Imperios - Alma & Acero

CAPÍTULO 23

Magno, con un tono impasible frente a la sangre que manchaba el antiguo mapa estratégico del mundo, continuó su discurso impregnado de desprecio hacia Nova Tenochtitlan. Sus palabras resonaban con una repulsión evidente hacia la convivencia de libres y controles, pintando los esfuerzos de Nova Tenochtitlan por la inclusión como una mancha en la pureza de Nova Roma.

Sus frases eran afiladas como cuchillas, cortando el aire de la sala y dejando una huella penetrante en la mente de los presentes. Hablaba con tal convicción que, poco a poco, el temor que antes dominaba sus rostros comenzó a transformarse en expresiones de aceptación y, en algunos casos, hasta de aprobación. Magno lograba lavarles el miedo, reemplazándolo con la seguridad de que las acciones que estaban por tomar eran necesarias para el "bien" de Nova Roma. La atmósfera en la sala se volvía más densa con cada palabra de Magno, tejiendo una tela de complicidad y compromiso entre él y los líderes presentes.

Magno despreciaba a Nova Tenochtitlan con una intensidad palpable en su tono. "Nova Tenochtitlan, esa ciudad que ha perdido su camino, ahogada en la inclusión de los débiles", expresó con desdén. Para él, la ciudad se desviaba de la grandeza al permitir la presencia de los libres en sus calles y la inclusión de sus ideas. Veía a Nova Tenochtitlan como un lugar manchado, una joya deteriorada por la integración de aquellos a los que consideraba débiles.

"Nova Tenochtitlan, esa ciudad que ha perdido su camino, ahogada en la inclusión de los débiles", expresó Magno con un tono cargado de desprecio. "Intentan mancharnos con sus políticas inclusivas, con la ilusión de que respetar a los débiles los hará fuertes. Me da asco que nos respeten. Nosotros, la élite de Nova Roma, no necesitamos su respeto. Necesitamos su sumisión."

Dirigiéndose a los líderes presentes en la sala, Magno prometió dar una señal para que todo el poder de Nova Roma se impusiera sobre Nova Tenochtitlan. Añadió, con un gesto amenazador, que cualquier controlado que se aliara con "las moscas" sería aplastado sin piedad, equiparando a los libres con insectos molestos que debían ser eliminados para mantener la grandeza de Nova Roma.

Sus palabras resonaban en la sala, describiendo las calles hermosas y la antigua cultura de Nova Tenochtitlan, pero las tachaba de mancilladas por permitir a los libres caminar entre ellos, pertenecer a su sociedad y ser escuchados. En la mente de Magno, la idea de que una minoría pudiera imponerse sobre el poder de la élite era inaceptable. La inclusión, según sus ideales, era una debilidad que debía ser erradicada para que Nova Roma pudiera alcanzar su máxima grandeza.

Kantz, el señor de las cosechas se levantó y expresó: "En la naturaleza, siempre triunfa el más fuerte. Magno, con su visión, guiará a Nova Roma hacia la grandeza, y nosotros seremos testigos de la victoria del poder supremo".

June, el arquitecto, mostraba una obsesión evidente por Magno. Sus ojos reflejaban devoción mientras escuchaba cada palabra del líder supremo, como si estuviera completamente dominado por su visión.

Jax, el señor de las minas reveló su ambición desmedida por conquistar nuevas tierras y minas para Magno. Sus ojos brillaban ante la posibilidad de obtener más recursos para el imperio.

Jhons, el señor de tierras altas afirmó con confianza que la fuerza de sus soldados vencería a cualquier oponente. Estaba seguro de que la superioridad militar de Nova Roma prevalecería.

Churchill, el protector del imperio, mostró su faceta estratégica y cruel. Propuso envenenar aguas y destruir desde dentro cualquier gobierno que se opusiera a los intereses de Nova Roma.

Battler, el señor de las fuerzas aladas adulaba a Magno, asegurando que cada soldado se inmolaría si así lo pedía el líder supremo. La lealtad de sus fuerzas estaba fuera de duda.

Franks, el guardián del tesoro estaba expectante, consciente de que los gastos de esta incursión podrían ser elevados para el imperio. Evaluaba los riesgos y beneficios para mantener la prosperidad económica.

El libre, atravesado por las lanzas, luchaba con sus últimas fuerzas. En un acto desesperado, levantó su mano herida y lanzó hacia Magno un reguero de su propia sangre. A pesar de su estado agonizante, su expresión de desprecio no flaqueó. Esta provocación inesperada enfureció a Magno, cuyos ojos centellearon con ira. La sala se llenó de un silencio tenso mientras el libre, con su último aliento, desafiaba a Magno con su gesto final de rebeldía.

Utilizando la última reserva de sus fuerzas, el libre comenzó a trazar con su propia sangre el símbolo de la flama en el suelo, desafiando la presencia de Magno. Los ojos de Magno se estrecharon mientras observaba la representación simbólica, y con un tono de desprecio dijo: "Malditas leyendas que les dan esperanza. Ustedes no tienen esperanza. La única fe que deben tener es que les daré un final a su putrefacta raza".

Churchill, con una expresión fría y calculadora, se levantó de su asiento y se acercó al mapa estratégico del mundo. Con una mano firme, señaló los diferentes puntos de la invasión que había planeado. Su voz, serena pero cargada de confianza, resonaba en la sala, transmitiendo una sensación de seguridad y determinación.

"La invasión de Nova Tenochtitlan será un evento sin precedentes", comenzó Churchill. "Será una guerra total, que abarcará cielo, mar y tierra. No dejaremos ningún recurso sin explotar, y no descansaremos hasta que Nova Tenochtitlan quede bajo nuestro control".




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