Asya se rascó el brazo mientras bajaba del avión con su hija. Regresar de Turquía había sido una completa locura, puesto que una vez que terminó la universidad allá, se dijo a sí misma que podía completar algunos cursos en lo que también atendía a su hija.
Laisha, su pequeña gruñona de cuatro años que sacó su parte inteligente e iba un poco avanzada en la escuela, pero que tendría que ser anotada en los Estados Unidos. Temía ver a Liam, que le rompiera el corazón, porque muy a su pesar, seguía viendo sus avances en el boxeo a pesar de los años lejos.
— ¿Vas a salir? —le preguntó su madre—. ¿Y Laisha?
— Aquí, abuela —dijo la pequeña—. Mamá irá a buscar trabajo para mantenerme.
— Sí, sin duda puede pasar de ser alguien bonito a alguien quisquilloso —farfulló Nicole—. Hasta se parece a Jedward —ambas mujeres rieron—. ¿Quieres qué me quede con Laisha? Tengo que ir a la casa de modas a llevar unos documentos.
— Te lo agradecería infinitamente, puesto que buscaré dónde quedarme con ella en la ciudad —se encogió de hombros—. Porque hasta Jedward tiene una casa aquí, menos yo.
— Es por qué no la has querido tener, pero puedo hablar con tu padre para que la haga justo después de la de tu tío Kiral —señaló su madre—. Sabes que esta propiedad es enorme, literalmente somos los únicos que vivimos aquí.
— Bueno, me gusta la idea, pero que tenga un hermoso jardín con piscina…
— Ya tienes una playa…
— La piscina se queda abuela —dijo Laisha, en tono de orden—. Lo que mi mamá quiera, se cumple.
— Vaya, me salió defensora la pequeña dictadora de cuatro años —dijo Volkan, entrando a la cocina, vistiendo su típico traje—. Jedward vendrá de Londres pronto, hay que contratar a alguien que limpie la casa.
— Me parece una falta de respeto que ni Kendri ni yo tengamos una casa aquí —Asya se cruzó de brazos—. Necesito un abogado.
— Damon vive al lado —apuntó Volkan, como si nada—. Sales por jardín, te metes al pasadizo y llegas en menos de cinco minutos. De paso, le presentas a Laisha.
— Eso me parece una falta de respeto —Kendri entró a la cocina también—. Buenos días…
— Imaginé que estabas pasando tiempo con tu tío Kiral —susurró su padre, tomando la cafetera—. La única con dos dedos en la frente es mi hermosa nieta.
— Es que soy dueña de todo esto —Laisha movió sus pequeñas piernas—. Me gusta, y ya no me quiero ir nunca del país.
— Tendrás que irte en algún momento —Kendri se sentó junto a su sobrina—. A Jedward no le gusta compartir su dinero.
— Pero si él ya está viejo —señaló—. Yo soy el futuro.
— ¿Seguro que es tu hija y no de Jedward? —preguntó Nicole, cerca del oído de su hija—. Es que tiene todo lo de tu hermano mayor.
— Descuida, mi querido hermano mayor debe estar molestando a medio mundo —espantó las palabras—. Tengo que buscar trabajo, no puedo quedarme todo el tiempo aquí.
— ¿Quieres que te ayude? —preguntó Volkan, tomando asiento junto a su nieta—. Puedo hacer algunas llamadas.
— Sabes que hice mi traslado de la universidad hacia acá con mi carrera de enfermería —puso un mechón de su cabello detrás de la oreja—. Comencé allá, me queda poco menos de un año.
— ¿Es por los cursos que estabas haciendo? —preguntó su hermano—. Tengo entendido que te quitan hasta dos años.
— Sí, y más porque la había iniciado, supongo que mientras busco trabajo de fisioterapeuta, podré seguir con lo que tenía planeado después de todo —ayudó a su madre a colocar el desayuno en la mesa—. Voy a la universidad a llevar los documentos y luego busco el trabajo correspondiente.
— No has descansado ni un segundo en eso de los estudios, cariño —dijo Volkan, negando con la cabeza—. Literalmente tuviste un pequeño terremoto.
— No importa, ni siquiera cuando llegué a Estambul, no sabía que estaba embarazada —colocó unos vasos—. Terminé la primera carrera y me inscribí automáticamente en otra, nunca he descuidado a Laisha y…
— Ya lo sabemos —Kendri le lanzó una uva—. Eres buena dando masajes, de enfermera, imagínate cómo te verás.
— Tengo veintitrés, no seas asqueroso —le dio con la toalla—. ¿Por qué no te mudas? ¿No trabajas?
— El tío Kiral me enseña…
— El tío Kiral me gusta, quiero que sea mi papá…
— No, tu papá es el infiel que vivía en la otra casa —Kendri le pellizcó las mejillas—. Aún no sabe de ti, pero de seguro que se muere de un infarto cuando te vea.
— Kendri…
— Lo que sea, hermanita —se metió una uva a la boca—. Yo sí quiero ver el mundo arder.
Asya negó con la cabeza, verse con Liam era lo último que quería hacer. Esperaba que este estuviera en alguna gira o algo parecido, por el hecho de que durante muchos años le ocultó lo de su embarazo y de paso, la pequeña vida que tenía desayunando.
Desayunaron todos, menos su hermano mayor, ya que este se encontraba todavía en su viaje, así que tendría tiempo de hacer algunas cosas ese día. Su madre y su pequeña se marcharon con su padre tiempo después y ella se quedó con su hermano en la casa. Los dos con el paso del tiempo se habían vuelto buenos amigos, pero a este le gustaba mucho estar con su tío Kiral, ya que el mundo criminal era su favorito.
— ¿Me puedes llevar? —preguntó Asya, hacia su hermano—. ¿O tomo uno de los autos de papá?
— Puedo llevarte, pero no traerte —dijo su hermano, poniéndose de pie—. Tengo cosas que hacer.
— ¿Qué cosa es más importante que tu hermana? —fue por su bolso a la sala—. Yo necesito que me lleves a la universidad primero y que me dejes en un hospital, el mejor de la ciudad.
— El mejor es dónde nacimos que todavía sigue en funcionamiento —respondió tomando las llaves de su auto—. Si no estoy ocupado, llámame.
Asya asintió hacia él, y salieron de la propiedad minutos más tarde. Todas las cosas habían cambiado durante esos años en los que no estuvo ahí, incluso, se podría decir que toda la ciudad tenía un tono diferente.