Inefable pasado

Capítulo 8

Capítulo 8

En la consulta del doctor Johnson, Amalia no dejaba de estremecerse, su interior se revolvía en anticipación, pero no conocía la causa, tampoco creía que fuese normal el sentirse nerviosa por una revisión medica, nunca antes le había pasado y eso la asustaba aún más. De reojo, echó una mirada a Renault, este estaba recostado en una pared cercana a la entrada, aparentemente muy relajado, aunque la tensión en la mandíbula indicaba lo contrario. ¿Por qué tendría esa expresión, porque no quería ser padre o porque le preocupaba su salud? No tuvo tiempo a responderse esa pregunta puesto que el doctor dio la autorización para que pasaran. Ella lo hizo con cierto recelo, Reanult en cambio lo hizo sonriente.

—Renault, hijo, hacia mucho que no te veía —El doctor Johnson se puso de pie y le tendió la mano con un cariño palpable. Luego reparó en ella y con una inclinación de cabeza murmuró—: ¿Y esta hermosa señorita, quién es?

Renault sonrió con tristeza.

—Ella es Amalia Elorza, mi... novia.

El doctor levantó las cejas pero no dijo nada.

—Bien —asintió y volvió a tomar asiento—, ¿y por qué han venido a verme, alguno de ustedes está enfermo?

Amalia se puso roja y les dio la espalda, esperando que no quisieran que fuera ella la que respondiera. Si Renault notó su alteración, no lo demostró, se limitó a negar y a decir lo que se temía.

—Lía está... embarazada —tosió y rehuyó a sus ojos—. Quiero que le haga un examen, ya sabe, para confirmar el embarazo y... saber que gozan de buena salud; ambos.

Amalia no entendía por qué el silencio se adueñó de la habitación, pero sintió unas cadenas alrededor del cuello cuando la enfermera la acompañó a cambiarse de ropa y luego la ayudó a recostarse en una camilla. El doctor Johnson se aproximó y realizó la revisión con bastante profesionalismo, pero ella se sintió violentada al tener a Renault allí, aunque eso no tuviera sentido, después de todo, era el padre de su bebé.

Al terminar, el doctor se mostró un poco inquieto, sin embargo fingió no estarlo y habló con calma.

—Señorita Elorza, voy a pedirle que salga, por favor. En un momento iré a hablar con usted. —Se quitó los guantes y susurró algo al la enfermara, quien asintió y con una seña le indicó seguirla, dejando a solas a Renault y al doctor.

Ella fue llevada entonces a una habitación y en lugar de vestirse la enfermera le dijo que debía esperar allí, que no se preocupara y que en breve el doctor Johnson iría a verla. Quien apareció pasado un par de minutos no fue él, sino Renault, el cual lanzó un anuncio que le quitó el piso bajo los pies.

—Te practicarán un aborto, no tendrás a ese niño porque no quiero ser padre, ni ahora ni nunca, y ya está decidido así no intentes impedirlo.

Tal vez otra en su lugar habría gritado y maldecido, pero ella solo pudo mirarlo con la boca tan abierta como sus desolados ojos. No se movió ni respiró, o si lo hizo, deseó un millón de veces dejar de hacerlo porque el hombre en quien había puesto su confianza y el corazón por entero acababa de tomarlo entre las manos y estrujado hasta convertirlo en polvo. Una valiente lágrima resbaló por su mejilla yendo a parar a la comisura de sus labios, unos labios que retenían el clamor de auxilio que suplicaba por salir de ellos justo en el instante en que el doctor Johnson hacía una pregunta mortal.

—¿Ya le has contado lo sucedido, procedemos con lo pactado?

Renault supo entonces que en cuanto contestara a la pregunta que acababa de formular su amigo y mentor se convertiría en el más vil de los hombres, pero tenía que hacerlo, por Amalia, por todos...

—Así es, doctor Johnson, estoy de acuerdo. Haga lo que tiene que hacer —ladeó la cabeza mientras hablaba y se felicitó mentalmente de que su voz sonara serena, en contraste con lo que sentía en su interior.

El doctor Johnson asintió y salió en silencio de la habitación, cerrando con delicadeza la puerta tras de sí.

Renault se dio la vuelta, metió las manos en los bolsillos y, soltando un trémulo suspiro, se preparó mentalmente para el cuestionamiento que vendría, el mismo que deseaba no llegara jamás. Sin embargo, su petición no fue atendida, por lo que, cuando Amalia salió de su ensimismamiento y comenzó a gritar a viva voz, él se prometió mantenerse callado para no acrecentar el problema.

—¡¿Cómo puedes hacer algo tan despiadado como esto, Renault?! —Amalia reprimió las inmensas ganas que tenía de girarle su orgulloso rostro de un bofetón y se centró en lo que era verdaderamente importante, más importante que actuar como una fiera contra él—. ¿En verdad eres tan... tan cruel? No, no es necesario que me respondas, ya obtuve la respuesta hace unos minutos. No obstante, aunque sabía que eras despiadado en los negocios y con tus rivales en el mundo de las finanzas, jamás pensé que podrías serlo conmigo, menos cuando... —un sollozo amortiguado interrumpió su monólogo y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no resquebrajarse.




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