La batalla en el corazón del coliseo fue una sinfonía caótica de choques de espadas, destellos de energía y el susurro constante de la arena siendo moldeada por las habilidades de Churchil. El aire estaba cargado con la tensión de la lucha, y el destino de Nova Tenochtitlan pendía en el equilibrio.
Francisco, con su habilidad única para controlar la arena, se enfrentó a Churchil, cuyas tácticas eran igualmente formidables. El suelo temblaba con la creación y manipulación de soldados de arena que luchaban a las órdenes de Churchil. Cada soldado era una extensión de su voluntad, y la batalla se convirtió en un complicado balé de movimientos coreografiados.
Los soldados de arena de Churchil eran una amenaza constante para Francisco. Eran rápidos y agiles, y estaban equipados con armas de arena afiladas como cuchillas. Francisco se vio obligado a emplear toda su habilidad para evitar sus ataques.
Al mismo tiempo, Churchil utilizaba su magia para crear trampas y obstáculos que dificultaban el movimiento de Francisco. El suelo se convirtió en un campo de minas de arena, y el aire se llenó de proyectiles de arena que podían perforar el cuerpo de un hombre.
Francisco luchaba con valentía, pero la batalla estaba resultando ser demasiado difícil. Estaba exhausto y herido, y su poder estaba disminuyendo.
En un momento crucial, Alejandro tomó la iniciativa, guiando a Francisco con movimientos precisos. "Francisco, necesitas crear una distracción", instruyó Alejandro. "Voy a hacer un movimiento arriesgado, y necesitamos que Churchil pierda su concentración".
Francisco asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Mientras Churchil controlaba a sus soldados de arena, Francisco canalizó su poder para crear una tormenta de arena que envolvía la arena de los soldados, dificultando su visión y movimientos.
En medio de la tormenta, Alejandro se lanzó valientemente hacia Churchil, esquivando los ataques de los soldados de arena. Sin embargo, Churchil no se quedó inmóvil. Utilizando su habilidad de control, solidificó la arena en forma de afiladas cuchillas, convirtiendo la batalla en un peligroso campo de cuchillas.
Fue en ese momento crítico que Francisco, moviéndose con destreza a pesar de la tormenta de arena, se interpuso entre Alejandro y Churchil. "¡Déjame a mí, Alejandro! ¡Haz lo que sea necesario para derrotar a Magno!", exclamó Francisco con valentía.
Ante la determinación de Francisco, Churchil intensificó sus ataques. Francisco, luchando con todo lo que tenía, logró desviar varias de las cuchillas de arena, pero no todas. En un instante desgarrador, perdió un brazo y media pierna.
El brazo de Francisco fue cortado de cuajo por una cuchilla de arena, y su pierna fue cercenada por otra. Francisco gritó de dolor, pero no se rindió.
Sus ojos brillaron con determinación, y se lanzó al ataque.
Francisco utilizó su habilidad para controlar la arena para crear una serie de proyectiles que impactaron contra Churchil. Churchil fue sorprendido por el ataque, y retrocedió.
Francisco aprovechó la oportunidad para atacar a Churchil con su espada.
El golpe fue certero, y Churchil cayó al suelo, derrotado.
La tormenta de arena se disipó lentamente, revelando la crudeza de la batalla.
Francisco yacía en el suelo, gravemente herido. Había perdido un brazo, una pierna, y su cuerpo estaba cubierto de heridas. "Ha valido la pena", dijo. "Ahora, ve y derrota a Magno".
Alejandro asintió.