Imperios - Alma & Acero

CAPÍTULO 32

La jungla susurraba con un murmullo inquietante mientras el grupo se aproximaba al Coliseo de los Laureles. La magnitud de la estructura se cernía sobre ellos, su presencia imponente parecía desafiar cualquier esperanza de liberación. Los generales de Magno patrullaban con majestuosidad sombría, sus alas extendidas proyectando sombras amenazadoras.

Entre ellos, Battler, el señor de las fuerzas aladas destacaba con su armadura oscura y un ala marcada en el pecho, un símbolo de su liderazgo cruel. Sus ojos brillaban con un desdén frío mientras observaba a los invasores acercarse.

El grupo de rebeldes, liderado por Alejandro, se detuvo en el borde de la jungla, observando el Coliseo con ojos temerosos. Sabían que la batalla que se avecinaba sería difícil, pero estaban decididos a liberar a su pueblo del yugo de Magno.

Alejandro se volvió hacia el grupo. "Estamos aquí", dijo con voz firme. "Esta es nuestra oportunidad de derrocar a Magno y traer la libertad a nuestro pueblo".

El grupo asintió, sus rostros decididos.

Alejandro tomó una bocanada de aire y gritó: "¡Adelante!"

El grupo se lanzó al ataque, corriendo hacia el Coliseo.

La batalla comenzó con ferocidad. Los generales de Magno, con sus alas desplegadas, lideraban la carga. Francisco levantó cortinas de arena, Nilo se movía con agilidad entre los ataques, y Daina fortalecía la barrera protectora del grupo. D.D. Hex desplegó sus ilusiones, pero la batalla tomó un giro oscuro.

Battler se abalanzó con ferocidad contra D.D. Hex, sus alas extendidas como un presagio de la muerte. Alejandro intervino, enfrentándose a Battler con determinación. "¡Déjalo en paz! ¡La batalla es conmigo!"

Battler sonrió con desprecio. "¿Crees que puedes proteger a todos, Alejandro? Eres demasiado ingenuo". Con un movimiento rápido, desarmó a Alejandro y lo arrojó a un lado.

D.D. Hex, atrapado en una ilusión de dolor y confusión, miró a Alejandro con ojos perdidos. "Déjame, Alejandro. No merezco tu ayuda". Su voz temblaba, y sus ilusiones comenzaron a desvanecerse.

Alejandro, luchando por recuperarse, vio la mirada vacía de D.D. Hex. "¡No, D.D. Hex! No puedes rendirte ahora". Intentó acercarse, pero Battler lo detuvo con un golpe.

D.D. Hex se enfrentó a Battler con valentía, pero sus ilusiones se desmoronaban ante la crueldad del ataque. Battler la acorraló, su ala marcada brillando ominosamente. "Es hora de que pagues por tus ilusiones vacías, ilusionista".

En un acto de desesperación, D.D. Hex intentó defenderse, pero Battler fue implacable. Dio un golpe fatal, y el cuerpo de D.D. Hex cayó, las ilusiones que la rodeaban desvaneciéndose con su último suspiro.

Alejandro, liberándose del agarre de Battler, corrió hacia D.D. Hex. "¡No, no puede ser!" La realidad de la pérdida se reflejó en sus ojos mientras sostenía el cuerpo sin vida de su amigo.

Daina, observando la tragedia desde la barrera protectora, sintió el golpe en su alma. Las lágrimas se acumularon en sus ojos mientras veía a su compañera caer. La carga de la pérdida se sumó al peso de la guerra.

Battler se burló, sus alas extendiéndose con arrogancia. "Así es como caen los débiles. No hay lugar para ilusiones en esta realidad".

La batalla continuó, pero el grupo estaba fracturado. Alejandro, consumido por la furia y el dolor, se volcó contra Battler con una determinación renovada. Daina, abrumada por la pena, luchó por mantener la barrera mientras Francisco y Nilo intentaban contener a los generales restantes.

El Coliseo de los Laureles se convirtió en un escenario de desesperación, marcado por la pérdida de D.D. Hex. La esperanza titubeaba, pero la resistencia persistía, alimentada por la memoria de aquellos que habían caído en la lucha por la libertad.

La muerte de D.D. Hex fue un duro golpe para el grupo de rebeldes. Había sido una amigo leal y una luchador incansable por la libertad. Su pérdida fue un recordatorio de los peligros que enfrentaban los rebeldes en su lucha contra Magno.

Alejandro, consumido por el dolor y la ira, se lanzó contra Battler con una ferocidad descontrolada. Sus golpes eran salvajes e incontrolables, pero Battler los esquivaba con facilidad.

"¡No te lo permitiré!", gritó Alejandro. "¡Te haré pagar por lo que le has hecho a D.D. Hex!"

Battler sonrió con desprecio. "¿Crees que puedes vencerme?", preguntó. "Soy el señor de las fuerzas aladas, y no hay nadie que pueda derrotarme".

Alejandro ignoró las palabras de Battler y continuó su ataque. Sus golpes eran cada vez más fuertes, y Battler comenzó a retroceder.

"¡Te vas a arrepentir de esto!", gritó Battler.

Alejandro lanzó un golpe final, y Battler se tambaleó. Alejandro aprovechó la oportunidad y lo golpeó en el pecho, la furia de ver morir a un amigo, llevo su fuerza a un punto más allá de un libre común.

Battler cayó al suelo, muerto.

Los generales restantes de Magno se quedaron atónitos. Nunca habían visto a nadie derrotar a Battler.

Alejandro se acercó a D.D. Hex y la levantó en sus brazos. "Lo siento", susurró. "No pude salvarte".

Daina se acercó a Alejandro y le tomó la mano. "Lo hiciste lo mejor que pudiste", dijo. "D.D. Hex estaría orgulloso de ti".




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