Fernando había vivido de cerca la victoria. Era la envidia de muchos y, al mismo tiempo, un inconformista. A menudo revolvía su imaginación con futuros importantes y encaraba su suerte buscando propósitos cada vez más lejanos. Esa tarde salió hacia su nuevo objetivo con una mochila llena de orgullo y valentía. Pero, al llegar a esa entrevista de trabajo… aquel maldito escalón, justo en el acceso a la oficina. Ya lo tenía todo pensado: para la siguiente, se fabricaría un saltaescalones para su silla de ruedas. ¡La próxima vez nada ni nadie podría detenerlo!