Incluso si no me amas

Prólogo.

Liam ayudó a Asya a bajar de la pared, y luego tomó su mano antes de entrelazar sus dedos con los de ella y correr como si fueran dos prófugos de la justicia. No le importaba en lo más mínimo el hecho de que para la sociedad, ambos fueran primos, no obstante, gracias a sus padres, no eran más que primos políticos, por así decirlo, por el hecho de que Damon era adoptado y no había problema con nada de eso.

— Feliz cumpleaños —Liam besó sus labios, antes de abrirle la puerta de copiloto—. No tenemos mucho tiempo…

— Muchas gracias —las mejillas de Asya se pusieron rojas de la vergüenza—. Esto es algo extraño.

— Siempre te escapas conmigo —la arrinconó contra el auto—. Me dijo el tío Volkan que te dieron tres becas para estudiar enfermería —pasó su pulgar por los labios rosados de Asya—. ¿Aceptarás?

— No lo sé, quería estudiar en la universidad del estado —ella lo abrazó por la cintura—. ¿Debo aceptar alguna de esas becas?

— No, quédate conmigo —Liam hizo un puchero—. Así, podrás ser mi enfermera personal cuando termine de mis peleas —quitó el mechón de cabello que tapaba su rostro—. Me siento tan feliz de que estemos juntos. Esto me tiene tan…

— Nuestros padres no aceptarán que estemos juntos —lo interrumpió y se metió en el auto—. Entra, recuerda que tienes que darme mi regalo de cumpleaños.

Liam se agachó un poco para darle un beso en los labios, y luego prosiguió a hacer lo pedido por ella. La llevaría a un sitio que decoró él mismo personalmente, porque ella estaba cumpliendo dieciocho, y él había esperado mucho por tener un momento a solas con ella.

Han pasado a lo mucho más de diez años desde que ella aceptó ser su novia formalmente y todo en secreto, porque ninguno de sus padres querían verlos vinculados. Nadie podía saber que entre familia se enamoraban, ya que mucho peso tenía su apellido ante sociedad y también porque nadie sabía lo que pasaba a puerta cerrada.

— ¿A dónde me vas a llevar? —preguntó Asya, colocándose el cinturón de seguridad—. ¿Es bonito el lugar?

— Es algo bonito —asintió Liam, tomando su mano y entrelazando sus dedos con los de ella—. Decoré todo yo mismo, porque no quería que nadie supiera del sitio. Además, sabes que nuestros padres siempre están encima de nosotros.

— Nuestros padres se morirían, si saben que tenemos una relación, ya sabes lo que pasó con Jedward y Dasha —Asya fijó su vista al frente—. No puedo creerlo, ya tengo dieciocho. Esto es algo que no se vive todos los días.

— Debes estar feliz por esto, ya eres toda una mujer —besó sus nudillos—. ¿Dejaste tu celular?

— Sí, en mi habitación —ella frunció el ceño—. ¿Por qué?

— Porque nuestros padres pueden usarlos para rastrearnos —respondió, como si fuera la cosa más obvia—. Quiero casarme contigo. Hacer todo legalmente e irnos lejos de este país, en dónde nadie nos conozca.

— Estamos en medio de la mafia y lo más seguro es que nuestros padres ya nos hayan puesto rastreadores hasta en el pecho —bromeó—. No pienso que sea bueno y más porque nuestros hermanos no terminaron bien y Jedward sigue buscando a Dasha.

— Dasha está lejos de él y sabes que fue por un bien común —tensó la mandíbula—. Tu hermano necesitaba irse, terminar sus estudios y regresar con bien y mi hermana necesitaba un empujoncito para darse cuenta de que los dos necesitan estar separados.

— Tienes razón, ¿y nosotros?

— Nosotros tenemos que estar juntos.

Asya también le dio un beso en los dedos y la conversación siguió de ese modo durante un buen rato, ellos estaban bien y eso era lo único que importaba. Estaban saliendo de la ciudad, y entrando a uno de los terrenos que su abuelo paterno tenía. Fue un regalo que Christopher le hizo a Liam cuando cumplió dieciocho años para que, cuando terminara de sus peleas, descansara y disfrutara todo lo que quisiera de su privacidad.

— ¿Y esto? —preguntó Asya, cuando bajaron del auto—. ¿Qué es?

— Esto me lo regaló el abuelo —extendió su mano, para que la tomara y comenzara a caminar hasta la casa—. Vengo aquí cuando quiero estar tranquilo, está lejos de todo y es algo privado.

— ¿Por qué no me habías dicho?

— Porque estaba esperando este momento —sacó de su bolsillo una llave—. También es tuya ahora, algo nuestro y será nuestro lugar secreto, en dónde nadie venga a molestarnos cuando queramos estar solos —puso la llave en su mano libre, y ella se quedó mirando todo asustada—. No te asustes, Asya. Esto que siento por ti es fuerte, no es porque mi hermano y Dasha estén juntos, sino porque quiero estar contigo.

— Liam… yo no sé qué decirte —ella se quedó mirando la llave—. Me has dicho tantas cosas esta noche, que siento que voy a despertar en cualquier momento y que tú te irás en un abrir y cerrar de ojos de mi lado. ¿Es esto legal?

— Muy legal —se pararon frente a la enorme puerta—. Puedes abrirla, porque es parte de tu regalo.

Se hizo a un lado para que ella pudiera abrir la puerta de la casa y la dejó de igual modo entrar primero. Sus pasos eran cautelosos, como si estuviera esperando que algo malo sucediera. Liam metió las manos en sus bolsillos, luego de encender las luces y que la decoración del hogar se viera. 

La casa por fuera se veía común y corriente, pero por dentro era de una manera medieval, tal y como le gustaban a Asya. Le había pedido ayuda a su hermana para que lo ayudara con la decoración y ahí estaba el resultado.

— ¿Esto lo hiciste tú?

— Le pedí ayuda a mi hermana para decorar la casa —se aclaró la garganta—. Ya lo otro que verás, lo hice yo.

— Esto es tan hermoso —Asya guardó la llave en el bolsillo de su vestido—. Quiero mudarme aquí —aplaudió y fue viendo la decoración—. ¿Desde cuándo tu hermana sabía que estamos juntos? —tomó una fotografía, una de cuando fueron de vacaciones a Grecia con toda la familia—. Estas fotos estaban en nuestro chat.




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