. Deux no podía dejar de mirar las mesas llenas de alimentos y botellas con diferentes alcoholes. Los candelabros que colgaban del techo alto y lanzaban destellos. Las flores en los jarrones. El murmullo general que simulaba a un panal de abejas. La gente se reunía en circulos, charlando, riendo mientras bebían en copas altas como si nunca se hubieran visto en años. Había personas vestidas completamente de negro que cargaban charolas con postres o copas, se movían por todo el salón con una gracia para esquivar personas que sorprendió a Deux. Draris jamás tendría algo así. Ese salón principal resultaba una desorganización total. Si los invitados se formaran en líneas, los meseros podrían pasar con mayor facilidad, podrías hablar con cuatro personas a tu alrededor. Conocerías más gente. Sería más práctico, pero por alguna razón se reunían en circulos, como si compartieran secretos.

Se detuvieron al lado de la mesa de postres. Un hombre alto y de piel canela se giro a mirarlos.

—Luvia, ¡Cuánto tiempo! —dijo con alegría, mientras abrazaba a Luvia.

—Mucho tiempo Iman, que bueno volver a verte —Luvia parecía sincera por la emoción en sus ojos—. Este es Deux Knightley, inversionista y conocido mío.

Deux le estrecho la mano.

—Deux, el señor Iman fue mi profesor en la universidad. El colabora con nosotros en la elaboración de prototipos —le explico.

—Un gusto conocerlo, la robótica y la tecnología también es de un gran interés para mi —contesto con seguridad.

—¿Así? ¿A que te dedicas?

Deux se quedo en silencio unos minutos. Formando las oraciones convenientes en su memoria.

—Me dedico a la reparaciones de los robots, así como la configuración de sus sistemas. En los años recientes he apostado por la inversión en la empresa del señor Faraday-Stein —explicó con educación—. Conocí al señor Jannis por medio de Luvia.

—Oh, ya veo. Muy interesante.

—Deux es muy bueno en su trabajo —añadió Luvia—. Pero cuéntanos como has estado, ¿Cómo te esta tratando el retiro?

—Uff, muy bien. Extraño las clases, pero no he dejado el campo de la investigación del todo. De vez en cuando me invitan a dar platicas aquí y allá.

—Escuche que estuviste en Cambridge.

—Sí, si. El verano pasado. No fue mi primera vez.

Deux los escucho platicar por veinte minutos hasta que escucho una voz que los invitaba a pasar a la sala de eventos para iniciar con el espectáculo de la noche. Todos avanzaron a paso lento. De pronto Deux sintió un tirón en su traje que casi lo hace perder el equilibrio. Bajo la vista para ver a una mujer rubia que lo tomaba por el brazo mientras trataba de acomodarse su calzado.



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En el texto hay: poder, automatas, robots

Editado: 11.02.2023

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