Mientras Francisco se alistaba para entrar en el misterioso "Coliseo de las Llamas" en el continente vecino, Alejandro luchaba con sus propios pensamientos en Nova Tenochtitlán. El peso de no haber cumplido su promesa de apoyo a Daina lo atormentaba, incluso en uno de esos raros días en los que su energía solía ser contagiosa. En su hogar, un espacio luminoso decorado con tonos cálidos y detalles que fusionaban las influencias indígenas con el diseño moderno, Alejandro buscaba la fuerza para ponerse de pie y enfrentar lo que estaba por venir.
Después de pasar lo que pareció una eternidad sumido en la cama, Alejandro finalmente se obligó a levantarse y enfrentar el día. El ambiente tranquilo de su pequeña cocina lo acogió mientras comenzaba a preparar su desayuno. El aroma del cacao llenaba el espacio, un recordatorio constante de las tradiciones ancestrales que perduraban en su vida moderna. Cada sorbo de la bebida resonaba con la energía de los antiguos guerreros, una energía que necesitaba ahora más que nunca.
Mientras degustaba su cacao, la imagen de Daina se proyectaba en su mente con fuerza. El recuerdo de su promesa incumplida pesaba sobre él como un fardo. Había sentido la determinación de ayudarla y prometido brindarle apoyo en su búsqueda de justicia por la muerte de su padre. Pero el ritmo vertiginoso de los eventos había borrado temporalmente esa promesa de su mente, dejando atrás un rastro de culpa y remordimiento.
Había sido impulsivo, había ofrecido su apoyo incluso cuando no estaba directamente involucrado en la investigación de crímenes. Y aunque lo había hecho en un momento de pasión y empatía, ahora se enfrentaba a las consecuencias de sus palabras. La incertidumbre de si fuese capaz de cumplir con su promesa lo atormentaba.
En esos momentos, mientras saboreaba el cacao que le conectaba con sus raíces y le proporcionaba la fuerza ancestral de sus antepasados, sintió una urgencia creciente. Era hora de enfrentar la realidad y cumplir con su palabra. Ahora, como investigador de crímenes, tenía la oportunidad de enmendar su error y brindarle a Daina el apoyo que merecía. La pena de no haber estado ahí para ella en sus momentos más oscuros lo impulsaba a actuar, a buscarla y a cumplir la promesa que había hecho en un momento de emoción.
Después de terminar su desayuno y alistarse, Alejandro se dirigió al centro de investigaciones. Allí, se encontró con Adriana, su compañera en la investigación, quien estaba ocupada revisando datos en una pantalla holográfica.
"Adriana", saludó Alejandro con un asentimiento. "Necesito tu ayuda para encontrar a Daina. Según me informaron, ella y su padre estaban de visita en la ciudad y luego regresaron al norte, a las partes nevadas del continente."
Adriana detuvo su trabajo y le dedicó una mirada atenta. "Por supuesto, Alejandro. Déjame revisar las bases de datos y las comunicaciones. Con la tecnología a nuestra disposición, deberíamos poder rastrear su paradero."
Alejandro observó mientras Adriana manipulaba su comunicador, una pulsera de jade con habilidades holográficas. Las pantallas en la sala comenzaron a mostrar datos y mapas, indicando la búsqueda en curso de la ubicación de Daina.
Después de unos momentos, Adriana levantó la vista y le sonrió. "Tengo información. Daina está en su hogar en las partes nevadas del continente, al norte. Te proporcionaré las coordenadas exactas para que puedas llegar allí."
Alejandro le agradeció con una sonrisa y un gesto de cabeza. "Gracias, Adriana. Tu ayuda es invaluable."
Ella le devolvió la sonrisa. "Estamos en esto juntos, Alejandro. Ve y asegúrate de que Daina esté bien."
Sin perder tiempo, Alejandro se embarcó en el viaje hacia el norte, donde se encontraba el hogar de Daina. Abordó una de las impresionantes aeronaves de Tenochtitlán, cuyo diseño futurista estaba adornado con intrincados detalles que recordaban a las majestuosas aves de guerra aztecas. Mientras el vehículo despegaba y se elevaba por los cielos, Alejandro contempló las vastas extensiones de tierra y agua que se extendían ante él, sintiendo una combinación de emoción y nerviosismo.
Al llegar a las tierras del norte, el clima frío y las nevadas constantes contrastaban con la cálida atmósfera que había dejado atrás.
La arquitectura de la región había sido adaptada a las constantes nevadas. La fusión de elementos nativos y toques de las culturas del norte que se incorporaron al imperio se manifestaba en edificaciones que, aunque diferentes a lo que Alejandro estaba acostumbrado, aún tenían un aire de familiaridad. Los tonos blancos y azules predominaban, y las formas geométricas y esculpidas en las paredes recordaban la conexión con la naturaleza y el respeto por la historia y la innovación.
Al llegar a la casa de Daina, la fachada reflejaba una mezcla de elementos modernos y tradicionales. Los tonos blancos y azules se integraban armoniosamente, y la estructura estaba decorada con símbolos que denotaban la importancia de su familia. Al tocar la puerta, Alejandro sentía un nudo en el estómago, pero fue recibido con un gesto enérgico por parte de Daina.
Al llegar a la casa de Daina, la fachada era una muestra de elegancia que combinaba elementos modernos y tradicionales. La mezcla de tonos blancos y azules fluía en armonía, mientras que la estructura estaba adornada con símbolos que indicaban la importancia y la historia de su familia en ese lugar.
Al tocar la puerta, Alejandro experimentó un nudo en el estómago, la tensión acumulándose en su interior. Antes de que pudiera procesar completamente sus emociones, la puerta se abrió de repente. Daina estaba allí, con los ojos brillantes y una sonrisa que irradiaba fuerza y determinación. Sin darle tiempo a decir una palabra, ella lo agarró de la manga de su ropa y lo jaloneó hacia adentro de la casa.