Imperios - Alma & Acero

CAPÍTULO 28

La noche cubría el continente de Nova Tenochtitlan con su manto oscuro, y mientras la mayoría de la población descansaba en el sueño, un movimiento inesperado tuvo lugar. En la madrugada, las fuerzas de Nova Roma avanzaron sigilosamente, desplegando una operación sorpresa que tomó desprevenidos a los habitantes de Nova Tenochtitlan.

Con los primeros rayos del sol iluminando el horizonte, naves imperiales de Nova Roma sobrevolaron las principales ciudades del continente. De repente, un holograma gigantesco se proyectó en el cielo, revelando la imponente figura de Magno.

"Buenos días, habitantes de Nova Tenochtitlan", resonó la voz de Magno a través de los altavoces de las naves. "Este es un aviso para los controlados. Su gobierno no supo darles el lugar que merecían, otorgándole derechos a esas basuras. He venido a ayudar, escuché sus gritos desde el otro lado del mar. Magno los va a liberar, liberará a todo el mundo de la basura."

Mientras pronunciaba estas palabras, las naves se abrieron y comenzaron a dejar caer gladiadores hacia las calles de Nova Tenochtitlan. La instrucción era clara: asesinar a los libres. La sorpresa y la confusión se apoderaron de la ciudad, y el gobierno de Nova Tenochtitlan no pudo reaccionar a tiempo.

Las fuerzas de Nova Roma, lideradas por los gladiadores, comenzaron a sembrar el caos en las calles. Ciudadanos inocentes corrían despavoridos, mientras los gladiadores, con ferocidad, perseguían y atacaban a aquellos que eran considerados libres. El pánico se extendía como una plaga por toda la ciudad.

El gobierno de Nova Tenochtitlan, inicialmente confiado en la posibilidad de un diálogo, se encontró con la brutal realidad de las intenciones de Magno. La situación se volvía más desesperada con cada minuto que pasaba. La sorpresa táctica de Nova Roma había desencadenado un caos que parecía incontrolable.

En medio del caos, un grupo de personas se reunió en una de las calles de la ciudad. Eran los protagonistas de la historia, Alejandro, Daina, Fransisco y D.D. Hex. Habían huido de la casa de Nahuatl, temiendo que fueran descubiertos por las fuerzas de Nova Roma.

Alejandro miró a sus amigos con preocupación. "¿Qué vamos a hacer?", preguntó. "No podemos quedarnos aquí, nos van a matar".

Daina asintió. "Tenemos que encontrar un lugar seguro", dijo. "Pero ¿dónde?"

Alejandro se acercó a ellos. "Yo conozco un lugar", dijo. "Es un templo secreto, que descubrí en una de mis investigaciones”

Los cuatro amigos siguieron a Alejandro por las calles de la ciudad, tratando de evitar a los gladiadores. Finalmente, llegaron a un callejón oscuro y estrecho. Alejandro se detuvo frente a una puerta oculta y la abrió.

El escondite era un pequeño pasillo, oscuro y polvoriento. Que se internaba por las profundidades de las calles de la ciudad, un cenote escondido usado para rituales de cosecha de antaño. Pero era un lugar seguro, al menos por el momento.

Los cuatro amigos se sentaron en el suelo, cansados y desconsolados. Habían visto el horror de la guerra, y sabían que el futuro era incierto.

Alejandro miró a sus amigos. "No vamos a rendirnos", dijo. "Vamos a luchar por la libertad de todos".

Daina, Fransisco, D.D. Hex y Nahuatl asintieron. Estaban decididos a luchar por lo que creían.

Debajo del cenote, los protagonistas escuchaban los estruendos de la batalla que se libraba arriba. Los gritos de los heridos, el ruido de las armas y el fragor de los combates se mezclaban en un caos ensordecedor.

En las calles de la ciudad, la batalla era feroz. Los gladiadores de Nova Roma arrasaban con todo a su paso. Los libres, superados en número y en armamento, luchaban valientemente, pero eran presa fácil para las máquinas de guerra de Magno.

Los gladiadores eran una fuerza imparable. Sus armaduras estaban equipadas con armas y escudos de alta tecnología, y sus cuerpos estaban mejorados con implantes cibernéticos. Eran capaces de soportar una gran cantidad de daño, y su fuerza y velocidad eran superiores a las de los humanos.

Algunos controlados, impulsados por el amor a sus seres queridos, se habían unido a la resistencia para luchar contra los invasores. Pero, incluso con su ayuda, los libres estaban condenados a la derrota.

La escena de guerra era dantesca. Las calles estaban llenas de sangre, y el aire estaba impregnado del olor a muerte. Los gritos de los heridos se mezclaban con los de los moribundos.

Los gladiadores avanzaban sin piedad, arrasando todo a su paso. Los libres luchaban valientemente, pero no eran rival para la tecnología superior de sus enemigos.

La batalla se extendió por toda la ciudad. Los edificios fueron reducidos a escombros, y las calles se convirtieron en un campo de batalla.

Al final, los gladiadores de Magno salieron victoriosos. La ciudad de Nova Tenochtitlan había caído.

Los protagonistas, escondidos en el sótano, escucharon el rugido de las máquinas de guerra que se acercaban. Sabían que su hora había llegado.

Pero, incluso en la derrota, no perdieron la esperanza. Estaban decididos a luchar por la libertad de Nova Tenochtitlan, incluso si eso significaba sacrificar sus propias vidas.

Nahuatl, el líder de la resistencia se acercó a los protagonistas. "Escuchen", dijo. "La batalla está perdida. Los gladiadores están a punto de encontrarnos. Tenemos que salir de aquí".




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.