El dolor de cabeza no se le iba a ir de la noche a la mañana. Liam estaba en la misma ciudad que ella y a lo mejor estaba más que pérdida por haberle ocultado que tenían una hija. Mordió su pulgar, caminando de un lado a otro por la habitación en la que su hija se encontraba.
— Me iré —dijo de repente—. Regresaré a Estambul, fue una pésima idea volver a este maldito país del demonio.
— No puedes irte, cariño —su madre la tomó de la mano para que se sentara—. Has vuelto para recuperar el tiempo que has perdido lejos de nosotros, la pequeña Laisha ya hasta se siente cómoda aquí.
— Mamá…
— Ya perdí a uno de mis hijos también hace años—Nicole suspiró—. Si Liam sabe que su hija, pues que se aguante.
— Es que no lo entiendes, no lo quiero cerca de ella —miró brevemente a su hija—. Tengo miedo…
— Yo te defenderé —intervino Laisha, cruzando los brazos en su pecho—. Voy a demandarlo por lo que me hizo.
— No, nos iremos otra vez. Porque se suponía que Liam estaría fuera del país durante los próximos meses —volvió a ponerse de pie—. Debí irme a Moscú con el abuelo Will…
— Ya estamos aquí y no me iré a ningún lado —Laisha levantó el mentón—. Le sacaré mucho dinero a ese hombre que dice ser mi papá, porque son cuatro años; más los del embarazo…
— Nadie hará nada —Asya bufó—. Nos iremos ahora de este bendito hospital y fin del asunto.
Salió en busca del doctor a cargo para el alta. No tuvieron que pagar absolutamente nada, hasta las pequeñas cosas que la mañosa de su hija tomó, fueron pagadas. Con una silla de ruedas, bajaron al estacionamiento, en dónde ya estaban los empleados que su padre dejaba para que cuidara a su madre.
— Arriba —le ordenó a uno de los guardias—. No puedo caminar.
— Sí, señorita.
Asya torció los labios, su hija sería una quisquillosa mientras tuviera esa bendita cosa en el pie. Así que esperaba que ella entrara rápido a la escuela y fin del asunto.
— Cariño, se me había olvidado de preguntarte algo —Nicole se puso el cinturón de seguridad—. Cambiaste de número de teléfono y no nos habías dicho nada…
— Bueno, es que siempre había estado usando ese número —mintió, un poco nerviosa—. Además, quise tener uno nuevo una vez que estuviera aquí.
— Mamá…
— Silencio —le ordenó a su hija—. Estambul era un buen sitio, pero ahora mismo solo quería conocer algo más que lo mismo de siempre.
— Bueno, sabes que cuentas conmigo para lo que necesites, cariño —tomó su mano—. Aunque no estemos juntas como antes, eres mi hija y te amo.
— Lo sé, mamá…
— No puedes amarla a ella, abuela, es a mí —se apuntó a sí misma la pequeña—. Ya no puedes, mamá está grande.
— Bueno, la pequeña tiene razón, ya no puedes tener el amor de mi parte.
Dejó que su madre e hija conversaran entre ellas. Le rogó a su tío Kiral que nunca les dijera algo a sus padres acerca de lo que realmente pasó durante su estadía en Estambul, el último año fue espantoso para ella y en lo único que podía pensar era en el bienestar de su terremoto que se encontraba charlando con su abuela.
Llegaron a la casa de sus padres, y el corazón casi se le sale nuevamente al ver a Liam ahí. En verdad quería irse lejos, tal vez con Will a Moscú no era mala idea o tal vez a Oceanía.
— ¡Es el hombre que me chocó! —gritó Laisha, cuando el guardia la bajó para colocarla en la silla de ruedas—. ¡Fuera de mi casa! —gritó enojada—. ¡Abuelo!
— Ya te dije que es tu tío —dijo Asya, pasando saliva—. Está con sus padres —apuntó a Damon y a Carmen—. Son tus tíos abuelos.
— Vaya, el tío abuelo, se parece mucho a él —apuntó a ambos hombres—, pero es más lindo.
— Me gusta, la adopto para mí —dijo Damon, sonriendo—. Cuando mi hermano me dijo que estabas aquí, no pensé que fuera cierto.
— No deseaba que nadie supiera de mi llegada —habló después de aclararse la garganta—. Llegué ayer con mi hija.
— ¿Cuántos años tiene la pequeña? —preguntó Carmen, sonriéndole a Laisha—. Se parece mucho a ti.
— Gracias al cielo solo se parece a mí —apretó su bolso—. ¿Qué hacen aquí afuera? ¿Por qué no entraron?
— Íbamos a entrar, pero a Liam se le olvidó que el camino desde fuera es más largo —Carmen ladeó un poco la cabeza—. Volkan nos dijo que ustedes venían en camino.
— Entonces entremos —susurró Nicole, igual de incómoda que su hija—. Podían haber entrado con la llave…
— Liam nos obligó a venir —murmuró Damon—. Entremos.
— ¿Eres la tía que hace arroz con leche? —le preguntó Laisha a Carmen—. Mamá dijo que alguien como tú le hacía eso cuando se escapaba de la casa de mis abuelos…
— Esa sí que no me la sabía —masculló Nicole, pellizcándole el brazo a su hija—. ¿Cómo que te escapabas a comer eso a la casa de Carmen?
— Es que siempre quería comer eso —gimoteó adolorida.
— Cárgame —todos hicieron silencio, al escuchar la orden de Laisha hacia Liam—. Ahora o te demando.
— ¿Qué? —Liam pestañeó varias veces—. ¿Me estás ordenando?
— ¿No me estás escuchando? ¿Es sordo o bruto, mamá? —se giró hacia Asya—. Le dije que me cargara porque me chocó…
— Tiene la misma actitud mandona de Liam a esa edad —dijo Damon para sí mismo.
Asya miró a su madre con súplica, pero ella negó con la cabeza en lo que introducía la llave.
— ¿Y cuántos años tiene la pequeña? —preguntó Damon, caminando detrás de ellos—. Se nota que es una cosita muy inteligente.
— Tengo…
— Tiene tres años —Asya habló antes que su hija—. Ya se lo había comentado a Liam en el hospital.
— Es que ella tiene una personalidad algo molesta a decir verdad…
— Que no se te olvide que Jedward era un niño dotado a esa edad también… —intentó decirle Nicole…
— Liam por igual…
— Detengan esta mierda, ahora —explotó Asya—. No es hija de Liam, dejen eso. Ya me harté de sus insinuaciones. Su hijo arruinó mi existencia hace años, si van a seguir molestándome con eso, será mejor que cada quien se vaya por su lado desde ahora.