Imperios - Alma & Acero

CAPÍTULO 33

El pasillo que conducía al interior del Coliseo de los Laureles estaba adornado con opulencia y esplendor. Las paredes, de un blanco inmaculado, contrastaban fuertemente con la oscuridad que envolvía la figura de Magno. Cada cierto trecho, incrustaciones de escudos adornaban las paredes, representando a los señores de Nova Roma.

La hoja, el martillo, el diamante, el dragón, la espada, el escudo, el pegaso, la moneda y, resaltando entre todos, la llama, iluminada de manera tenue pero distintiva. Estos emblemas marcaban la historia y el poder de aquellos que gobernaban Nova Roma.

El coliseo, a pesar de su grandeza, estaba prácticamente vacío. Los guardias y soldados, leales a Magno, se encontraban a las afueras luchando contra los disidentes, Nilo y Valeria, defendiendo el coliseo. El silencio en los pasillos resonaba con la tensión del momento, mientras Francisco y Alejandro avanzaban con cautela.

Finalmente, llegaron a una imponente puerta doble. Alejandro y Francisco se acercaron a la puerta. Estaba cerrada, pero se podía ver una pequeña rendija por la que se filtraba la luz.

Alejandro se acercó a la puerta y se asomó por la rendija. Dentro de la habitación, vio a un hombre sentado en un trono.

El hombre era gordo y morboso, con una gran barriga. Sus ojos estaban inyectados en sangre, y su boca babeaba mientras hablaba.

Alejandro se apartó de la puerta y miró a Francisco. "Es él", dijo. "Es Churchil".

Francisco asintió. "Está claro que está preparado para nosotros", dijo. "Vamos a tener que ser cuidadosos".

La puerta se abrió para revelar una habitación sumida en la penumbra. En el centro, Churchil, el protector del reino estaba sentado en un trono de piedra. Su mirada era penetrante, y a pesar de su apariencia física, emanaba una presencia imponente. Vestía una túnica oscura que reflejaba la solemnidad de su posición.

Alejandro asintió con seriedad. "Estamos aquí para poner fin a la tiranía de Magno y liberar a nuestro pueblo", declaró con determinación.

Francisco, aunque también comprometido con la causa, no pudo evitar observar los detalles de la habitación. A pesar de su sencillez, transmitía una sensación de oscuridad y poder. Churchil, como leal seguidor de Magno, estaba allí para asegurarse de que nadie pudiera avanzar, Magno no era digno de ver nada esto, el solo podía ver una vez terminado todo, un mundo limpio y libre de basura. Según los ideales de Nova Roma.

Churchil se adelantó y señaló una puerta al final de la habitación. "Esa puerta conduce al corazón del coliseo. Magno estará allí, esperando a que le dé la noticia que sus enemigos y la basura están aniquilados, que es el momento de ascender al trono del mundo, un emperador único y magnífico".

Alejandro y Francisco intercambiaron una mirada, conscientes de que su avance dependía de superar a Churchil. El hombre gordo casi mórbido que estaba en ese trono de piedra dio un manazo a una de las posaderas de su brazo, se abrió a los alrededores de la habitación un montón de arena del desierto fina, y entre la arena se lograban observar algunas lanzas.

Alejandro y Francisco sabían lo que estaba haciendo Churchil estaba preparando el campo de batalla, Alejandro había entrenado sus habilidades físicas y de tácticas para apoyar al grupo, Francisco había aumentado mucho su capacidad de control, estaban listos, Alejandro dijo “¿listo para seguirme amigo?”, Francisco instintivamente y con confianza ciega “Hasta la muerte”

"¿Qué tenemos aquí?", dijo Churchill con una risa burlona. "Dos valientes que han logrado llegar hasta mi presencia. Pero lamento informarles que su viaje termina aquí".

Alejandro apretó el puño, preparándose para la confrontación que se avecinaba. "Churchill, tus tácticas despiadadas han llegado a su fin", declaró con determinación. "Nova Tenochtitlan será libre, y Magno pagará por sus crímenes".

Churchill se puso de pie con gracia, sus ojos chispeando con malicia. "Eso es lo que todos dicen antes de enfrentarse a la realidad. Te haré saber que no subestimo a mis oponentes, pero tampoco planeo mostrar misericordia".

La batalla comenzó con un ataque sorpresa de Francisco. Con un movimiento rápido, lanzó una ráfaga de arena que envolvió a Churchil, cegándolo y dificultando su respiración. Alejandro aprovechó la oportunidad y se lanzó al ataque, golpeando a Churchil con una serie de rápidos y precisos golpes.

Churchil, sin embargo, era un oponente formidable. A pesar de estar cegado, pudo defenderse de los ataques de Alejandro, utilizando su magia para crear barreras de energía que protegían su cuerpo.




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