Índice de Calor

Capítulo 12

London

—¿Sabías que mis padres me procrearon en una fiesta de disfraces? —Soltó de repente como si el tema de conversación fuera precisamente de sus progenitores.

Sentí como mis mejillas me quemaron al instante.

Es que su padre era el epítome de la belleza y la masculinidad para todas las mujeres fanáticas del hockey sobre hielo, por eso imaginarlo en algo tan íntimo no hizo más que darme vergüenza.

—Demasiada información. —Atiné a decir antes de ponerme en ridículo.

Ryan, con la máscara de su disfraz colgando de su espalda, tuvo la desfachatez de elevar un hombro desinteresadamente mientras yo no sabía cómo volvería a mirar a la señora Hamilton a los ojos.

Miles de imágenes se me vinieron a la mente.

—¿Cuáles eran sus disfraces? —Pregunté de sopetón.

¿WTF?

¿QUÉ MIERDA PREGUNTAS, LONDON?

—Mi madre era una calabaza y mi padre un esqueleto. —¡Dios te lo ruego, saca de mi mente estás imágenes impúdicas!

Inhalé llevando oxígeno a mi cerebro para purificarlo.

—Ok. —Respondí al fin—. ¿A qué venía el comentario? —Pregunté y lo que salió a continuación me coronó con la medalla de oro al bochorno autoinfligido—. ¿Quieres repetir la historia?

¿Me muero?

¡No, estoy muerta!

¿NO LO ESTOY?

¡MÁTENME AHORA!

Ryan abrió y cerró la boca.

Yo apreté los labios juntos.

Soltamos una carcajada al mismo tiempo, haciendo que él me envuelva la cintura con el brazo y yo apoye mi frente en su clavícula.

—¡Lo siento! —Negué aún con la frente apoyada en él.

Ryan suspiró profundamente, abrazándome más fuerte.

—No, no quiero repetir la historia. —Murmuró en mi oído mientras me mecía contra su cuerpo esculpido—. Mis padres estuvieron la mayor parte de su vida separados. Se perdieron mucho. Mi madre de mi padre, y mi padre de ella y de mí. —Su mano libre estaba sobre mi cresta ilíaca.

Levanté apenas la cabeza y la incliné sobre su hombro, mi nariz buscó posarse sobre la piel suave de su cuello inhalando su perfume.

—Eso que haces me confunde, London. —Cerré los ojos manteniéndome envuelta en su aroma.

—¿Por qué quieres hacer lo mismo? —Repetí sus palabras de unas semanas atrás.

—Porque me hace quererlo todo y no sé si estamos de pie sobre la misma montaña. —Fruncí el ceño a su referencia.

—¿Montaña? —Abrí los ojos y lo observé sin moverme de mi lugar seguro.

—¿Sintonía? ¿Plataforma? —Me reí de sus ejemplos—. Página, tal vez. —Besó la punta de mi nariz—. No encuentro las palabras. He bebido más de la cuenta y estoy algo nervioso.

—Me gusta la misma página. —Respondí—. ¿Te hago poner nervioso? —Le sonreí cuando sus ojos azules me recorrieron todo el rostro y asintió—. ¿Por qué?

—Porque quiero decirte todo lo que siento, pero al mismo tiempo estoy temiendo que te vuelvas a alejar. —Su mano apretó más mi cadera—. ¿Qué me sugieres, London? ¿Aprovecho el “coraje líquido” en mi cuerpo y te digo “cuánto me gustas” o mejor sigo desempeñando el papel de “mejor amigo” que nunca te dirá la verdad?

Levanté la cabeza y lo miré a los ojos detenidamente, buscando en ellos “esa verdad”, pero estaba tan serio y expectante que no supe darme cuenta.

—¿Si esto es una broma, Ryan? No me está gustando. —Noté como se me quebró la voz.

Había amado a este chico desde que lo vi entrar en la oficina del director seis años atrás y si ahora me estaba diciendo esto solo para burlarse de mí lo patearía dónde más le doliera.

—No es una broma. —Confirmó al fin.

Apreté los labios y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Sentí indignación. Un poco de ira. Tal vez mucha desolación.

¿Por qué ahora cuando de a poco comenzaba a unir las piezas de mi vida?

Me solté de su agarré y salí caminando a paso ligero hacia la salida del lugar, no había traído nada conmigo más que un clutch con una fina cadena que lo tenía cruzado por el torso al estilo bandolera, podía irme sin más.

Me movía entre la gente esquivándolos para poder salir más rápido de allí. Detrás de mí fui dejando a las personas que me saludaban al pasar, que intentaban retenerme para tener una conversación, porque lo único que quería era salir lo más rápido posible de ese lugar.

Abrí la puerta principal y salí a la noche calurosa caminando por la acera para llegar a un punto donde pudiera llamar un Uber que pasara por mí.

Un trote detrás de mí me hizo notar que no estaba sola.

—¡London, por favor, espera! —Sentí la mano de Ryan que me tomaba del brazo y me giraba para enfrentarlo.

Quedamos bajo un árbol, ocultos de la luz de la farola de la calle y de cualquiera que pasara por allí. Invisibles al ojo humano. Estábamos solos.




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