Inefable pasado

Capítulo 10

Capítulo 10

La respiración de Amalia se volvió trabajosa, sentía en peso en el tórax, cerca del corazón, el dolor del fracaso, la traición y humillación. ¿Cómo pudo ser tan estúpida, ta ingenua, al creer que Renault aceptaría su decisión sin oponerse de alguna forma? ¡Tendría que haberlo imaginado, ese hombre era el más vil de todos! Quería verla sufrir, llorar sangre, y solo por quererlo, por ansiar una familia junto a él, darle hijos, morir juntos. ¡Infeliz, no deseaba hijos pero estaba dispuesto a retener a Madeleine con el único propósito de heirla! ¿Acaso no había tenido suficiente cuando la sometió al aborto? ¿Qué más quería de ella?

—Bestia, animal —masculló, lamentando la comparación, un animal era mucho más sensible y civilidado que él—. Eres un rastrero, no quieres hijos y aun así piensas quedarte a Maddie para hacerme daño, no ha bastado con la muerte de mi otro bebé, ¿no? Quieres más, mucho más. Pero, lamento decirte, señor mío, si tu intención es matarte, será mejor que lo hagas de una vez, porque solo así me iré de aquí sin mi hija —Sus palabras no habían sonado ni la cuarta parte de lo duro que pretendía, pero el terror agarrotaba sus extremidades y comenzaba a subir hasta su garganta, entumeciendo sus cuerdas vocales.

Con brusquedad alzó el mentón, su vista fue a para al inmutable rostro masculino que, con aire siniestro y porte de rey, la miraba sin pestañear, como invitándola a cuestionar su poder ante la situación. Se le había olvidado, pensó. Había olvidado lo manipulador y despreciable que podía llegar a ser el hombre que otrora fuera todo para ella: su amor, su alegría, su alma gemela, convertido ahora en su verdugo. No lo hubiese querido así, pero se derrumbó.

—No me quites a mi hija... No otra vez —suplicó, cubriéndose la cara con el dorso de la manga de su chaqueta de cuero.

Un roce en su brazo, aquel roce inolvidable, en lugar de tranquilzarla la hizo sentir más violentada aún. Lo apartó de un manotazo y espetó entre dientes, sin atreverse a mirarlo por miedo de caer de nuevo en su hechizo:

—No te atrevas a fingir que te importo, claramente no es así, no hace falta que actúes...

—Basta, Lía, por favor —la cortó Renault molesto. Retiró las manos y las metió en los bolsillos para sofocar la tentación de tomarla en sus brazos hasta que su llanto hubiera remitido—. La que ha hecho que las cosas resulten de esta manera has sido tú no yo. Nunca he querido hacerte daño, aunque te cueste creerlo, pero no permitiré que por venganza lastimes a nuestra hija, ella es la víctima en todo esto.

Ante tamaña muestra de cinismo, Amalia se irguió de golpe.

—¿Víctima, dices? —carcajeó con histerismo—. ¿Te es tan fácil poner esa palabra en tu boca, no te repulsa hacerlo sabiendo que el verdugo de más de una víctima has sido tú? ¿O es que, convenientemente, has olvidado a nuestro primer hijo, a quien le truncaste la vida sin conmiseración?

—¿Vas a seguir con eso? Creí que te lo había dejzado claro hace casi cuatro años, ¿por qué te empeñas en recordar un asunto tan doloroso? ¿Para hacerme sufrir, es eso?

Amalia arrugó la nariz confundida.

—¿Me lo dejaste claro hace casi cuatro años? ¿De qué demonios hablas? ¡Nunca me dijiste nada, solo me comunicaste tu decisión de practicar el aborto y desde que se llevara acabo me sumiste en un dolor ciego!

Fue el turno de Renault de mostrarse confundido.

—O aquí hay un error o eres una gran actriz —murmuró él para sí mismo—. Claro que te lo expliqué, no lo habría querido de esa manera, pero fue la única forma que encontré para sacarte del estafermo en que te encontrabas, te veías muy mal y me preocupabas, por eso lo hice, no porque estuviera deseado herirte. En su momento, creí que lo habías aceptado, mas cuando te fuiste supe que nunca me perdonarías, a pesar de haberlo hecho por ti.

—Creo que estás loco —replicó Amalia. Volvió a sentarse con las dudas revoloteando dentro de su cabeza.

—Sí, yo también pensé estar loco al abrir mi corazón a una mujer que lo ignoró sin más, dejándome agonizar por nuestra irrecuperable pérdida —inspiró hondo y se arrodilló junto a ella—. Lía, sé que todo esto es doloroso, pero podremos superarlo juntos, si tan solo te permitieras pensar como yo, lo nuestro podría funcionar...

Amalia se retiró de su alcance con asco.

—Cómo... ¡Cómo te atreves a proponerme algo así!

—No olvidarás jamás lo de nuestro hijo, ¿verdad? —agitó la cabeza, devastado—. Tontamente creí que salvar tu vida era mucho más importante que la de un bebé al que no conocíamos, ¡qué equivocado estaba! Pero no me arrepiento, lo volvería a hacer si pudiera, tú eres lo más valioso para mí, tenerte viva merece todo los sacrificios, te lo juro por Madeleine que se ha vuelto una parte fundamental para mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.