Francisco cerró los ojos por un momento, dejando que sus pensamientos lo llevaran de vuelta al pasado, recordando las historias que se pasaban dentro de su familia, eso que los llevaba de orgullo, los días en que su familia tenía un papel crucial en los acontecimientos que llevaron al nacimiento de Nova Roma, los momentos cruciales que les dieron el estatus actual que tenían en el imperio.
La familia de Francisco provenía de una región que una vez había sido una parte importante de las latitudes medias del hemisferio norte, en el lado asiático del continente. Durante la conquista de los romanos, su familia había sido un pilar en la expansión y el control de esas tierras. Los conocimientos estratégicos y el liderazgo de su familia habían permitido que los romanos dominaran ese territorio, estableciendo un gobierno que combinaba su propio sistema político y cultural con las tradiciones locales.
La infancia de Francisco estuvo marcada por la tristeza que sentía al pertenecer a un imperio tan glorioso como lo describían sus padres, pero al mismo tiempo sentirse desconectado de él. Pasaba la mayor parte de su tiempo en rigurosos entrenamientos y estudios, lo que apenas le dejaba espacio para explorar el esplendor de Nova Roma.
Sin embargo, había ocasiones excepcionales en las que tenía la oportunidad de salir y acompañar a su padre a reuniones fuera de su sector. Esos momentos fugaces eran como rayos de luz en su vida, permitiéndole experimentar un vistazo de la magnificencia del imperio en el que vivía. Cada vez que tenía la oportunidad de salir, Francisco se encontraba maravillado por la grandiosa arquitectura que adornaba las calles y los edificios. La majestuosidad de los diseños era una sinfonía visual que dejaba una impresión indeleble en su mente. Los edificios se alzaban con imponentes fachadas, mezclando elementos clásicos con toques mecánicos innovadores. Las estructuras parecían fusionar lo antiguo y lo moderno, creando un ambiente que resonaba con la grandeza del imperio.
A pesar de que cada región tenía sus particularidades, había un hilo común que unía la arquitectura de Nova Roma. Las columnas elegantes y los arcos majestuosos eran símbolos de la herencia histórica, mientras que las adornadas fachadas enriquecían la vista en cada esquina. Pero lo que destacaba eran los elementos mecánicos que se integraban con la estética clásica, dando vida a una arquitectura única que era una manifestación de la avanzada tecnología impulsada por el poder del alma.
Sin embargo, a medida que Francisco viajaba de un lugar a otro, también podía observar las divisiones en la sociedad. Aunque las estructuras arquitectónicas podían ser similares en diversas regiones, las diferencias de clase eran notorias. Las áreas residenciales de la élite se alzaban con un esplendor inigualable, mientras que las zonas más humildes reflejaban una realidad más modesta.
A lo largo de sus viajes, Francisco también se enfrentaba a la discriminación hacia los libres. Era dolorosamente consciente de cómo algunos controlados miraban con desprecio a aquellos que carecían del poder del alma. La brecha entre las clases se manifestaba no solo en la arquitectura y las áreas donde residían, sino también en la actitud de la gente. Era una realidad amarga que a menudo estaba oculta a los ojos de la mayoría, pero que Francisco podía observar con claridad debido a su posición y entrenamiento.
A pesar de estar inmerso en un mundo de grandiosidad y avances tecnológicos, Francisco no podía evitar sentir un profundo pesar por la desigualdad y la discriminación que también marcaban su imperio. Eran aspectos que se escondían detrás de la fachada de progreso, recordándole que había mucho más por descubrir y entender en el complejo entramado de Nova Roma.
Recordar la historia de Nova Roma siempre lo llenaba de emociones encontradas. Sabía que su posición como agente de la policía secreta era una oportunidad para cambiar el curso de su imperio y luchar por la justicia y la igualdad en un mundo donde el poder del alma no debería dictar el valor de una persona.