Imperios - Alma & Acero

CAPÍTULO 16

Mientras Alejandro, Francisco y Daina exploraban en sigilo el coliseo de las llamas, el aire estaba cargado de tensión. Cada uno de sus pasos resonaba como un eco en el silencio opresivo del lugar. De repente, el sonido de una piedra crujiendo bajo el pie de Daina resonó por el pasillo, rompiendo la quietud de manera inoportuna. La sangre se les heló cuando oyeron pasos acercándose rápidamente.

De las sombras emergió un grupo de controlados, vestidos con túnicas de Nova Roma. Sus ojos destellaban con un aire amenazador, y se dieron cuenta de que estaban rodeados por un enemigo decidido. Los controlados los miraron con desprecio, conscientes de que no eran bienvenidos en su sociedad, y bajo las órdenes estrictas de Magno, no estaban dispuestos a permitir testigos de sus actividades.

Esta súbita aparición de sus perseguidores envió un escalofrío por la espalda de Alejandro, Francisco y Daina, mientras se preparaban para lo que parecía una confrontación inevitable.

” ¿Qué hacen aquí?", gruñó uno de los controlados, avanzando con hostilidad hacia ellos. "Este no es un lugar para intrusos".

Francisco, enojado por la situación, decidió tomar la iniciativa. Hablando con firmeza y en tono local, trató de explicar que estaban solo investigando y que no buscaban problemas. Mencionó su origen en Nova Roma y su interés en descubrir a los culpables, tal como Magno había instado a través de las pantallas en la ciudad. Sin embargo, los controlados estaban tan decididos a obedecer las órdenes de Magno que no estaban dispuestos a escuchar razones.

Sin embargo, antes de que la situación se calmara, los guardianes del coliseo, activando los dispositivos que Magno había colocado para evitar la intrusión, detectaron que al menos Alejandro y Daina no eran de Nova Roma. La tensión se disparó mientras los controlados, envalentonados por esta información, desataron sus poderes de alma

La batalla en el coliseo de las llamas era una tormenta de poder y agresión. Francisco, un usuario de alma controlador, estaba en el centro de la tormenta, tratando desesperadamente de defenderse contra tres guardias amplificados que Magno había colocado para proteger el lugar. Los amplificados eran maestros del combate cuerpo a cuerpo, habían fortalecido sus cuerpos con el poder de sus almas, y sus golpes eran devastadores.

Mientras continuaba su feroz enfrentamiento con los amplificados, Francisco, un controlador del alma, estaba evaluando rápidamente la situación. Sus oponentes, los amplificados, eran expertos en el combate cuerpo a cuerpo, y habían fortalecido sus cuerpos con el poder de sus almas. Eran maestros en el uso de la fuerza bruta, capaces de enviar ondas de choque con sus golpes y deshacer los proyectiles que Francisco enviaba hacia ellos.

Francisco sabía que tenía una ventaja en la categoría de control del alma. Podía controlar objetos a distancia, lo que le permitía lanzar escombros y proyectiles hacia sus oponentes sin arriesgarse a un combate cercano. Pero también era consciente de que su falta de experiencia en combate real era un obstáculo. Los amplificados parecían muy experimentados y sabían cómo acercarse a él sin quedar atrapados por sus proyectiles.

"Estos tipos son duros", pensó Francisco mientras esquivaba otro golpe de aire. "Tienen una ventaja en el combate cuerpo a cuerpo, pero no pueden atacarme desde lejos como yo. Debo mantener mi distancia y seguir lanzando proyectiles. Si puedo cansarlos lo suficiente, tal vez puedan cometer un error".

Mientras analizaba la situación, Francisco lanzó otro fragmento de escombros hacia uno de los amplificados, quien lo bloqueó con un golpe de aire. La lucha continuó, y Francisco sabía que debía ser estratégico si quería tener alguna posibilidad de ganar.

Francisco se movía con agilidad por el terreno caótico, aprovechando los escombros del coliseo recién explotado. Extendía sus manos hacia los escombros, y con un toque de sus dedos, los controlaba. Los fragmentos de piedra y metal salían disparados hacia sus oponentes, pero los amplificados eran igualmente hábiles para bloquear o esquivar sus ataques. Cada vez que los proyectiles de Francisco se acercaban peligrosamente, los amplificados respondían con potentes golpes de aire que deshacían los escombros antes de que pudieran alcanzar su objetivo.

La pelea era una danza frenética, donde los amplificados avanzaban con fuerza bruta, buscando cualquier oportunidad para acercarse a Francisco y atacarlo. Mientras tanto, Francisco continuaba lanzando escombros, cada uno más grande que el anterior, tratando de mantenerlos a raya.

A medida que la pelea continuaba, los amplificados comenzaron a centrarse más en atrapar a Alejandro y Daina, lo que permitió a Francisco lanzar proyectiles más grandes y mantenerlos a raya. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la lucha se estaba volviendo cada vez más difícil para él. Los amplificados avanzaban con fuerza bruta, buscando cualquier oportunidad para acercarse a Francisco y atacarlo.

Francisco se sentía impotente y frustrado. A pesar de su ventaja en la distancia, la experiencia y la determinación de sus oponentes lo estaban poniendo en un aprieto, sintiendo cómo la presión de la batalla comenzaba a afectarlo. "Vamos, Francisco, no puedes permitirte perder la concentración", se recordó a sí mismo. "Tienes el poder del alma de tu lado, y debes usarlo sabiamente".

Daina, observando la situación, notó cómo Francisco se esforzaba. Llamó la atención de Alejandro que se había quedado paralizado al ver como avanzaba la pelea y le recordó que debía usar lo que mejor sabía hacer: su mente. "¡Alejandro, no puedes ayudar a Francisco en una pelea física!", exclamó. "Usa tu mente, tu inteligencia. Encuentra una forma de sacar a Francisco de esta situación".




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