«Años antes.
Asya mordió su labio inferior mientras miraba hacia todos lados en busca de alguna salida, ya que estaba en su sexto mes de embarazo y tenía miedo de que las personas la reconocieran por su bulto. El hospital en el cual se estaba haciendo el chequeo mensual, estaba de la mano con el hospital, y tenía miedo de encontrarse con alguien conocido de allá.
El abrigo le ayudaba a ocultar bien su vientre, sin embargo, tenía miedo de qué se le fuera señalada, puesto que la cultura en ese país era algo retrasada. Una enfermera la llamó para que entrara, lo cual le dio un buen respiro.
— Buenos días —le dijo el doctor—. Veo que has venido sola como siempre —el hombre le sonrió—. ¿No te molesta que sea yo quien te atienda?
— No, descuida —susurró caminando hasta la camilla—. Está trabajando, se le hace casi imposible venir a ver esto.
— Vaya, es bueno saber que no eres de esas madres solteras de hoy en día —el doctor le indicó que subiera a la camilla—. No lo tomes a mal o personal, es que hay mujeres que no soportan escucharles a otras eso de qué están solteras y embarazadas…
— Descuida, es algo con lo que no estoy lidiando —mintió—. Llevo mi embarazo lo más oculto posible por esa razón, no quiero que nadie me mire en la calle sin mi pareja.
— Buena idea —el hombre le ayudó con el abrigo—. ¿Quieres hoy saber el sexo del bebé?
— Sí, estoy ansiosa.
El doctor le colocó un poco de gel sobre el vientre, y movió el aparato.
— Oye sus latidos —subió el volumen del monitor—. Suenan bastante bien y si movemos esto un poco más… —habló bajito con lo último—. Nos daremos cuenta de que vas a tener una hermosa niña.
— Una niña —susurró feliz —. Al fin mi familia vio otra niña —se llevó una mano a la boca—. No puedo creerlo.
— Sí, se nota que te dará muchos dolores de cabeza cuando nazca —él siguió moviendo el aparato—. ¿Por qué esperar hasta ahora por conocer el sexo?
— Quería esperar este mes porque es cuando por cualquier cosa puede nacer y tengo que remodelar un poco mi casa —susurró queriendo llorar—. Imaginé que sería un niño, pero me siento igual de feliz por ella.
— ¿Y tu pareja qué piensa? —preguntó el doctor, dejando el aparato a un lado y tomando unas toallitas húmedas—. ¿Quiere un niño…?
— A nosotros no nos importa en lo más mínimo quién sea que salga el día del parto —susurró—. Gracias, pero ya es hora de irme si quiero llegar a mi destino.
El hombre asintió no muy convencido con su respuesta.
Arregló su abrigo, y tomó las fotografías con una enorme sonrisa, mismas que decían en la parte de atrás que era una hermosa niña. Sus padres se iban a volver locos cuando supieran de su bebé, ya que ella dejaría de ser la única princesa de la casa.
Iba tan concentrada en el pasillo, viendo las fotos de su bebé, que no se dio cuenta de que alguien más iba distraído igual que ella por el otro pasillo, así que cuando quiso doblar, chocó con esa persona que casi la manda al suelo si no hubiese sido porque la sostuvo contra su cuerpo.
— Lo siento —ella pasó saliva en seco—. No sabía por dónde iba… —las palabras se atascaron en su boca al ver al hermano de Ellie, la misma persona que la tenía en sus brazos para que no se cayera—. Tarik…
— Asya, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Tarik, sin soltarla—. ¿En el área de ginecología y obstetricia?
— Yo…
— Asya Richter —alguien la llamó y al fin pudo enderezar su cuerpo para que él la soltara—. Te fuiste sin que pudiera darte tus medicamentos —el doctor le pasó un papel—. Recuerda tomarlas como está estipulado y que tu pareja te ayude.
— Sí, gracias —ella asintió como si fuera un regaño—. Gracias, doctor Emir.
Ni siquiera tenía cara para hablar con Tarik, con lo estricta que era la familia de este, maldecía el no darse cuenta de qué estaba dependiendo de un hilo, literalmente».
Asya alistó su bolso con el uniforme del trabajo, puesto que ya al fin podía ir a trabajar, su hija estaba en la escuela desde una semana atrás, y desde que llegó a ese país, solo podía darse el lujo de huirles a las cámaras y que nadie la reconociera más de lo debido.
— Vaya, mi hija está lista para su primer día de trabajo —Volkan entró a su habitación con un vaso de leche—. Toma, es para ti.
— ¿Mamá dejó que husmearas en su cocina? —dejó algunas cosas sobre la cama—. Es posible que llegue un poco tarde a casa.
— Ya trabajas en algo que te gusta y vas a iniciar la universidad pronto —Volkan besó las mejillas de su hija—. No obstante, me siento un poco mal por qué no me has contado tus verdaderas razones por las cuales viniste hasta aquí de repente.
— Ya te dije que…
— Eres mi hija, sé cuándo me mienten a la cara y mirándome a los ojos —le dio dos golpecitos en la frente—. El gen dotado no se me irá en muchos años, y el hecho de qué le mientas a Liam acerca de Laisha deja mucho que decir.
— El tío Kiral ya te lo dijo, ¿cierto? —se sentó en la cama con el vaso de leche en las manos—. Es por eso que me la has traído sin que te lo pidiera.
— Fue fácil darme cuenta de qué algo no iba bien y más cuando te dan esos ataques y Laisha te pide perdón —Volkan le indicó que tomara de la leche—. ¿Segura que quieres este trabajo? ¿No prefieres que construya una clínica solo para ti?
— Ay, papá —le dio un suave golpe en el brazo—. Deja eso, ya firmé el contrato y me pagará bien…
— ¿Y a qué cuenta te harán el depósito? —Volkan cruzó los brazos en su pecho—. Sé que no pueden hacer eso a tu cuenta…
— Usaré una falsa por el momento… la que me consiguió Kiral en lo que se resuelve mi problema —se encogió de hombros—. Solo pongan mucha protección alrededor de ella. Me metí con las personas equivocadas.